sábado, 17 de agosto de 2013

ACTO RECORDATORIO GRAL. SAN MARTÍN - COM. 1 T.N.-16-8-13


Por el Prof. Alejandro Pérez Unzner

        Don José de San Martín “grande fue cuando el sol lo alumbraba, y más grande en la puesta del sol”, como nos lo recuerda el himno en su honor. Y fue grande en la galería de los forjadores de la nacionalidad junto a Liniers, a Saavedra, a Belgrano y a Rosas.
        “San Martín el señor de la guerra, por secreto designio de Dios”, dice también ese himno. El Libertador, a quien recordamos esta noche, fue dueño de una visión geopolítica y de estratega militar incomparable. Supo valorar el esfuerzo de Belgrano cuando lo sucedió al mando del Ejército del Norte y, a diferencia de varios protagonistas de nuestra vida política, de antes y de ahora, “no se la creyó”. Basado en su enorme humildad y su incorruptible sentido del deber, valoró el esfuerzo del creador de la bandera y edificó el mayor éxito militar del continente a partir de fracasos y empleando al máximo los escasos recursos disponibles.
        Supo leer su tiempo y entender su mundo, sin fatigar a los pueblos que redimió ni con ambición ni con orgullo. No dejó de involucrarse en la política, hasta el fin de sus días: fue uno de los tantos militares que dejaron su huella en la historia de la Argentina. Preocupado por las luchas entre hermanos, enfrentado a otras figuras de la época en cuanto a misión, visión y valores, no toleró el desangramiento al cual oscuros intereses estaban sometiendo a la Patria. Por eso, aunque mantuvo trato con personajes de distinta concepción ideológica, fue claro en su legado moral y contundente en su testamento militar. Como que, en sus célebres “Máximas” para su hija, incluyó fomentar el amor a la verdad y el odio a la mentira.
        “Padre augusto del pueblo argentino, héroe magno de la libertad, a tu sombra la Patria se agranda en virtud, en trabajo y en paz”. Tres elementos que, en estos agitados días, necesitamos más que nunca.

         Muchas gracias. 

SAN MARTÍN como INSPIRACIÓN DE PATRIA.


Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Avila (LMGSM  CMN 73)
 
          Todos los pueblos en todos los tiempos tienen un campeón que signifique sus glorias, que constituya su ejemplo y que inspire el orgullo común que une desde el pasado hacia los mañanas de su vida. Sin dudas para los argentinos, el general Don José de San Martín, es aquel que con sus actos y acciones es el paladin de nuestra historia.
 
        Este héroe de las batallas vivió los momentos tormentosos de un tiempo en el cual se estaba produciendo el nacimiento de Argentina como una nueva y venturosa nación ante el mundo. Fueron años de lucha y entrega en los cuales se abandonaba un ayer para entrar ansiosos a un futuro prometedor pero que exigía esfuerzas para lograrlo. Bajo estas circunstancias, cada uno de los pasos y gestos de San Martín resultan un eslabón que en su dureza sana y honesta, combina los resultados como una malla de soporte de los cimientos de un país que crecía.
 
      La vida de los pueblos, como la de los seres humanos, están llenas de ocasiones en las cuales los triunfos o los desastres se agrupan para unidos consolidar las bases que los hacen y fortalecen. Sin dudas, el general San Martín, fue el señero inspirador en un campo fértil que sus contemporáneos ofrecían en los altares de la evolución natural de las sociedades. De las acciones de este maestro genial se rescatan innumerables situaciones, pero, por su trascendencia y grandeza, sin dudas, el cruce de los Andes, marca el esplendor de ellas. 
Un ejército, nacido de la nada, se atrevió a vencer las cumbres andinas, para librar batalla, vencer y comenzar a desinvalar una dependencia colonial de siglos, levantar banderas de pueblos independientes y sembrar los beneficios de la libertad. La pléyade de capitanes que lo acompañaron, cada uno de ellos guerreros sublimes, configuran los lazos dorados que encuadran a tanta genealidad.
El gran secreto de San Martín y sus soldados patriotas era que con su coraje, esfuerzo y grandeza, eran la promesa prístina para el mañana y el cimiento claro del porvenir.