jueves, 30 de mayo de 2013

CUAL ES LA ESTRATEGIA ACTUAL DE LOS MODERNISTAS-PROGRESISTAS PARA DOMINAR LA IGLESIA Y APAGAR LA FE. (FINAL)


Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 28 de Mayo del año 2013 – 1167

REPRESENTACIÓN DEL DISCURSO TÍPICO DE UN PRELADO MODERNISTA

Imaginemos un alto prelado famoso por su humildad. Esa fama debe promoverla él mismo mediante diversos gestos bien estudiados para producir la admiración esperada. Si visita un hospital; si hace "cola" para conseguir algo que, con su cargo, podría obtener en cinco minutos; si visita una vivienda de gente pobre; si se llega a un santuario mariano y reza el Rosario, y otras cosas semejantes, debe haber fotógrafos que registren estos hechos y prensa que los publique.

Además, sonríe, sonríe permanentemente con una sonrisa distendida y ancha, de tal manera que todos piensan que es feliz y simpático y que esa es la manera de ser católico. Cuando habla  insiste en la necesidad de ser alegre y hace confidencias acerca de su vida simple y humilde,  y relata que antes de entrar al seminario era un joven como todos los demás que hasta tuvo una novia y salía a bailar. Cuenta las cosas que le decía su abuela, su mamá, su papá y las maestras del colegio. Es decir, todos pueden ver que en él no hay ninguna pretensión de superioridad y que si su jerarquía eclesiástica es elevada, ni se acuerda que la tiene ni quiere hacerla valer.

Su llaneza estudiada y constante, crea un sentimiento de igualdad que desacraliza la autoridad de su cargo eclesiástico. Todo en él parece decir: "Esta jerarquía que tengo no me diferencia de ustedes. Somos todos iguales." Inclusive  habla contra las estructuras caducas (de las que forma parte esa jerarquía, aunque no lo aclara, pero se entiende), de la necesidad de cambiarlas, porque son repugnantes a la necesaria proximidad de los prelados con el pueblo, del cual viene la inspiración para el cambio.

La Iglesia ha exagerado el valor del dolor. Ya Jesús sufrió en la cruz y conquistó para nosotros la alegría. Sólo se trata de amar a Jesús, de sentirlo como un hermano, como un amigo. Sin ese sentimiento nuestra religión es falsa. El encuentro con Jesús es algo personal que nace desde adentro del alma, como una fuente escondida dentro de nosotros que debemos estar siempre dispuestos a dejar surgir.   

La experiencia religiosa es insubstituible y en ella está la verdad. Repetir frases aprendidas, que nos vienen de afuera, por más que se nos presenten como doctrina ortodoxa, puede aplastar nuestra sensibilidad del Jesús verdadero que está dentro de nosotros. La única doctrina que debemos seguir es la que resulta de la reflexión sobre nuestra fe inmanente, profunda. Ella nos indica lo que debemos creer y hacer.  

La moral no puede ser un conjunto de reglas que se nos imponen. Debemos ser buenos cómo y porque sentimos que hay que ser buenos. El amor al otro es lo esencial. Sin ese amor incondicional, sin barreras ideológicas ni religiosas, que es obra del Espíritu Santo, no hay moral sincera. Toda división, toda discriminación, es obra del diablo y es fruto de la soberbia. Debemos ir al mundo, no pensar que somos de otro mundo. Hay que ir hacia la gente, salir afuera de nosotros mismos pero movidos por el sentimiento que está dentro de nosotros en donde está Jesús. Si Jesús no está en ese sentimiento, no está en ninguna parte y en vano predicaremos palabras.  

Especialmente debemos estar con los pobres. Los ricos creen que dando unas limosnas ya cumplen con el amor, pero se engañan. Tienen que compartir todo lo que tienen o su dureza los aleja de Jesús. Esos ricos han perdido la vivencia de la fe y su cristianismo se ha degradado. Hay que estar siempre con los pobres y defender los derechos humanos, aunque nos digan "comunistas".  

No debemos confrontar, debemos estar en paz hasta con los que niegan a Dios y  lo que consideramos moral. Debemos defender nuestra ética, pero no hacer manifestaciones a causa de una coyuntura legislativa que nos parezca mala, por mala que sea. Las protestas en defensa de nuestra idea de moral son contrarias a la mansedumbre que debemos tener frente a todos, aún frente a los que son enemigos de nuestra fe. Actuar de otra manera sería hacer política, que no es nuestra misión.

Tampoco debemos tratar de impedir que haya quienes quieran hacer público su ateísmo y hasta su odio a Jesús. Acordémonos como Jesús le ordenó a Pedro envainar su espada en el Huerto de los Olivos. Un artista que es tildado de “blasfemo” (¡fea palabra que no deberíamos usar nunca!), que hace exposiciones de sus obras obscenas con figuras religiosas, debe ser respetado porque es lo que él siente y nosotros tenemos que convivir con él. No lo podemos atacar.  

El mundo progresa, la conciencia moral de las culturas es cada vez más vívida. Los tiempos de la desigualdad y del trato altanero han pasado para siempre. Estamos en la era de la fraternidad, que es la única manera de ser cristiano.

Es cierto que la moral cambia, ¿pero acaso nosotros no cambiamos también? Si seguimos fieles al hecho religioso como un movimiento hacia el encuentro con Jesucristo, que es la esencia de la moral, no debemos temer los cambios de las costumbres ni mantenernos al margen de la vida.

¿Que eso puede llevarnos al pecado? ¡No importa! Nunca debemos rendirnos ante el mal. Eso es lo que quiere el diablo. Sentirse pecador es una de las cosas más lindas que le pueden suceder a una persona. Es una gloria. Sólo los grandes pecadores tienen la vivencia de la gracia. El pecado no es una mancha, es un lugar privilegiado para el encuentro con Jesús.  Los que viven obsesionados con ser buenos, son los peores.  Y es seguro que no pagan los impuestos ni cuidan la naturaleza y denigran a los “ecologistas”.

Creamos en el hombre, no levantemos barreras entre los hombres. Confiemos en que la chispa de la divinidad que hay en cada uno de nosotros encienda la llama del hecho religioso. Lo importante es la sinceridad. Hasta los ateos tienen esa chispa dentro de sí, aunque no se den cuenta. Pero nosotros, por la gracia de ser cristianos lo sabemos y debemos confraternizar con ellos. Lo mismo que con los seguidores de cualquier religión porque todas llevan a Dios de alguna manera. Dios es el mismo para todos. Sólo los duros de corazón pueden dejarse dominar por las ideologías que separan. El cristianismo no es una ideología. etc. etc. etc.

* * *

Podría seguir desarrollando el libreto de ese modelo de prelado modernista actual, pero sería largo y fastidioso. Con lo dicho basta para ver cual es el sentimiento que intenta crear y cual es la idea a la que ese sentimiento lleva. Es precisamente la herejía modernista condenada por San Pio X, hoy llamada “progresista”, según la cual "es en el interior del propio hombre donde hay que buscarla (a la revelación religiosa); pero como la religión es una forma de vida, la explicación estará exclusivamente en la misma vida del hombre. Por este camino se llega a establecer el principio de la inmanencia religiosa...un fenómeno vital... (que) arranca de una cierta indigencia o de un cierto impulso, cuya primera expresión es ese movimiento del corazón que llamamos sentimiento." (Encíclica “Pascendi”, edic. cit. pag. 225).

Ahora bien, como el sentimiento es algo personal e intransferible, a no ser por simpatía, no existe un criterio de verdad objetivo, ni Revelación de Dios que lo justifique. Luego, no queda otra cosa que concluir que mientras uno sea fiel a ese sentimiento propio, está en lo cierto y, por lo tanto, no hay razón alguna para decir que el catolicismo sea la única religión verdadera y menos aún que fuera de la Iglesia no hay salvación.

Ese "Jesús" al que se invoca como una presencia sensorial de cada uno, no es el Hijo de Dios hecho hombre, aunque desde luego el prelado modernista-progresista no lo diga. Es una obra de nuestro corazón basada en aquellos aspectos de la historia de Su vida que nos han impresionado. Es, por lo tanto, aunque el prelado de marras no lo explicite, un hombre como nosotros y hacerlo Dios es alejarlo de nosotros. Hay muchas maneras de explicar el fenómeno religioso que Jesús provoca en nosotros que no exigen divinizarlo. Si se atrevieran, elogiarían el libro impío de Renan, varias veces condenado, sobre la “Vida de Jesús” puesto que allí se lo presenta como un hombre extraordinario, un superhombre, pero nunca como Dios.  

De esta manera subliminar, a través de los sentimientos hábilmente manipulados y de cambios sugestivos en los símbolos de la Iglesia, el prelado modernista va produciendo la apostasía de las almas católicas y su adhesión a la herejía modernista-progresista puesto, que como dice San Pio X, una vez aceptado un postulado de ella, los demás exigen la misma adhesión. Quienes sigan a esa clase de prelados con ese tipo de discurso, pierden la fe católica.


Pidamos a la Santísima Virgen que interceda por todos nosotros, católicos, para no ceder ante esa embestida de la peor herejía de todos los tiempos presentada ahora de la forma más imponente y habilidosa de toda su historia. FIN