viernes, 22 de junio de 2012

VICENTE MASSOT PRESENTÓ “LOS TRAIDORES” DE CARLOS MANUEL ACUÑA





 “Yo me formé en el nacionalismo católico”, afirmó el periodista Vicente Massot durante la presentación.
A continuación ofrecemos una síntesis no textual de las palabras del periodista Vicente Massot, con transcripción literal del final de su disertación, resaltada en letras cursivas:

GUERRA CIVIL
Si se repasa la Historia y se revisa lo que sucedió en EEUU en su guerra de Secesión, o en España con su guerra civil entre 1936 y 1939, no debe asombrarse de lo que sucedió en Argentina en la década de 1970. Se trata de nuestra guerra civil que se ha prolongado hasta nuestros días con otros métodos.
Tiene dos características: fue una guerra, y fue una guerra civil, más allá de los componentes internacionales que tuvieron las organizaciones armadas de esa época. Quienes empuñaron las armas y después en algunos casos se convirtieron en traidores, eran argentinos. Tenían una idea de lo que se debía hacer en el país, en las antípodas de sus opositores.
El libro hace referencia a los años ’70. Para explicar la naturaleza de los traidores, hace referencia a lo que fue la guerra, y que ninguno de los dos bandos en pugna terminaron de entender a ciencia cierta la naturaleza de esa contienda.
Tanto ERP como Montoneros y sus usinas, sus distintas facciones, los intelectuales que no necesariamente pertenecían de cuerpo y alma a sus estructuras armadas pero le dieron formato al mito revolucionario, se cansaron por aproximadamente una década de decir que estaban en guerra. Ellos fueron los primeros que hablaron de la guerra.
Como gozan de impunidad, el bando contrario del cual salen estos traidores, ha escrito desde 1983 hasta la fecha todo cuanto podía decir, sabiendo además en los últimos años, que cualquiera fuesen las confesiones de sus crímenes no corrían ningún riesgo. Entre otras razones, por algo que expone bien Carlos Manuel (Acuña) de lo que es la Justicia hoy en la Argentina.

JUSTICIA ARGENTINA
Yo tengo un amigo cuyo padre, diplomático, ya muerto, decía “yo no le tengo miedo a la injusticia, lo que temo es a la justicia argentina”. Desde ese lugar es claro, y tiene entera lógica, que el ERP, Montoneros, sus militantes, sus jefes, sus simpatizantes intelectuales, hayan contado todo lo habido y por haber.
(Enrique) Díaz Araujo se ha tomado el trabajo de analizar y cifrar o catalogar la literatura de esos años, y lo que primero que salta a la vista es que por un libro que se ha escrito de esta parte, los otros han escrito 50 o 100. Se ufanaban diciendo que era una guerra.
¿Qué hicieron aquellos que traicionaron lo que habían juramentado por las razones que fuese y se transformaron en “colaboracionistas” del régimen que para ellos era la síntesis y compendio del mal, de la defensa de todo aquello que había que poner patas para arriba y erradicar para siempre? Colaborar con las Fuerzas Armadas, para ellos, era colaborar con fuerzas al servicio del imperialismo.

MENOS POSIBILIDADES
Lo que dice (Mario) Firmenich es que “nosotros imaginábamos que la guerra iba a tener componentes más duros que el Proceso que se había abierto y el gobierno militar que había subido el 24 de marzo iba a ser más duro que el de la Revolución Argentina, que íbamos a tener menos posibilidades de defendernos, que iba a haber un camarón corregido y aumentado”. Lo que no entendía después de haber convencido a miles de militantes y simpatizantes para hacer la guerra, lo curioso es que no habían entendido de qué era la guerra.
De la guerra en general, y de las guerras en particular, ha habido en la historia de las ideas y en el mundo político dos grandes interpretaciones: las interpretaciones políticas, Tucídides y Klausewitz, y las explicaciones metapolíticas, que ha sido el jurídico. Y ese abordaje aun hoy es tomado para hacernos creer que la guerra es algo que debe atenerse a determinados cánones donde es preferible obedecer las reglas prescriptas en el derecho bélico a ganar una batalla. Sería más importante actuar correctamente a obtener el triunfo. Esto es lo que Klausewitz diría que es filantropía, pero de guerra no tiene nada. Porque no hay un solo caso en el mundo de un Ejército, de un Estado, que entre ganar violando leyes o perder por no violar leyes, haya preferido no hacerlo.
Esto que parece brutal, y en el razonamiento hay que llegar hasta las últimas consecuencias, cuando (Winston) Churchill dice “si yo tengo que bajar al infierno y pactar con el Diablo para ganar a (Adolf) Hitler”, ¿de qué fin y de qué medios estaba hablando? Esa idea de que el fin no justifica los medios es importante decirlo, a condición de que se explique que en la práctica no se puede cumplir.

MODOS DE VIDA
Ellos querían clausurar un modo de vida, y nosotros lo queríamos defender. No era una idea política más. No era discutir si queríamos uno u otro sistema político.
Se equivocaron de cabo a rabo. Ya no iba a haber más un Camarón, porque todos sabemos cómo terminó el camarón. Porque no se dieron cuenta de que en función de lo que había sucedido entre 1966 y 1973, ese tipo de estrategia con arreglo a un sistema jurídico que preservase el derecho de los irregulares no iba a existir nunca más. Y como no se prepararon para eso, creo que terminaron en los traidores.
Cuando uno lee el libro de Carlos Manuel, creo que tiene el enorme mérito de mirar la cuestión desde un ángulo hasta hoy no trajinado intelectualmente. Pone de manifiesto cosas que muchos hasta hoy no conocemos. Porque no es un caso, son 75 casos.

DELATORES
Cuando uno lee las cosas que dice Firmenich respecto de Roberto Quieto, se entrenó para cambiar el país, creíamos en el hombre nuevo, y cedió a la tortura, él dice a los apremios, lo que fuese, de los enemigos, y nos delató.
En el fondo, nadie estaba preparado para soportar los rigores que ya no eran los de estar en una cárcel de Trelew, y de tener a dos abogados como Ortega Peña y Wal, entre miles, que podían entrar tranquilamente. Y ellos mismos cuentan, “nos llamó Robi, por Santucho, cuando éramos sus abogados y nos dijo que íbamos a empezar la guerra, y al mismo tiempo nos preguntó si queríamos ser sus abogados. Es decir, eran militantes.
Pero esto, de lo cual yo no lo digo para poner el dedo en la llaga. El tema es que no entendieron de qué se trataba. Nosotros tampoco lo entendimos. Por eso, están sufriendo los miembros de las Fuerzas Armadas lo que todos sabemos.

CAÍDOS DEL BRONCE
El tema de los traidores es un tema difícil de tratar. Primero por las condiciones en las cuales se encontraban. Ahí hay un fenómeno, y el libro lo refleja bien, porque no solamente pone la historia de cada uno de esos delatores, sino que en una suerte de introducción, el autor destaca el lado psicológico de la cuestión, porque ahí se funden y confunden una serie de factores sin los que no se puede entender por qué gente que se había preparado para los rigores de una guerra en un momento dado pierden noción de dónde están, aparecen prisioneros, y se enteran que sus bronces, sus jefes, los hombres en los que ellos habían depositado su confianza, los que los habían instruido, los que habían impulsado una mística, porque lo que había sucedido en la década de 1970 visto desde el costado de las organizaciones armadas, no se entiende sin un mito conducente. Cuando dicen ¿“la cámpora no será una continuación de montoneros”? O ¿“Hugo Chávez un peligro similar al de Fidel Castro? Mientras ese mito sea un ausente con razón, es imposible tejer una sinonimia entre La Cámpora y Montoneros o entre Chávez y Castro.
Aquellas personas estaban dispuestas a matar y morir, porque creían que estaban modificando el mundo, porque creyeron que Cuba en vez de ser la excepción era la regla, porque creyeron que el socialismo era el fin de la Historia, porque creyeron que Perón era un general socialista, porque creyeron que las Fuerzas Armadas eran fuerzas de ocupación como las francesas o las norteamericanas en Vietnam, pero lo importante es que generaron una épica.
Cuando esa gente cae presa, la épica se viene abajo. Primero porque se dan cuenta que el enemigo contra el cual peleaban no eran un ejército de ocupación ni eran mercenarios, y que aparte sus jefes habían sido los primeros que se habían rendido y pasaron a ser colaboradores de las Fuerzas Armadas.

COLABORACIONISTAS
Desde este lugar, con la particular coincidencia de que esos traidores, doblemente traidores, esta gente que terminó en una suerte de “síndrome de Estocolmo” por llamado de alguna manera, son los mismos que después de delatar a sus compañeros o a sus camaradas de armas, y en definitiva llevarlos a la muerte, son los mismos que se vuelven en contra de aquellos a los cuales habían servido y que de alguna manera en algunos casos les habían perdonado la vida.
Doblemente traidores.
El aporte es importante, porque si bien es cierto que en este aspecto uno no ve la luz al final del túnel.

REVISIONISMO HISTÓRICO
“Voy a hacer una comparación que para muchos, empezando por Calos Manuel, pero ya no nos podemos pelear por esas razones, puede que les resulte fastidiosa. Y quizás a algunos de los presentes también.
“Yo me formé en el nacionalismo católico, y mis maestros son todos los revisionistas, empezando por el que para mí es el más grande de los historiadores argentinos del Siglo XX, además un hombre finísimo que no confundía la política con la historia, el entrerriano Julio Irazusta. Y Julio Irazusta, siendo yo muy chico, 20 años, me dijo un día: ‘mire, el esfuerzo hay que hacerlo y no podemos cejar en el esfuerzo, porque cuando nosotros lanzamos el Instituto Juan Manuel de Rosas y cuando empezamos con Corbalán Mendilarzu y con Caballero, etc. el Revisionismo Histórico en el ‘28, en el año ’30 teníamos todas las de perder’. Sin embargo, Julio Irazusta después de 50 años antes de morir, fue en el ‘82, alcanza a ver el triunfo de las ideas que él había defendido por tanto tiempo. Ustedes me querrán decir qué quiero decir con esto….
“Hoy no vemos la luz al final del túnel. Hoy son yo diría pocos y escogidos, no muchos. El Tata que veo por ahí, Carlos Manuel, Márquez, Laje, Díaz Araujo, son los que de alguna manera han comenzado a recorrer un camino, que no sabemos cuándo, no sabemos cómo, tiene un fin.
“Y ese fin va a  ser exitoso al menos desde un lugar. Va a poner históricamente, historiográficamente, las cosas en su lugar. Lo peor que podemos hacer en ese orden, es desesperarnos, aunque falten muchos años. Pero los mojones iniciales han sido puestos en estos últimos años, y me parece que el último aporte hecho a esa senda recién abierta es “Los Traidores” de Carlos Manuel Acuña.”

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