viernes, 3 de mayo de 2013

LA PRESIDENTE Y SU PROPIO "RODRIGAZO".



Por Carlos Blegrano

Amigos:
Circunstancialmente, me encuentro en Washington DC y desde mi arribo ayer, en los círculos políticos latinos, no se menciona otro tema que el inminente disparador de nuestro tipo de cambio oficial, que el gobierno no podrá ubicar a menos de ocho pesos por dólar, en las postrimerías del mes en curso.
Con dicha medida cambiaria, que no haría más que reflejar parcialmente la realidad, se presentarán, según mi humilde opinión, dos escenarios macroeconómicos.
El primero supuestamente sería, que ante la desconfianza en incesante progreso ante cualquier maniobra tramoyista del oficialismo, la cotización del "blue" treparía al doble de su actual valor, como aconteció recientemente en Caracas, cuando pretendieron sincerarlo
Y el segundo, implicaría que la inflación, como simple correlato de lo antedicho, sufriría un ascenso del cien por ciento, más el efecto arrastre del doce, acumulativo desde enero de este año.
El ciudadano promedio, no recuerda, como algunos de nosotros que peinamos muchas canas, que en 1974, un tal Celestino Rodrigo, a cargo del Ministerio de Economía, decidió por su cuenta, transparentar la realidad de los precios y los liberó, tras un año de "cepo".
Por vez primera en la historia, se presentó la circunstancia que un acreedor se acostó a dormir rico y se levantó pobre y su deudor al revés.
La gente endeudada, cancelaba sus créditos hipotecarios y gravámenes en general, con las monedas que un día antes había utilizado para abonar el cospel de subte.
Sin embargo, esa suerte de "PagaDios" distorsionaría de inmediato las finanzas públicas, porque inauguraría un vocablo hasta entonces desconocido: Hiperinflación.
Dicho escenario se presentaría nuevamente durante el último Gobierno Militar, cuando Lorenzo Sigaut, sepultó la archiconocida "tablita" de su antecesor Martínez de Hoz y generó un resultado bastante similar a la del período anterior a ése.
Casi inmediatamente después Cavallo, ese Traidor a la Patria, insólitamente propietario aún de su libertad ambulatoria, repitió el ejemplo, nacionalizando la deuda privada y mutándola en publica, para "licuar" los pasivos de aquella gavilla, aún con vida, que hace ya muchos años bauticé como "La Patria Contratista".
La de Soldati, Macri, Pagani, Bulgheroni, Orsi, Rocca y demás gente de mal vivir.
Estamos, por decirlo así, en la antesala de asistir a una función de cine, donde nos exhibirán un filme tragicómico, cuyo desenlace ya conocemos.
Porque como para todo lo demás, hemos perdido el rumbo de la discrecionalidad, de la prudencia y del sentido común.
Si contáramos con uno solo de estos tres elementos, hace mucho tiempo, que los K con sus desaguisados cotidianos serían hoy, parte de un anecdotario folletinesco.
Infortunadamente, CFK, de quien se desconoce su profesión, si es que tiene alguna cierta e incluso su apellido real, ya que al parecer no es hija del colectivero Fernández, reacciona con la típica soberbia, muy propia de los ignorantes.
Con esa sonrisa gestual, que aprendió improvisadamente en alguna escuela de mimos.
Y con esa mueca suele presentarse en público, evidenciando su total inconexión con la realidad, enmascarada por sus cohortes de adulones, que la sumergen más aún en la ficción de una Argentina inexistente.
Por esa sola circunstancia tornase bastante plausible que el derrotero reinflacionario que tenemos, digamos a la vuelta de la esquina, sea inexorable.
Y por lo preindicado, vislumbro que una posible fuga personal, sea sucedánea a la del metálico, que ya se ha contrabandeado al exterior, por parte de su cómplice Lázaro Báez.
¿Será premeditado su escape, luego que encienda la tea con la que terminará de arrasar lo que resta de la Patria?
En realidad lo ignoro, pero lo que sí sé, es que pronto divisaremos en este firmamento tan ensombrecido, los estragos de
LA PRESIDENTE Y SU PROPIO "RODRIGAZO".
Atentamente Carlos Belgrano.-
lacuchillanacional808@gmail.com

UNA COSA ES EL PATRIOTISMO Y OTRA COSA ES EL NACIONALISMO



Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 02 de Mayo del año 2013 - - 1158
No debe confundirse el patriotismo con el nacionalismo. "Patriotismo" viene de "patres", o sea, es el amor a la tierra de nuestros padres. Forma parte del sentimiento filial y es tan natural como el amor a los padres y como tal, es tierno y sereno y está siempre unido a la Justicia. No da lugar a exaltaciones irracionales que pasan por encima de aquella ni puede ser confundido con el egoísmo, ni con la egolatría, ni se sirve con agresividad, ni excluye la amistad con otras "patrias", sin formar bloques beligerantes. 
Tampoco puede servir de fundamento a un Estado totalitario, ni a un poder demagógico, sino que pide ser gobernado por una Autoridad paternal equitativa y honrada. Ninguna Autoridad paternal roba a sus súbditos así como tampoco un padre le roba a sus hijos sino que, por el contrario, trabaja y lucha para dejarles un patrimonio tan grande como le sea posible en legítima herencia.
El patriotismo es una obligación moral inviolable. "La ley natural nos impone -enseñaba León XIII en su Encíclica "Sapientiae Christianae"- la obligación de amar especialmente y defender el país en que hemos nacido y en que hemos sido criados, hasta el punto de que todo buen ciudadano debe estar dispuesto a arrostrar incluso la misma muerte por su patria..." (Doctrina Pontificia. Documentos Políticos. Edición BAC, pág. 267). 
¡Ojalá los argentinos y especialmente los militares de todas las FFAA y de Seguridad que todavía quedan, recordaran y cumplieran con este deber! ¡Qué triste es ver que el desamor por la Patria la ha dejado caer en manos de la tiranía de los rufianes marxistas-peronistas-ladrones y otros crápulas que la oprimen y degradan! 
Es desolador ver la otrora famosa Buenos Aires en manos de gente ordinaria y de mal gusto, filo-peronistas y ladrones, sin respeto alguno por sus tradiciones ni por su fisonomía, que la van demoliendo y desfigurando poco a poco. Para ir de un lado al otro por esta ciudad hay que sortear ruinas y piquetes y canteras de obras innecesarias, de duración interminable y de costos faraónicos que se prestan a mil malversaciones. 
Un pueblo patriota hace rato que hubiera echado a patadas a los tiranos nacionales y a los pequeños sátrapas provinciales y de la Ciudad que como sanguijuelas succionan la mayor parte de sus recursos mientras la gente sufre mil carencias y desamparos. 
Lo que pasa es que han substituido el patriotismo por el nacionalismo, que es otra cosa. El nacionalismo es muy distinto al sentimiento filial y sereno que caracteriza al patriotismo. Es una pasión febril que idolatra al Estado al que identifica con la Nación. Es esencialmente pagano, demagógico, igualitario y una especie de "comodín" que sirve para sostener cualquier ideología. 
Leí hace poco una biografía del gran canciller austríaco Engelbert Dollfuss, un estadista de ideas católicas y tradicionalistas que gobernó su país desde Febrero de 1932 hasta el 25 de Julio de 1934, día en que fue asesinado por los nazis a las órdenes de Hitler a cuyos intentos de anexión de Austria se oponía valientemente Dollfuss. Fue escrita, pocos meses después del asesinato, por un noble alemán, Dietrich von Hildebrandt y contiene reflexiones sumamente interesantes, sobre todo porque son contemporáneas de la enorme conmoción nacionalista de la década de 1930/1939 en Europa que culminó con la horrorosa segunda guerra mundial. 
Entre ellas me impresionaron las siguientes frases en las que con una gran simplicidad expone el origen del nacionalismo:
"La secularización de Europa preparada mucho antes, halló entonces (al producirse la revolución francesa de 1789) su expresión elemental. Solamente en un mundo liberado de Dios podía desplazarse el idealismo a un sentimiento nacional. Y la nación fue lo único que quedó por encima del todavía insatisfecho bienestar de la humanidad liberal. Es natural que este nacionalismo haya sido alimentado por las turbias fuentes del egoísmo colectivo. Puesto que todo idealismo que prescinda de Dios, se convierte necesariamente en egolatría egoísta inferior. Este nacionalismo moderno, tal como brota en el *Discurso a la nación alemana* de Fichte, en las poesías de Arndt y Körner, es un hijo perfectamente legítimo del liberalismo.  Con fino instinto, pues, Metternich y la *Santa Alianza* se volvieron contra el mismo como contra un peligro revolucionario. Estaban impregnadas del mismo las asociaciones estudiantiles y las corporaciones; lo encontramos en toda Europa en la revolución de 1848. En Hungría, en Italia, en Francia y en Alemania la llamarada nacional sube ardiendo en estrecha unión con las tendencias liberales y democráticas. 
"En Alemania, donde el nacionalismo prusiano neoalemán llegó a su pleno dominio en 1866 y 1870, no significaba el sacudimiento de un yugo extranjero sino el abandono definitivo de la antigua idea de *Reich*, la destrucción de la estructura federal de Alemania, el rompimiento con una gloriosa tradición milenaria. Implicaba la negación de la más profunda esencia propia, la subordinación y entrega de las partes católicas de Alemania al espíritu prusiano penetrado de protestantismo, la apostasía de la universalidad contenida en la esencia alemana" ("Engelbert Dollfuss, un estadista católico", por Dietrich von Hildebrandt, Editorial Difusión, Buenos Aires). 
Esta frase, escrita por un noble alemán en 1934, poco después del asesinato del gran canciller Dollfuss por los sicarios de Hitler que abrió el camino al inicuo "Anschluss", la anexión violenta de Austria al Tercer Reich, vale tanto para entender el nacionalismo como concepto político, cuanto como testimonio de su origen histórico. Fue inventado por la revolución francesa para substituir el amor al rey, a las tradiciones y al universalismo católico de la Cristiandad. Los agitadores franceses de 1789 no dejaban de invocar a "la Nation" contra "les enemis de la Nation" y con ese lema en ristre emprendieron la conquista de Europa para el liberalismo bajo el mando de un aventurero corso. 
En nombre del nacionalismo alemán Bismarck arrasó con los pequeños Estados alemanes, incluyendo a la grande y católica Baviera, y arrinconó al Imperio austrohúngaro quitándole su natural y benévolo liderazgo de todos los pueblos alemanes.   
Después, Hitler y sus secuaces enloquecieron a los alemanes con sus "slogans" nacionalistas, demagógicos y estatistas. "¡Ein Volk, ein Reich, ein Führer!" rugía el "iluminado" líder ungido democráticamente por las masas, delante de multitudes gigantescas en perfecta formación. 
Es decir, "¡Un pueblo, un Estado, un Líder!" ululaba la masa en medio de una especie de liturgia democrática cuya exaltación la llevaba a borrar toda distinción entre los hombres para formar una conglomerado unánime mal llamado "pueblo", emborrachado de "alemanidad" y seducido hasta la locura por un Jefe "democrático" (por más que los democráticos quieran negarlo), ungido por la "sagrada mayoría".  Ya sabemos cómo terminó esa locura colectiva. 
El bandolero Garibaldi, al servicio de la masonería y de la usurpadora Casa de Saboya, creó el "nacionalismo" italiano a sangre y fuego, sobre las ruinas de los Estados Pontificios y del Reino de Nápoles y Sicilia, ratificado después por votaciones fraudulentas.   
Desde entonces el nacionalismo ha servido a toda clase de malas causas. Empezando por la peor de todas, la de los comunistas, que claman contra el "imperialismo yanqui", sin dejar por eso de subyugar bajo la pata del oso soviético a los desgraciados países que caen en poder de sus agentes. 
A Perón le sirvió para encumbrarse con el famoso "slogan" nacionalista "Braden o Perón". 
Lo triste del caso es que en la Argentina de los años 30 surgió un movimiento que se llamó "nacionalista" con las mejores intenciones patrióticas. Estaba integrado por jóvenes patriotas, inteligentes y en su mayoría, católicos. Eran una "elite" de primera categoría, muy superior a los liberales democráticos y a los de izquierda. Lucharon valientemente contra ellos, defendieron las tradiciones argentinas, se arriesgaron mil veces en lucha contra bandas de matones; escribieron brillantes artículos en interesantes periódico. A ese grupo pertenecen los mejores intelectuales argentinos. 
Pero el nombre mal elegido con el que se designaron, "nacionalistas", los contagió de los errores del nacionalismo europeo y sin darse cuenta cayeron en las redes de Perón que los usó para encumbrarse en el poder y crear el nefasto movimiento peronista que desde hace más de 60 años está destruyendo el país. 
Varios de esos nacionalistas patriotas hubieran podido ser un Dollfuss y llevar a nuestra Patria a cumplir su vocación de grandeza tradicional y católica. Pero ninguno quiso asumir la responsabilidad de ser Autoridad, mientras que Perón no dudo en disfrazarse de "Führer" para tomar el poder. La misma nobleza de aquellos hombres los perdió y nos perdió a todos.

Hoy subsiste el nacionalismo por inercia, pero ya ni siquiera sirve para levantar a un líder. Está dividido en cien fracciones, casi todas teñidas de peronismo, y se niega a actuar políticamente para restaurar la Patria.
Entre el patriotismo, que es un amor efectivo a la Patria, sencillo, justo y diligente, y el nacionalismo, que es una ideología estatista y democrática, hay una gran diferencia. Y la mejor prueba de eso es que sigue habiendo muchos nacionalistas pero es imposible conseguir que haya entre ellos esa unión sagrada para irrumpir en la Política (con mayúscula) con entusiasmo y coraje, al servicio de una voluntad argentina de vivir en Justicia, como Dios manda, que sólo el patriotismo puede inspirar. Es muy triste.
Cosme Beccar Varela