sábado, 1 de noviembre de 2014

REPRESENTACIÓN EN EL ÁMBITO GUBERNAMENTAL ARGENTINO



 

 

Por Tcnl José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 / CMN 73)

 

Constitución Nacional Argentina Art 22.

El pueblo no delibera ni gobierna,

sino por medio de sus

representantes y autoridades

creadas por esta Constitución..

 

 

Designar un "representante", no tan solo es delegar una acción, sino también confiar en quien actuará y que lo hará conforme los deseos, intereses y necesidades de quien lo delega la cuestión. Si en los alcances de la representación no tan solo está el presente, sino también el futuro, se debe depositar confianza y fe de que lo que se haga no se alejará de lo esperado. Cuando la representación no es individual, sino que es de varios, es necesario que exista entre ellos una base común que, en realidad, es lo que se le delegará. Cuando el representante actuara como un gobernante, sea funcionario o legislador, serán necesarios los mecanismos para no tan solo controlarlo, sino tener la posibilidad de evitar los desvíos, por ello, nace la República que, para ser efectiva, tiene que tener perfectamente dividida la independencia de los poderes, donde los representantes actuarán en el balanceado proceso de las democracias. Por ello, la designación de un representante, al que se le asignará poder y capacidad de acción, es una cuestión clave para la evolución, desarrollo y bienestar de los pueblos.

 

Sin lugar a dudas y conforme lo señala la investigación histórica, el 25 de mayo de 1810, junto con el gobierno patrio, comenzó la larga discusión de su conformación. Por una parte, nacía en los habitantes de Buenos Aires la idea centralista, originada por haber sido la sede del Virreinato, pero, al mismo tiempo, las ciudades del interior, deseaban mantener su autonomía heredad por la distancia y las formas feudales y, dadas las circunstancias, buscaban la forma de participar pero sin quedar subordinadas.

 

Los pactos "preexistentes", son una clara muestra del afán intelectual por lograrlo, y las acciones militares, la modalidad para para obtenerlo. Las ciudades del interior, conocedoras de las características que había adquirido Buenos Aires y, en cierta forma, sabiendo de su calidad comparativa, veían en el nuevo país, una oportunidad de ser un conjunto ante el mundo, pero, sin dudas, temían de aquel poder central. Las expresiones y las ideas para encontrar un acuerdo, están claramente recogida en los diversos textos y memorias de aquel fragoroso pasado y, la lógica, la buena voluntad y los deseos de ser nación, nos llevó a las "Provincias Unidas del Río de la Plata", cuya denominación dice, sin dudas, su objetivo. Era una tarea compleja que requería inspiración y conocimientos, pero, también, una evaluación de futuro que en aquella época solo estaba en el genio de esos algunos que lograron imponer sus ideales como objetivos. Las páginas de la historia, muestra cómo se desarrolló este proceso, en búsqueda de la unión y, al mismo tiempo, llevo a quienes no compartían, a sus propios destinos individuales. En nuestros días, pese a que todos los que viven en Europa son europeos, no se puede confundir a un alemán de un inglés, o un italiano de un español, como en nuestro país, donde reconocemos a los salteños, los cordobeses o los porteños.

 

La Constitución de 1853, refleja las ideas básicas de la nueva comunidad y, su ajuste en 1860, con la incorporación de Buenos Aires, es la muestra más clara del éxito logrado, que convirtió la voluntad en un compromiso, pero, con una hábil percepción de la necesidad de proteger los deseos, su artículo 1ro (Forma de gobierno), era la garantía de su cumplimento.

 

La realidad de las distancias y el esperado aumento población, encontraba que la difícil, conflictiva y básica "representación", estuviera condicionada y, de ahí, la idea "federal". Éramos pueblos (por poblaciones casi feudales), herederos de una historia de siglos, originados en el Viejo Continente, que dejaban su alelamiento geográfico, para proyectarse como una parte del Mundo que nacía. Era natural que el vecino, aquel que comparte ideas, necesidades y aspiraciones, sea quien reciba el mandato de ser y actuar y, lógicamente representar, por ello, la solución estaba en el "federalismo". Han pasado los años y aun, en nuestra geografía cultural, se reconoce a cada provinciano por su origen y sabemos por su "tonada" donde se nació y vivió. Sabemos que el mundo se está "globalizando", quizá en una figura universal parecida a la que nuestros abuelos vivieron, pero, también, se conoce que este proceso, al mismo tiempo, despierta las identidades originales que hacen el perfil de cada comunidad.

 

La primera oración del articulo CNA 22, tiene un condicionamiento básico a la voluntad soberana de la sociedad y determina la asignación del poder, pero, a su vez, la responsabiliza en su habilidad, inteligencia y prudencia para elegir a los representantes. El art CNA1, al definir la forma de gobierno (Representativa, republicana y federal) determina un único contexto, que no puede ser alterado, y que incluye a las tres condiciones que la involucran. Es decir si la "representación federal" no existe, automáticamente, cae la "república. El tema grave actual, es saber, como la sociedad argentina "permitió" que los dirigentes políticos se apartaran del mandato e hicieran privar la partidocracia y no el federalismo. La reforma constitucional del año 1994, resultante del "Pacto de Olivos", fue la materialización de aspiraciones partidarias y, en cierta medida, personales. Por un lado el presidente Menen logro la posibilidad de su reelección y, por el otro, el Dr Alfonsín, la participación en el gobierno de la minoría, que se mostraba como constante en su propio partido. Pero, este aparente "avance", no llevo más poder de decisión al electorado, y nos encontramos con la situación que los legisladores actúan conforme los mandatos del partido y no las necesidades y aspiraciones de sus electores, es decir, su destruyo el espíritu casi sagrado de la democracia. El episodio de las cargas impositivas a la actividad agropecuaria, que se vivió como un momento de crisis política e institucional, es un ejemplo de esta real aberración de la representación. En nuestro tiempo, los vecinos ya no están representados por el comprovinciano, sino por el militante de un partido que tiene domicilio legal en el mismo lugar. Lógicamente en este "representante" priva la voluntad del partido que integra y no las aspiraciones y deseos de sus comprovincianos, tema que destruye el "federalismo" y, como consecuencia, basándose en la militancia, une a los poderes de la República en una sola acción, con lo que se vulnera a esta y, consecuentemente, se desvirtúa la democracia. Además, el hecho de que se ha llevado la puja interna dentro de los partidos a un escenario común de primarias, ha destruido lo que se pensaba como "fundamento" constitucional, es decir los partidos políticos y se ve como "migrar" los que aspiran ser candidatos sin rubor de una posición a otra que es diametralmente opuesta.

 

Las modificaciones a las Constituciones es una realidad que se da en diferentes comunidades o países, pero, se observa que ella tiene, en general, un fondo ideológico y el objetivo de lograr la permanencia del partido gobernante. Esta situación, tan clara, se muestra con una peligrosa continuidad, que se ejerce por la creación de instituciones abarcativas generarles, que tienen por finalidad la centralización del poder. Una de las clásicas es el sistema impositivo, que lleva al poder central sus capacidades y, de esta manera, resta a los niveles provinciales su autonomía y, por lo tanto crea una dependencia funcional peligrosa. Otra modalidad, que tiene que ser observada con cuidado es la cobertura de cargos con militantes con lo que se deforma la acción profesional plural de la administración y se lo convierte en una herramienta partidaria.

 

La modificación del sistema actual de elección del Presidente de la Nación, desde un "distrito único", se la presento bajo la apariencia de dotar al ciudadano de igual posibilidad, pero, en realidad, ha destruido el federalismo, que era la capacidad social de cada comunidad que la igualaba. Si recordamos nuestra historia, veremos que esta capacidad común de identidad provinciana, con iguales derechos en el gobierno, fue la fórmula del acuerdo que nos hizo nación, ha sido destruida.

 

Volver a lo que fue y debía haber sido en la actualidad es, en el presente, casi imposible, ya que debería partir de una "reforma constitucional", que tendría que ser aprobada su necesidad por el Congreso que, como ya sabemos, está formado por "representantes de partidos políticos" y que, lógicamente, dependen de sus acciones. Sin embargo, existen ejemplos en países que lograron revertir el tema, en el ámbito de la Justicia, al lograr que se declare "inconstitucional" el sistema, ya que se contrapone a la "Forma de gobierno" que es la base de su organización.

 

Ocultar la realidad y negar las acciones fallidas, es, lamentablemente, una de las formas de evitar los cambios, pero también, lleva como consecuencia la profundización de los males. Los actos "populares" (Marchas, cortes, etc.), si bien tienen efectos sociológicos, no son el medio de la solución para corregir los desviaciones del poder. Sin dudas, así lo que pensaron en los inicios los padres fundadores, ello está en el condicionamiento de la representación, que debe ser tal como lo acordaron, y que nosotros debemos respetar, no tan solo por el compromiso, sino que en ello puede estar el destino del mañana del país.