lunes, 6 de octubre de 2014

VOTAR O NO VOTAR III – EL RIESGO DE LAS FACCIONES Y DIAGNÓSTICO ACTUAL



Por Emilio Guillermo Nazar Kasbo

La unión nacional es un anhelo permanente, y las divisiones lastiman a nuestra Patria, siendo un elemento de dominación extranjera, puesto que las divisiones no hacen otra cosa que quebrar todo posible acuerdo que permita avanzar hacia el Destino de Gloria.

UNIDAD, NO UNITARISMO
La unión nacional era el anhelo de los Federales al mando de los Caudillos del Siglo XIX, que nada tenía que ver con el unitarismo cipayo que pretendía unificarlo todo en la ciudad de Buenos Aires para que la Argentina sirviera de proveedora de materias primas a las naciones europeas. De modo que el Federalismo que respetaba la identidad de las Provincias, estaba en las antípodas del unitarismo mercantilista liberal. Y no estoy diciendo que esté mal comerciar con potencias extranjeras, sino que lo malo es ser “empleado” de dichas potencias o algo peor: su “esclavo”.
Evangelizar es ser instrumento de la Gracia de Dios para la conversión del no creyente, y del mismo modo, se debe pedir esa misma Gracia a escala nacional, logrando la adhesión libre y no la imposición forzada del auténtico nacionalismo patrio que respeta como hemos dicho el origen, raíz y esencia de nuestro ser.
El peligro de conformar un “frente nacionalista” que “aplaste” al bando opuesto, implicaría una “guerra civil”, o una lucha interna donde no siempre se podrá ganar, de modo que en el tiempo una vez impuesta una facción, podría la otra vencer y retrotraer todo a la primitiva situación de la cual se pretendía emerger.
Así sucedió con Francisco Franco, el ejemplo más cercano en el tiempo que podemos tener: los Nacionales se impusieron sobre los republicanos, aquellos duraron hasta la muerte del Caudillo, el cual en lugar de dejar un sistema corporativista aceitado y en marcha buscó dejar un Rey formado en los mejores principios para que condujese al país en virtud de su autoridad; de ese modo, las debilidades personales del Rey llevaron a una nueva situación de “democratización” que primero a cuentagotas y luego muy velozmente fue llevando a España a la actual situación en que se encuentra invertida y postrada en todo sentido, una España sin alma y con un cuerpo prácticamente yerto, donde sólo un puñado de españoles conservan los principios de unidad de España sin poder coordinarse. Treinta y nueve años bastaron para esto.

EL ESPÍRITU DE UNIDAD
Argentina ha tenido un derrotero diferente al español. Un golpe militar liberal llevado a cabo en 1976, tuvo un paréntesis en 1982 con la Batalla de Malvinas, que en algo más de 70 días vivió de repente toda la unión española del franquismo conjugada en cada una de las horas en que duró la Batalla, sin distinciones entre izquierdas, demócratas o nacionales, y en que todo el país vivió una momentánea euforia que incluyó la mística católica; sin embargo, no faltó un grupo de cipayos vendepatria que estuvieron del lado de los enemigos. No obstante ello, la derrota de la Plaza Islas Malvinas en esa Batalla, acabó en un colapso y una derrota institucional que condujo a la actual situación argentina en sólo 32 años.
Por eso, si la Argentina quiere ver su futuro, sólo debe contemplar a España, que nos lleva siete años de “adelanto” en su retraso (avanzamos, dijo el cangrejo). De modo que nos aguarda un futuro de secesión, de implosión demográfica mayor a la que siempre hemos vivido, oleadas de inmigrantes que no se integran en la identidad Patria y mucho menos en la identidad espiritual de la Patria, al mismo tiempo que un suicidio colectivo por la masividad de abortos, eutanasia, y el colapso de las familias unido a la procreación artificial y la legalización de todas las drogas junto con el naturalismo y la difusión de la aceptación de la pedofilia y del bestialismo en sus próximos pasos. Esto nos espera en el futuro próximo.
Y hablo de Malvinas como una Causa Nacional, lejos de reivindicar al Gobierno de Facto que protagonizó su recuperación. Porque se trata de una Causa que no sólo es Histórica, sino que además quienes fueron a combatir no lo hicieron por un Gobierno sino por la Patria y por nuestro futuro. En todo el Siglo XX y en lo que va del XXI no hubo un momento que unificara más a los argentinos que la recuperación de las usurpadas ínsulas, y precisamente allí se encuentra el principio de unidad: el “Operativo Rosario”.
Mas como hemos afirmado, el problema de establecer un sistema que se impone porque un grupo vence sobre otro, involucra el peligro de disconformidad o desacuerdo y hasta cripto-oposición de los vencidos, y se convierte en un posible motivo de futuro intento de torcer los rumbos acordados. Y este es un principio de división, aprovechado para nuestro sometimiento por el Poder Internacional del Dinero.

UNIDOS O DOMINADOS
La estrategia de los enemigos de la Patria siempre ha sido la de dividir a los argentinos. No solamente en tiempos del Primer Gobierno Patrio y de la Independencia, sino con posterioridad a tales hitos que además tiene su correlato en otras naciones que han tenido la oportunidad de vivir circunstancias similares. Estas divisiones no son en oposición al común enemigo extranjero que busca la dominación, sino que son provocadas por aquél, fragmentando los ánimos nacionales. Esto es lo primero a analizar y a prevenir e impedir.
Así, a grandes rasgos, fuimos dañados por la consabida división entre criollos y realistas, entre unitarios y federales, y las divisiones entre estos últimos que llevaron a la Constitución liberal de 1853, la división entre “roquistas” y “antiroquistas” devenidos en “radicales”, a quienes se opusieron los militares que disputaron de modo esporádico y periódicamente los gobiernos con los civiles durante algo más de cinco lustros del Siglo XX, entre 1930 y 1983, y que incluye la división entre peronistas y antiperonistas. Pero desde 1983 se han ido dando en Argentina una serie de extrañas componendas que diluyeron las plataformas partidarias, aunque siempre dejando subsistente la dicotomía “peronismo- antiperonismo”.
Tras la asunción del Gobierno por Raúl Ricardo Alfonsín el 10 de diciembre de 1983, hubo toda una serie de “acuerdos” partidarios mediante el cual se conformaron “frentes” electorales que acabaron diluyendo a las orientaciones que surgían como “tercera fuerza”, es decir, que se proyectaban como alternativa ante la dicotomía peronismo – UCR. Así, el Partido Intransigente del “bisonte” Alende fue absorbido por la rama izquierda de la UCR que abarcó el espectro socialista, mientras la Democracia Cristiana se fundía con la línea de Antonio Cafiero en el peronismo; el liberalismo del Ingeniero Alvaro Alzogaray surgió como tercera fuerza e ingresó en el acuerdismo con el peronismo menemista; Aldo Rico desde el MODIN (Movimiento por la Dignidad Nacional) acabó transigiendo con el peronismo duhaldista. Y no solamente ello, sino que durante el gobierno Carlos Saúl Menem el peronismo ingresó en la internacional de la Democracia Cristiana (como forma alternativa de “tercera posición”), en tanto que durante el gobierno de Fernando de la Rua la UCR ingresó en la Internacional Socialista.

“TRANSAVERSALISMO”
Al mismo tiempo que se dio el fenómeno descripto, hubo un nuevo fenómeno, y es el llamado “transversalismo”, mediante el cual el peronismo llega a un “acuerdo” con la misma UCR en el marco de la línea del peronismo kirchnerista. En realidad, se trató de un “blanqueo” (sinceramiento) de la verdadera naturaleza partidaria: el pragmatismo en la obtención de  los cargos sin importar principio alguno y sin tener más objetivos que tratar de perpetuarse en el cargo para continuar con beneficios que el poder otorga (propios del cargo, e incluso impropios en ciertos casos). Así, ya no quedan diferencias partidarias, y en la mezcla sólo queda desorientación al ciudadano que ya no tiene alternativas para votar, puesto que todos los partidos son lo mismo. Queda una excepción a esta norma partidaria, y son los partidos de ultraizquierda atomizados, que incluso en el actual sistema electoral logran introducir representantes legislativos, que por el momento son minoritarios, los cuales tienen la ideología revolucionaria de reproducir en la Nación que sea el sueño de Stalin o de Mao… pero “nacional” del país que sea. Asimismo, el kirchnerismo ha convertido en una facción minoritaria al denominado "peronismo ortodoxo", que ha quedado desprovisto de todo apoyo y representatividad partidaria o movimientista, económico o mediático, convirtiéndolo en un epifenómeno marginal.
Fuera del espectro partidario, se encuentran los votantes, que son sujetos pasivos del sistema, convocados cada dos años a votar representantes que no los representan ni consultan, y que tienen ideas absolutamente desconocidas por sus mismos votantes. Y no solamente eso, además se ha implementado durante el gobierno kirchnerista la elección de los futuros candidatos en “internas abiertas” obligatorias, y ello debido a que los partidos tenían sus propias listas obsoletas y además una escasísima concurrencia. Ningún votante común conoce quiénes son los precandidatos, del mismo modo que tampoco conoce quiénes son los candidatos que finalmente aparecerán en las boletas, no conoce ni siquiera quiénes son los participantes del “sorteo” que se encuentran en la lista de la boleta electoral, y que dependen en una partícula de la millonésima parte de la decisión que los llevará al cargo anhelado como “premio”, y ello sin obviar que en toda elección hay fraudes y maniobras que buscan instalar a un candidato por sobre otro.
La población en general se encuentra sujeta a este sistema que crea una burbuja de autoridades desvinculadas no solamente de sus propios votantes, sino también del trabajo y del conocimiento. Es decir, cualquier incompetente se pone a votar sobre normas de medicina, de derecho, de obras públicas, de presupuesto y contabilidad, de genética, de ingeniería alimenticia o de la materia que fuese, y lo que votan (ya sea por convicción, por compra de votos o por convicciones) se convierte en Ley. Las ideas más disparatadas pueden convertirse en Ley, y la población ya atolondrada, aturdida, confundida, mareada e impotente, no sabe cómo reaccionar, por su falta de organización, y porque la organización del poder en el sistema se encuentra desvinculada de quienes designan a tales representantes. En cualquier momento podría ser votada una Ley que reconozca el matrimonio entre animales, por considerarlos “personas no humanas”, y podría el Ejecutivo, ante una atónita sociedad, reglamentar cómo será tomado su consentimiento y la expedición de la libreta matrimonial, ya sea de leones, de yacarés o de abejas (aunque en el caso de las abejas se podrían presentar graves inconvenientes, ya que se enfrentaría a los zánganos que además proliferan entre los humanos, y algo peor: al linaje y la Monarquía de la Abeja Reina que sería repudiada y aborrecida por todo demócrata, liberal e izquierdista que se precien de tales).

OPOSICIÓN Y GOBIERNO VITALICIO
El grado de repudio o de resistencia de los ciudadanos al sistema, no puede ser medido por la cantidad de votantes ausentes, de votantes en blanco o que anulan su voto, porque a ellos hay que restar a quienes por causas ajenas o por error han tenido ese resultado, pero hay que sumar además a quienes votan por “el mal menor, sabiendo que es un mal” porque no hay otra alternativa, buscando evitar que venga uno más malo y tratando de sopesar su voto a pesar de su profundo rechazo no tanto a los candidatos en sí, sino al sistema mismo.
En realidad, esta amalgama que parece “unir” a los argentinos, es una farsa que encubre la mayor sumisión a los poderes extranjeros. El mismo kirchnerismo peronista ha sepultado al peronismo para buscar convertirse en el centro de una nueva dicotomía “kirchnerismo – antikirchnerismo”, siendo su sistema “amigable” el no buscar el ciento por ciento del poder de modo aplastante, sino la obtención de una cuota de poder equivalente a los dos tercios ya sea por fuerzas, candidatos o funcionarios propios o aliados. De modo que en un Tribunal judicial, la politización no le lleve a ocupar los tres cargos con oficialistas, sino sólo con dos, dejando un cargo minoritario a los disidentes que podrán expresar su oposición de modo meramente formal, pero sin peso al momento de resolver las cuestiones y de ejecutarlas. Y lo mismo en las Cámaras Legislativas o en la Administración.
Con este sistema, el kirchnerismo busca perpetuarse de modo indefinido en el gobierno, tal como lo hizo Chávez, dejando tras su muerte, por una extraña manipulación, a Maduro como su sucesor casi vitalicio al modo de las democracias de Medio Oriente. Lamentablemente, en vez de reconocer la tendencia monárquica en todo esto que describimos, que en Argentina pudo observarse con los gobiernos de Rosas, del masón Roca, de Irigoyen, de Perón, de Menem y ahora de los Kirchner y familia, se pretende disfrazar todo con una forma democrática que no cabe a nuestro país, por no ser propio de nuestra identidad. La democracia es una farsa, y no es más que un gobierno corrupto deformador de la Politeia, la cual requiere de la virtud pública para ser válida y viable.

SITUACIÓN ACTUAL
La descripción fenomenológica que se acaba de detallar, nos encajona ante dos alternativas del sistema: la primera es el kirchnerismo (la familia presidencial) que llama a un “patriotismo” ante los intereses de los extranjeros representados por los “fondos buitre” con los cuales no solamente negocia sino de los cuales es socio personal y público, de modo que resulta contradictorio en ello, presentándose como víctima a la vez de “complots”.
El kirchnerismo busca enemigos. Es un partido de izquierda que utiliza el peronismo para esconder su ideario “camporista”, ya que son todos partidarios de “el tío” (apodo de el expresidente Héctor Cámpora, que dio rienda suelta a la guerrilla, la cual acabó volviéndose contra el mismo Perón). Pero es un partido de izquierda del Siglo XXI, de una izquierda de café, una izquierda cultural de grandes fortunas y que asigna como destino de la vida humana no el trabajo como en los Siglos XIX y XX, sino la lujuria, en concordancia con la Escuela de Frankfurt. Asimismo, en todo ello el kirchnerismo se subordina a los centros de decisión mundial, al Poder Internacional del Dinero.
Siendo el kirchnerismo, tal como hemos descripto, una estructura de poder “transversal”, se trata de una amalgama cochambrosa carente de principios y basada en el exitismo incompetente que reacciona con improvisación ante los problemas que ocasiona su misma ineptitud. Intencionalmente busca y privilegia en particular una religiosidad católica deformada que pretende identificada con un ideario de vida ateo, pero además la miseria colectiva para su asistencia mediante planes sociales subsidiados con inflación, a cambio de votos y manifestaciones multitudinarias en actos partidarios; pero que a la vez fomenta la inseguridad, la promiscuidad sexual con iniciación en la adolescencia y el total desprecio a los bebés concebidos al punto de asesinarlos colectivamente, con un sistema de “salud” que se basa en el aborto, la eutanasia, la promoción e imposición de la homosexualidad, ruptura de la familia, difusión de la droga, fomento de la inmigración descontrolada y con despreocupación del destino de los inmigrantes y de su integración básica, una estructura educativa carente de contenidos y formación, y desprovista de todo sentido humano en su orientación, leyes inicuas, justicia incompetente y venal, así como de todo aquello que daña y pone en peligro la subsistencia de la Patria a mediano plazo.

MUNDIALISMO VS. NACIONALISMO
La verdadera dicotomía actual no es, como hemos comprobado, ni “peronismo – antiperonismo”, ni “kirchnerismo – antikirchnerismo”, sino mundialismo contra Nacionalismo. Sin Soberanía jamás podremos enfrentar al movimiento mundialista globalizador de tinte gramsciano y ejecutor de los dictados de la Escuela de Frankfurt.
Esto ya venía advirtiéndose cuando Fukuyama escribió su “best seller” titulado “El fin de la Historia”. Y no puede ser combatido mediante acciones verbales patoteras y carentes de poder disuasivo. Porque para tener respaldo en las palabras, se deben tener factores persuasión y de disuasión, y ello está dado por las Fuerzas Armadas que refrendan los dichos de un Jefe de Gobierno.
Un gobierno nacionalista no tiene más remedio que: 1) tener en claro cuál es la identidad nacional, el origen, raíz y esencia de la Patria y de su destino; 2) rechazar toda sociedad y toda componenda con poderes y empresas extranjeras, denunciar todos los tratados internacionales firmados para obtener su caducidad internacional en el plazo de un año, retirándose también de todos los organismos internacionales en los cuales no se haya percibido una acción acorde a las peticiones de nuestro país y en dirección a respetar los intereses de nuestra Patria; 3) implementar una política nacional conforme el Orden Natural, y para facilitar el Bien Supratemporal de modo indirecto, que tenga en vistas primero al pueblo como destinatario de su acción práctica, fortaleciendo el entramado espiritual y socio-económico cultural; 4) establecer una política de alianzas con Naciones que tengan similares puntos de vista e intereses; 5) eliminar todo endeudamiento contraído en el extranjero mediante la transparentación del origen de los créditos y su cancelación para no volver jamás a tomar otro crédito; 6) búsqueda del autoabastecimiento integral en base a los recursos naturales propios, y su uso racional mediante el trabajo intelectual de los propios connacionales; 7) inicio de relaciones con el extranjero, siempre que haya un trato de iguales, noble y digno, para la exportación de los productos y servicios argentinos, dejando de proveer materias primas al extranjero para vender productos elaborados y terminados en el país y establecer sanas relaciones diplomáticas internacionales.

Pero para todo ello debe existir un gobierno Patrio que ame de verdad a su pueblo y que el pueblo retribuya con idéntico amor, respeto y apoyo. No hace falta ningún “golpe de Estado”, asonada militar, ni “eliminación de oponentes”. Hace falta ofrecer a la Providencia de Dios la ORGANIZACIÓN en base al reconocimiento de la propia identidad en el marco de las instituciones naturales.