miércoles, 13 de junio de 2012

ESTA ES LA CAUSA DE NUESTRA ABYECTA SUMISIÓN A LA TIRANÍA




Por el Dr. Cosme Beccar Varela     
Buenos Aires, 13 de Junio del año 2012 - 1110



Cuando uno habla con la gente, a cualquier nivel social, encuentra muy pocos, sino ninguno, que sean partidarios de esta tiranía. Eso confirma la sospecha vehemente de que la famosa "elección del 54%" del 2011 fue un fraude escandaloso, como he sostenido en varios artículos de este periódico, cometido mediante el manejo doloso de los sistemas electrónicos del Centro de Computación Oficial, con el auxilio de la empresa INDRA, especialista en ese tipo de fraudes (ver nros.1056, 1057 y 1066 del 25 y 31 de Agosto del 2011 y 1066 del 25 de Octubre del 2011).

Esa ausencia de partidarios y la gran cantidad de críticos de la tiranía que hay por todas partes nos deja, asombrados, delante de un misterio. Si es así, ¿cómo puede ser que esta tiranía siga impertérrita, sólidamente instalada en el poder a pesar de las críticas, de los daños enormes y evidentes que le está causando al país y al bien común, de su escandalosa corrupción y de las aparentes divisiones internas que hay entre sus cómplices, y que no se vea por ninguna parte la posibilidad de que esta pesadilla se acabe?

Creo que la explicación hay que buscarla en las profundidades del alma de los argentinos, especialmente de los críticos de las "clases cultas".

Lo normal sería que, ante la evidencia de tantos males cuantos causa este régimen y de la forma inexorable como va perjudicando la vida, el trabajo y los bienes de todos y de cada uno (salvo a los delincuentes y a los corruptos que tienen cargos públicos), la gente reaccionara con energía y del pensamiento pasara a la acción, sin poder contenerse en su indignación ante el espectáculo de tantos atropellos. Ese es el movimiento normal de las almas de las personas bien constituidas.

Sería absurdo, por ejemplo, que alguien presenciara cómo hieren a un hijo o a un amigo y se limitara a comentar con otro: "¡Qué barbaridad! ¡Vea lo que le están haciendo a mi hijo (o a mi amigo)!" pero se quedara inmóvil, sin siquiera intentar defenderlo o buscar rápidamente auxilio para impedir el crimen.

Por cobarde que alguien sea, no se explicaría que ante la atrocidad que presencia, no atinara a otra cosa que a quejarse a distancia, sin hacer nada para impedir esa violencia. Como digo, ese cobarde puede, por lo menos pedir auxilio, correr a buscar auxilio, hacer algo, aunque sea con el menor riesgo posible. Es decir, es impensable que alguien en esa situación se limitara a comentar desfavorablemente el atentado pero no pasara a ninguna clase de acción, como si tuviera sólo una boca y no tuviera ni imaginación, ni inteligencia, ni brazos ni ninguno otro miembro que pudiera usar para realizar algún acto que responda al juicio adverso que el caso le merece.

Ahora bien, lo que está pasando en el país y lo que puede temerse con bastante certeza que seguirá ocurriendo, es mucho más grave que el caso que acabo de imaginar. Es el fin de la Patria en un mundo en el que ya no hay dónde exilarse, porque todo el mundo está mal, y aunque lo hubiera, estamos perdiendo nuestra Patria, que es uno de los países mejor dotados del mundo, que podría ser grande y feliz si no estuviera en manos de la escoria más repulsiva de nuestra sociedad, inspirada por la peor ideología de la Historia, que es el comunismo.

¿Cómo puede ser que este pueblo, sin confesar abiertamente que no le importa, sin decir que prefiere vivir mal antes que reaccionar y acabar con este flagelo, repudia el régimen pero no actúa?

Y no me refiero sólo a las "clases cultas" de recursos y antecedentes modestos sino a los más afortunados, mejor educados, descendientes de las mejores familias tradicionales, que tienen la posibilidad y el deber de actuar por aquello de que "noblesse oblige",  ¡y no lo hacen!

Creo que la explicación está en la falta de fe y amor a Dios que les lleva a despreciar las gracias que mueven el corazón a la lucha y al heroísmo, es decir, a la falta de entusiasmo por el Bien, la Justicia y la Verdad.

Santo Tomás de Aquino, en su pequeño tratado "De las perfecciones divinas" dice: "Deberíamos proteger y sostener el bien con solicitud y resistir valientemente a quienes lo combaten. Deberíamos también detestar el mal con todo nuestro corazón e ingeniarnos para obstaculizarlo, porque injuria a Dios y daña al prójimo; y más todavía, porque ultraja al Creador, que porque pone al hombre en peligro" (pag. 16)

"No solamente traiciona la verdad aquél que la cambia por la mentira sino también la traiciona el que no la dice libremente, porque es necesario decirla con libertad; y también el que no la defiende con valentía, porque valientemente hay que defenderla" (pag. 41)

Esos opositores de la boca para afuera no dicen toda la verdad, ni "se ingenian para obstaculizar el mal", sabiendo que el único modo de obstaculizarlo realmente, en nuestro caso, es acabar con la tiranía a la que deben "resistir valientemente".

No se trata de convencerlos de que esta tiranía es mala. Lo saben perfectamente. Lo que pasa es que no quieren actuar en consecuencia, y no quieren porque les falta entusiasmo por el Bien, la Justicia y la Verdad. El entusiasmo no especula ni busca ventajas personales, ni retrocede ante el riesgo. Es como un "fuego sagrado" que se enciende en el alma, que agudiza la inteligencia, aviva la imaginación, fortalece las decisiones y moviliza todas las fuerzas físicas.

Por más que uno escriba artículos feroces, por más que uno hable con la elocuencia de un Cicerón, jamás podrá despertar en las almas opacas de los argentinos oprimidos, pero entregados, el entusiasmo que les falta para actuar valiente y perseverantemente. Preferirán proponerse objetivos importantes pero parciales que, por buenos que sean, ni servirán a esos objetivos ni menos aún acabarán con la tiranía que es la causa de todos los males.

La palabra "entusiasmo" (lo digo sin querer emular a un conocido apóstata que dañó tanto al país hablando en televisión y que tenía la pedantería de las etimologías) deriva de la palabra griega "énthous", que quería decir "inspirado por los dioses". Se atribuía a los héroes, a los poetas, a todos aquellos que hicieran con energía una gran obra o una gran acción. Se daban cuenta que ese "énthous" hacía que el hombre subiera por encima de lo común y diera lo mejor de su alma, olvidándose de sí mismo. Eso no podía ser si no por una participación de la sublime actividad de los "dioses" que les comunicaban su poder de alguna forma.

Esta idea de los paganos cabe enteramente dentro del catolicismo substituyendo la "influencia de los dioses" por la "gracia de Dios" conquistada para nosotros por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz.

El entusiasmo por las causas nobles sólo es posible por una gracia de Dios que nos eleva sobre nosotros mismos. Esa gracia tiene dos condiciones; hay que pedirla y si es concedida, hay que aceptarla y hacerla rendir el ciento por uno mediante acciones heroicas.

Los argentinos estamos siendo esclavizados, nos achicharramos y morimos porque no pedimos esa gracia y si alguna vez nos la dio Nuestro Señor, la hemos rechazado estúpidamente para quedar reducidos a la categoría de idiotas, llevados de las narices por la mujer de vida dudosa que usurpa la presidencia como un títere de la secta neo-comunista que la dirige.

Esta explicación de nuestra vileza ramplona y mentirosa es la única posible. Y de ese morbo diabólico -porque sin duda Satanás está metido en este asunto- lo único que puede curarnos es la oración y la docilidad sin condiciones a la gracia de Dios.


Cosme Beccar Varela

e-mail: correo@labotellaalmar.com

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