sábado, 23 de marzo de 2013

“¡ELEGID!”



El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo seguidor de Mons. Marcel Lefebvre
Número CCXCVII (297) - 23 de Marzo de 2013


¡Qué confusión reina en la Iglesia y en el mundo! Vemos a los mejores hombres uno después de otro, tal vez con las mejores de las intenciones, abandonar el combate y tomar la decisión de dejar de resistir, dejarse llevar por la mayoría, seguir la corriente, hacer lo que todos los otros hacen. Sin embargo, esta mayoría sigue desafiando a Dios y está condenada por Dios sin apelación, porque Dios no cambia. No hay duda que ahora mismo, Él está apelando al nuevo Papa para que haga lo que debe hacer, cueste lo que cueste.
Entre 1966 y 1975, Él parece haber pedido a una mujer en Francia que logre que un prelado francés ponga en las propias manos de Paulo VI una serie de mensajes divinos pidiendo que el Papa encabece peregrinaciones masivas de penitencia a la famosa basílica de Vézelay en Francia (y desde 1972, para que el Papa restablezca el uso de la Misa Tridentina). Los mensajes recibieron el título del Cántico de Cuaresma Parce, Domine, Populo Tuo (Perdona, Señor, a Tu Pueblo). Ellos vienen sin autorización oficial pero corresponden bien a la Semana Santa. Los lectores que tengan a bien leer estos cortos extractos pueden juzgar por sí mismos si parecen auténticos:–
16-X-65: El mundo está al borde de la catástrofe. Sin embargo, cree firmemente que la oración suplicante de unas pocas almas humildes tiene un gran poder sobre mi corazón.
3-III-68: Di al Santo Padre que implore al Señor con el Cántico del Parce Domine levantando sus brazos en Cruz, frente a las muchedumbres que él reunirá en Vézelay.
2-III-70: Si mi llamado no es escuchado, las aguas de mi ira anegarán todo ¡Cuántas lágrimas y gemidos habrá entonces! Pero será demasiado tarde.
13-II-71: Di a los sacerdotes que llamen a la oración y a la penitencia en medio de la Cristiandad que colapsa y que ellos mismos den el ejemplo. De otra manera habrá masacres sobre el suelo de Francia. Si vosotros rehusáis elevar a mi Padre los gritos de una oración humilde y arrepentida, a la fuerza elevareis gritos de terror ¡Elegid!
25-III-71: Hijitos, si no queréis procesiones de amor, tendréis procesiones de odio. Ya están en marcha ¿Qué más necesitáis para creer en mi llamado a favor vuestro?
28-IV-72: ¡Si ellos no quieren arrodillarse delante del Santísimo Sacramento, se arrodillarán esclavizados en las minas de sal!
10-VII-72: Si el Papa no hace lo que le pedí, la Justicia divina caerá con todo su peso sobre el mundo y tendréis que atravesar por tales sufrimientos que si conociereis sus detalles ahora, vosotros quedaríais helados de espanto.
15-VII-72: Llamo a mis hijos fieles ¿Acaso no encontraré más que desertores? Si supiereis, hijos míos, lo que os espera, cómo os apresuraríais a satisfacer mis deseos. Pero la justicia se hará pronto. Vosotros clamaréis a Mi inmersos en vuestro terror, pero será muy tarde.
6-XI-72: Si Yo les mostrara lo que les está esperando, se pasarían noches enteras en oración a mis pies para alejar el tremendo castigo.
13-VII-73: Los fieles son actualmente la esperanza de la Iglesia. Rezad por vuestros pastores incrédulos.
2-V-75: En los tiempos malos que se avecinan, las familias Cristianas tendrán que reunirse y organizarse para cuidar a mis sacerdotes fieles que deberán ejercer un ministerio clandestino. Es la vuelta a las catacumbas. No queda otro camino.
Parce, Domine.

“MARCHE UN PAPA A LA CARTA”…!!!!!





Buenos Aires,  22  de marzo de 2013

Allá por diciembre de 1988 en ocasión del primer pronunciamiento carapintada liderado por el coronel Seineldín y conocido como sucesos de “Villa Martelli”, cierto sector del periodismo alfonsinista no encontró mejor argumento para desvirtuar nuestro sustento religioso que llamarnos despectivamente “fundamentalistas”. No importaba que fuésemos soldados definidamente Católicos y nada tuviésemos que ver con el fundamentalismo islámico. 

Por entonces se trataba de que todo aquel que tuviese una visión teológica de la vida o, para decirlo en términos más simples, todo aquel que hablara de vivir como Dios manda, era un “fundamentalista” antidemocrático. Lo cierto es que mal empleado o no, desde entonces se instaló en el inconsciente colectivo la errónea creencia que hablar de Dios y la Virgen relacionándolos con la vida terrena, es cosa de fundamentalistas y no de hombres de Fe Cristiana.

Si hoy, 25 años después, empleáramos el mismo criterio engañoso que instaló Alfonsín, tendríamos que concluir que una gran ola de fundamentalismo ha invadido a gran parte de los argentinos que opinan sobre aspectos religiosos como no lo habían hecho nunca.

Y es lógico y muy saludable que esto ocurra ante tan extraordinario acontecimiento como lo es la Coronación de un Papa Argentino. Y hablando ya en términos Cristianos, podemos decir que está ocurriendo lo que siempre ocurre en los pueblos de donde es originario el Santo Padre elegido: hay un aumento de fervor religioso y de Fe. Innumerables son los ejemplos de las conversiones que han tenido lugar en esos lugares a partir del nombramiento. No hay más que recordar lo que sucedió en Polonia con la llegada de Juan Pablo II.

Y la Argentina no es la excepción. El problema está en que, muchos argentinos, de alguna manera, creen que estamos en presencia de un Papa que satisfará todas las necesidades personales y sectoriales de quienes somos sus compatriotas.

Son muy pocos los que hacen una verdadera lectura de semejante acontecimiento que expresa la Voluntad de Dios a través del Espíritu Santo (es Él quien guía los votos de los cardenales electores que son su instrumento). El hombre moderno, muy alejado de Dios y muy cerca del hombre, prefiere ver la designación del Papa en términos políticos, sociales, económicos o estratégicos, olvidándose de lo principal: el orden Teológico.

En efecto, llevamos apenas unos días del Papado de Francisco y ya para algunos es el Papa peronista, para otros el Papa kirchnerista que adoptará con los pobres el derrotero que le marcaran “Santa Cristina y San Néstor” –“precursores ellos si los hay en el amor al prójimo”–. Los curas del Tercer Mundo piensan en el Papa “socialista” que necesitan; la comunidad del orgullo homosexual (me refiero a la de los escándalos y no a los que viven su condición como Dios manda), abriga la esperanza que el Papa Francisco le diga a la humanidad “está todo bien”, “Dios es infinitamente misericordioso”… “Está todo bien con ustedes y con los transexuales y con el matrimonio entre hombres o entre mujeres o entre… está todo bien, Dios es infinitamente misericordioso”. Los curas que abogan por el fin del celibato celebran la llegada de Francisco que terminará con semejante “antigüedad”, como así también los abortistas que ven en Francisco un Papa acorde con los tiempos que estamos viviendo y con las necesidades del hombre moderno. Ni que hablar de la comunidad aborigen que espera que Francisco reivindique la leyenda negra y desmitifique eso de que los españoles vinieron a evangelizar, esperan de él la condena para Colón y todos los que vinieron para el Nuevo Mundo con él. Del mismo modo los masones, los judíos y musulmanes abrigan la esperanza que Francisco les diga que: “eso de que la religión Católica es la única religión verdadera es una exageración y una enormidad…”

En síntesis todos quieren que el Papa nos dé un Dios más agiornado a los tiempos que estamos viviendo, un Dios más actualizado, más moderno, más canchero y mucho menos exigente del que la Tradición Católica nos indica. Y semejante despropósito quiere el hombre que lo encabece el Papa Francisco. Quieren un Papa a la carta.

Se olvidan todos quienes así piensan que, más allá de lo que sus egoísmos le indican, es la voluntad de Dios y no otra cosa la que guiará el accionar del Santo Padre que, según nuestro entendimiento finito, podrá ser para bien o para mal, todo es parte del plan de Dios que no podemos alcanzar a comprender en toda su plenitud.  No debemos olvidar nunca que el primer Papa, San Pedro, negó en tres oportunidades a Nuestro Señor Jesucristo y que Dios, muchas veces escribe derecho sobre renglones torcidos. Oremos para que el Papa Francisco sea fiel instrumento de la voluntad de Dios a la cabeza de Nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.


¡Por Dios y por la Patria!




                                                                         Hugo Reinaldo Abete
                                                                            Ex Mayor E.A.

MONS. AGUER: “A LA GLORIA DE LA RESURRECCIÓN, CRISTO ENTRÓ A TRAVÉS DE LA MUERTE”



Teniendo en cuenta que este domingo es el Domingo de Ramos y, por ello, el comienzo de la denominada Semana Santa, Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), para compartir reflexiones explicativas del verdadero sentido de este momento excepcional del año.
Señaló que en el Domingo de Ramos recordamos el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén, con la bendición de los ramos, la entrada solemne o la procesión, evocando aquel ingreso de Jesús, cuando fue aclamado como Mesías que venía a traer el Reino de Dios. Pero, en seguida, cambia el tono de la celebración porque la Misa es una Misa de la Pasión, en la que se lee completo el relato de la Pasión del Señor”. Y agregó que “hay dos fases en el Domingo de Ramos: por un lado la gloria, que es una gloria, al parecer, inmadura, prematura, efímera. Tiene que pasar por la Cruz para hacerse verdadera gloria de Pascua”.
Luego explicó que “avanzando en la Semana Santa vemos que el núcleo de la celebración anual de la Pascua está en el triduo pascual, que empieza en la tarde del Jueves Santo. Hasta la mañana del Jueves Santo estamos en tiempo de Cuaresma y recién a la tarde de ese día empieza el Triduo Pascual con el recuerdo de la Cena del Señor, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio”.
Tras detallar el sentido de cada jornada del Triduo Pascual, Mons. Héctor Aguer, indicó que en Semana Santa celebramos “la Pascua, el paso, el tránsito del Señor, a través de la muerte, hacia la vida. Él fue solo para llevarnos a nosotros consigo; de allí viene la alegría Pascual: el hecho de que la vida del cristiano, a pesar de todas las dificultades, es una vida  vivida en Cristo Resucitado, de quien nos viene la gracia, la luz, la fortaleza para transformar las penalidades de esta vida y dar testimonio de Él, para trabajar sinceramente para mejorar este mundo”.
Finalmente comentó que “esta es la vocación del cristiano. Si bien cada vez que celebramos la Eucaristía, en la misa de todos los días estamos celebrando la Pascua, una vez al año, la representamos de esta manera, mediante esas celebraciones solemnes, para que sensiblemente este hecho, este acontecimiento fundamental de la historia de la humanidad nos impresione de tal manera que comprendamos mejor lo que significa ser cristiano, es decir existir en el Misterio Pascual del Señor, con todas las consecuencias que eso tiene sobre nuestra vida y sobre las de los demás”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Estamos una vez más, como todos los años, en las puertas de la Semana Santa. ¿Qué vamos a celebrar en estos días? Me parece importante comprender que cuando hablamos de Semana Santa quizás estamos fragmentando una realidad que debe enfocarse con un sentido de unidad”.
“¿Qué quiero decir con esto? Que la Semana Santa evoca los últimos días de la vida terrena del Señor, que culminan en su muerte en la Cruz y en su Resurrección. Pero quizás esa fragmentación, día por día –Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo, Jueves Santo, y así- quizás nos confunde acerca de cuál es el objeto de esta celebración, a saber,  la Pascua del Señor. Entonces, tengamos en cuenta la unidad del misterio que vamos a celebrar, que ya se advierte en esta especie de prólogo, de proemio, de preludio que es el Domingo de Ramos”.
“En el Domingo de Ramos recordamos el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén, con la bendición de los ramos, la entrada solemne o la procesión, evocando aquel ingreso de Jesús, cuando fue aclamado como Mesías que venía a traer el Reino de Dios. Pero, en seguida, cambia el tono de la celebración porque la Misa es una Misa de la Pasión, en la que se lee completo el relato de la Pasión del Señor. Es el único domingo del año en que se proclama en el Evangelio la Pasión del Señor, que termina con la mención de su sepultura”.
“Hay dos fases en el Domingo de Ramos: por un lado la gloria, que es una gloria, al parecer, inmadura, prematura, efímera. Tiene que pasar por la Cruz para hacerse verdadera gloria de Pascua. El Domingo de Ramos es una síntesis de toda la celebración del misterio pascual: por un lado la gloria que nos anticipa la gloria de Pascua. Por eso en la Edad Media a ese domingo se lo llamaba Pascua Florida, porque junto con los ramos se repartían flores y  en la  esperanza de la Pascua verdadera se celebraba esta anticipación pero luego viene la Misa de la Pasión que nos está recordando que a la gloria de la Resurrección, Cristo entró a través de la muerte y que ese es el camino que nos ha abierto a nosotros”.
“Es también a través de las dificultades, de los trabajos, de los dolores, incluso a través de las posibles tragedias de esta vida como nosotros nos encaminamos a la felicidad verdadera, a compartir la gloria de Cristo”.
“Avanzando en la Semana Santa vemos que el núcleo de la celebración anual de la Pascua está en el triduo pascual, que empieza en la tarde del Jueves Santo. Todavía hasta la mañana del Jueves Santo podemos decir que estamos en tiempo de Cuaresma y recién a la tarde de ese día empieza el Triduo Pascual con el recuerdo de la Cena del Señor, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio”.
“La primera jornada del triduo pascual es el Viernes Santo, que está todo él centrado en la contemplación de la Cruz, en la muerte de Jesús en la Cruz y en el significado de salvación que tiene la Cruz para nosotros. De ser un sangriento patíbulo la cruz se ha convertido en el árbol de la vida, porque quien estuvo clavado allí, mediante ese sacrificio de su muerte, nos ha conquistado el perdón de los pecados y la vida eterna”.
“La segunda jornada del Triduo es muy misteriosa; es el Sábado Santo, un día en que, desde el punto de vista litúrgico reina un gran silencio, porque es el día en que Dios estuvo muerto. Notemos bien lo que estamos diciendo: Dios estuvo muerto. Si decimos que Dios se hizo hombre en Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre, podemos decir que Dios estuvo muerto en Jesús. Es el día del gran silencio, en que tenemos que acercarnos, en la medida en que lo podamos, a meditar en lo que Dios llegó a hacer por nosotros al enviar a su Hijo en carne mortal, asumir  la muerte humana para abrirnos camino, a través de la muerte hacia la gloria, hacia la Pascua, hacia la Resurrección”.
“Culminando el silencio del Sábado Santo, a la noche, entre el sábado y el domingo, porque tiene que ser una celebración nocturna, tenemos la Vigilia Pascual. Vigilia implica estar despiertos, quedarse alerta, estar esperando para celebrar la Resurrección del Señor, que ocurrió en la noche. En la noche brota la luz. El santo día de Pascua prolonga esa alegría que comienza en la noche pero se extiende en la jornada de ese domingo por excelencia, el día que hizo el Señor”.
“Esto es lo que celebramos en Semana Santa: la Pascua, el paso, el tránsito del Señor, a través de la muerte, hacia la vida. Él fue solo para llevarnos a nosotros consigo;  de allí viene la alegría Pascual: el hecho de que la vida del cristiano, a pesar de todas las dificultades, es una vida  vivida en Cristo Resucitado, de quien nos viene la gracia, la luz, la fortaleza para transformar las penalidades de esta vida y dar testimonio de Él, para trabajar sinceramente para mejorar este mundo”.
“Esta es la vocación del cristiano. Si bien cada vez que celebramos la Eucaristía , en la misa de todos los días estamos celebrando la Pascua, una vez al año, la representamos de esta manera, mediante esas celebraciones solemnes, para que sensiblemente este hecho, este acontecimiento fundamental de la historia de la humanidad nos impresione de tal manera que comprendamos mejor lo que significa ser cristiano, es decir existir en el Misterio Pascual del Señor, con todas las consecuencias que eso tiene sobre nuestra vida y sobre las de los demás”.