domingo, 3 de junio de 2012

SE EXTIENDE LA REBELIÓN




"A nadie sorprenderá que tanto políticos
como editorialistas prefieran las
interpretaciones más simplistas entre
todas las disponibles. Con ello no
hacen sino seguir los esquemas
tradicionales de los partidos. Quien
pretenda describir los esfuerzos
de éstos, no tendrá que
extenderse demasiado."

Hans Magnus Enzensberger.
Perspectivas de guerra civil". (Anagrama) Pag. 34

Por Carlos Manuel Acuña

Como si fuera una mancha de aceite que se extiende poco a poco pero de manera constante, la rebelión civil que se inició anteayer con un cacerolazo en distintas ciudades del país, sonó como un mazazo en la cúspide del poder central que registró un verdadero sacudón. Este fue tardío y tomó por sorpresa a la Casa Rosada y la residencia de Olivos donde Cristina Fernández de Kirchner quedó azorada ante las noticias que recibía para luego ingresar en un fuerte estado de histerismo. La orden para que "La Cámpora" salga a competir con los manifestantes muestra hasta que punto afectó el razonamiento presidencial cuyos deseos se aplicaron bajo el lema "No tenemos que perder la calle". Los más avezados de los jóvenes "camporistas" - con seguridad los menos jóvenes y mejor remunerados - entendieron que "perder la calle puede ser el principio de un descalabro", idea que primó entre los analistas aunque no utilizaron ese vocablo tremendista. Sonaban las cacerolas y cornetazos de los automóviles y aún no se sabía lo que ocurría en otras ciudades del país como, Córdoba por ejemplo, donde vía Internet y otros medios electrónicos, se supo que más de diez mil personas se reunieron en el centro y alrededores de la capital mediterránea mientras gritaban otras consignas igualmente duras, centradas en la corrupción, la inestabilidad económica y la inseguridad.

La ruidosa exteriorización del malestar ciudadano duró cerca de una hora, plazo que se repitió en otros lugares donde fueron un denominador común los golpeteos y gritos que repetidos desde los balcones de casas y departamentos. Luego, con ciertas excepciones, cayó el silencio. Casi todos los medios de comunicación callaron o no le dieron la magnitud que merecía este suceso, lo que más tarde se entendió al saberse las grandes presiones que se pusieron en marcha. Anteanoche y a la misma hora ocurrieron algunos remezones y comenzó a conocerse cómo se produjo este verdadero acontecimiento político pero sin partidismos. La convocatoria se puso en marcha mediante correos electrónicos una vez comenzada la semana hasta que mediante el "twiter" y otros sistemas modernos que integran las llamadas redes sociales, llamaron a concentrarse en determinados lugares con la respuesta conocida. Desde la Plaza de la República, después de algunas vueltas alrededor del Obelisco, un grupo de casi dos mil personas marchó hacia la Casa Rosada donde se concentró y gritó las mismas consignas contra la corrupción, la inoperancia del Congreso, las presiones sobre la Justicia y hasta expresiones abiertamente contrarias a la persona de la presidente de la República. Allí, se supo que elementos de "La Cámpora" se dirigían al lugar donde se decidió esperarlos. La Policía se colocó de tal manera que apuntaba a evitar un encontronazo y llegado el momento la situación se limitó a un intercambio de insultos que luego disminuyeron hasta la desconcentración de los dos grupos.

A esa hora se sabía que los "camporistas" habían sido convocados de apuro y que éstos no salían de su asombro por la decisión demostrada por los manifestantes. También nacieron versiones que luego fueron confirmadas, en el sentido de que para este jueves 7 habrá otro "cacerolazo". Internet se llenó de correos en tal sentido y no se hizo difícil palpar tres cosas: el esfuerzo desplegado por el gobierno para silenciar lo ocurrido, la verdadera alteración del ánimo presidencial y la orden impartida a Axel Killisof y al ministro De Vido, de salir al aire e informar que no se estudiaba "la pesificación", lo que no pudo evitar que se acentuara el retiro de los depósitos en dólares en cantidades alarmantes, pero también los realizados en pesos; incluso el movimiento en las cuentas corrientes demostró que el público tenía fresco el recuerdo del "corralito" y que la situación se enrarecía ante el inicio de un perceptible e incipiente desabastecimiento. Simultáneamente, desde el campo se lanzaba la información en el sentido de que la resistencia al "impuestazo" en la provincia de Buenos Aires - que en realidad favorecía al gobierno Central - sería duradera con el inicio de un cese de toda clase de actividades por nueve días, a cuyo vencimiento si no se daba el supuesto del levantamiento de la medida fiscal, "la situación se complicaría". Desde el Movimiento Confederado del sector (CRA y CARBAP) se registraba la tensión del momento y la consulta con otras entidades representativas ratificaban lo que en su momento habíamos adelantado: el conflicto se nacionalizará y abarcará a todo el país.

Para colmo, se conoció el vergonzoso intercambio de correos entre el diputado "camporista" José Ottavis y otros compañeros de bancada, en los que se hablaba de sobornos para lograr el quórum necesario para sesionar y así, poder sancionar la Ley correspondiente. El mundo político y no político sufrió un verdadero sacudón, se anunció que el Fiscal platense Marcelo Romero iniciaba las investigaciones del caso y pedía a las empresas telefónicas la información sobre estas comunicaciones. Lo que ocurría era algo más que un alboroto, pues concurrentemente, mientras se vivían las consecuencias del "cacerolazo" se conocía que el Grupo de los 6 (G6) de la industrializada Córdoba, hacía saber su gran preocupación por la grave situación económica provincial que registraba el cierre de fábricas y suspensión de personal, tal como lo explicamos ayer. La Bolsa de Comercio y Cámaras y Federaciones locales produjeron un comunicado que se conoció al mismo tiempo que los productores agropecuarios difundieron otro para oponerse y resistir el impuesto territorial en un frente común con las organizaciones de otras provincias. El gobernador Uribarri había respirado tranquilo al estimar que el silencio de los productores ante el incremento en un 300 por ciento, le aseguraba la financiación que le negaba la Casa Rosada. Pero ahora las cosas cambiaron y puede decirse que la disposición de varios gobernadores para iniciar la circulación de cuasi monedas, las demoras en pagar sueldos y atender las cuentas de los proveedores, ampliaba una parálisis con tendencia a ampliarse.

Sólo los medios independientes hacen referencia a este panorama en tanto crecen las críticas a las opiniones sobre las capacidades del entorno presidencial. Cunden los comunicados de protesta y las versiones con sus correspondientes contraversiones crean una atmósfera enrarecida que se agudiza ante expresiones insólitas e imprudentes del senador nacional Aníbal Fernández, aunque en realidad no sorprenden como lo merecerían dada la personalidad del ex jefe de Gabinete. El núcleo duro del cristinismo - Carlos Kunkel, el ideólogo Carlos Zannini, el  joven Killisof cuyo crecimiento rutilante duró poco y lo que podríamos llamar como la plana mayor de los muchachos "camporistas" - comienzan a tropezar en este escenario de opereta. Cristina pasa de los retos a los gritos a suspender audiencias concedidas y ahora no se sabe donde ubicarlo al cambiante Horacio Verbitsky que desapareció de la ceremonia de Página 12 cuando habló la viuda para conmemorar el aniversario del diario que fundó y dirigió Lanata hasta su venta años atrás.

Todo es grave en estas circunstancias, tanto por lo que se hizo como por lo que no se hace y otros anuncios que se esperan como ser, más prisiones de militares y civiles especialmente seleccionados que se producirían a tambor batiente ante el convencimiento de que las medidas serían populares, lo que es indicativo que se desea mantener a toda costa el gran negocio de los derechos humanos. Shocklender y Bonafini hija intercambian públicamente y ante la justicia escandalosas informaciones sobre la estafa de las casas populares y salvo honrosas excepciones, la ausencia de los políticos y sus partidos es otra explicación de los cacerolazos que exigen castigos y soluciones.

A medida que transcurren los días, los memoriosos recuerdan que cuando Raúl Alfonsín se aproximaba a renunciar antes de concluir su mandato, había hecho lo mismo para culpar a otros de su fracaso e inventar conspiraciones que no existían con el único resultado de una triste carcajada general. También se recuerda que a comienzos de este verano ya se vaticinaba que después del primer semestre del año se agudizaría la crisis, proceso que comenzó a insinuar el intento de esmerilar las figuras de Mauricio Macri y Daniel Scioli por su capacidad de competir con el oficialismo en futuras elecciones. Cristina se puso más nerviosa cuando conoció las conversaciones de estas dos figuras entre ellas pero sonrió cuando le informaron de la división de la alicaída Unión Cívica Radical, con el alfonsinismo recostado a favor del gobierno y otra corriente que conversa con dirigentes de otras fuerzas, lo que es toda una novedad entre aquellos que tararean "que se rompa pero no se doble...". Lo cierto es que el kirchnerismo puede ufanarse de haber trastocado todo el esquema político - partidario de la Argentina, dato que puede ser positivo según se mire pero que se ensombrece cuando desde el Frente para la Victoria se deslizan sobornos, desprendimientos que buscan romper más todavía al peronismo, se reverdecen ideologías destructivas de la nacionalidad y de la verdad histórica y se utiliza a la corrupción como instrumento de gobierno.

Posiblemente, el "cacerolazo" del jueves, la posición adoptada una vez más por el campo, las declaraciones que empiezan a surgir desde distintos sectores, el anuncio sutil (para poder hacer lo contrario si un milagro modificara las cosas) de que no habrá reelección, algún posible cambio en la Corte Suprema y en el ámbito judicial, constituyan algo más que señales de lo que puede hacer la participación ciudadana como fuente natural de una moral soberana. Una moral, es cierto, pero que requiere hechos concretos para sustentarse.

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