sábado, 10 de marzo de 2012

PUNTO DE INFLEXIÓN



El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Número CCXLIII (243), 10 de marzo de 2012

Hablando en los Estados Unidos el mes pasado acerca de las relaciones entre Roma y la FSSPX, el Superior General de la Fraternidad San Pío X dijo que un acuerdo práctico entre ambos podría ser posible si Roma aceptara a la Fraternidad San Pío X como ella es, y citó al Arzobispo* como que frecuentemente ha dicho que tal acuerdo sería aceptable. Sin embargo, Mons. Fellay agregó que la última vez que el Arzobispo dijo eso fue en 1987.  Este pequeño agregado es altamente significativo, y merece ser vivido, especialmente para una generación más joven que podría no estar familiarizada con el drama histórico de las Consagraciones Episcopales de 1988.
De hecho el drama de los dramas, sin el cual la FSSPX no podría jamás haber llegado a existir, fue el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965), en el cual la gran mayoría de los obipos católicos del mundo suscribieron aquella “puesta al día” de la Iglesia, por la cual ellos separaron su autoridad Católica de la verdad de la Tradición Católica. A partir de ese punto, los católicos debieron elegir entre la Autoridad y la Verdad. Al día de hoy, si ellos eligen Autoridad, ellos necesitarán mucho de la Verdad, y si ellos eligen Verdad, ellos anhelarán la unión con la Autoridad. El Arzobispo Mons. Lefebvre eligió la Verdad, que es el motivo por el cual él fundó la FSSPX en 1970 para defenderla, pero tanto como le fue posible él hizo todo lo que estaba en sus posibilidades para sanar su separación de la Autoridad esforzándose para obtener de Roma la aprobación para su Fraternidad. Ese es el motivo por el cual el Obispo Fellay tiene razón al decir que hasta 1987 el Arzobispo* repetidamente deseó y trabajó por algún acuerdo práctico con Roma.
Sin embargo, hacia 1987 el Arzobispo* tenía 82 años de edad. Él previó que sin sus propios Obispos, sostenidos en la Tradición, la FSSPX debía llegar a su fin. Estaba convirtiéndose en urgente obtener de Roma por lo menos un obispo, pero Roma se detuvo, seguramente porque ella también era bien consciente de que la FSSPX sin su propio obispo podría morir con una prolongada agonía. La resolución estancada del entonces Cardenal Ratzinger en mayo de 1988 dejó en claro al Arzobispo* que la Roma neo-modernista no tenía intención de proteger o aprobar la Tradición Católica. Así el tiempo para la diplomacia había terminado, y él siguió adelante con las Consagraciones Episcopales. Desde entonces, él dijo, iba a ser Doctrina o nada. Desde entonces el preludio de cualquier contacto entre Roma y la FSSPX, él dijo, sería la absoluta necesidad de la profesión de Fe hecha por Roma en los grandes documentos antiliberales de la Tradición Católica, como por ejemplo Pascendi, Quanta Cura, etc.
Y ese es el por qué como Obispo Fellay, implicado el 2 de febrero, al gran Arzobispo* no se le oyó decir nunca más hasta su muerte en 1991 que algún acuerdo práctico pudiera ser posible o deseable. Por sí mismo él había ido tan lejos como él pudo para obtener de la Autoridad el mínimo de requisitos para la Verdad. Él incluso sugirió una vez que él en mayo de 1988 había ido demasiado lejos. Pero desde el momento de las Consagraciones en adelante él nunca vaciló o asumió compromisos, y él urgió a su Fraternidad a seguir en la misma línea.
¿Ha cambiado la situación desde entonces? ¿Roma ha retornado a la profesión de la Fe de siempre? Uno podría pensar eso cuando el Obispo Fellay nos informa en el mismo sermón que Roma ha modificado su dura posición del 14 de septiembre, y se declara a sí misma ahora dispuesta a aceptar a la FSSPX como es. Pero uno necesita solamente recordar a Asís III y la Neobeatificación de Juan Pablo II para sospechar que detrás de la descubierta nueva benevolencia de los eclesiásticos de Roma descansa con toda probabilidad una confianza en la euforia del reestablecimiento y prolongado mutuo contacto para diluir, lavar y eventualmente disolver la FSSPX que presenta hasta el momento obstinada resistencia a su Neoiglesia. Desgracidadamente.

“Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor”


Kyrie eleison

NOTAS DE DIARIO PREGÓN DE LA PLATA:
Traducción de Diario Pregón de La Plata
* Arzobispo Mons. Marcel Lefebvre

A continuación, transcribimos el original en inglés:
Number CCXLIII (243)
 
10 March 2012

TURNING POINT
Speaking in the USA last month on Rome-SSPX relations, the Society of St Pius X’s Superior General said that some practical agreement between the two might be possible if Rome would accept the SSPX as it is, and he quoted the Archbishop as having often said that such an arrangement would be acceptable. However, Bishop Fellay did add that the last time that the Archbishop said this was in 1987. This little addition is highly significant, and it deserves to be dwelt on, especially for a younger generation that may be unfamiliar with the historic drama of the Episcopal Consecrations of 1988.
In fact the drama of dramas, without which the SSPX would never even have come into existence, was the Second Vatican Council (1962-1965), at which the large majority of the world’s Catholic bishops signed on to that “up-dating” of the Church by which they split their Catholic authority from the truth of Catholic Tradition. From that point on, Catholics had to choose between Authority and Truth. To this day, if they choose Authority, they must long for Truth, and if they choose Truth, they still yearn for union with Authority. Archbishop Lefebvre chose Truth, which is why he founded the SSPX in 1970 to defend it, but for as long as possible he did all in his power to heal its split with Authority by striving to obtain Rome’s approval for his Society. That is why Bishop Fellay is right to say that until 1987 the Archbishop repeatedly wished and worked for some practical agreement with Rome.
However, by 1987 the Archbishop was 82 years old. He foresaw that without its own bishops, the SSPX’s stand for Tradition must come to an end. It was becoming urgent to obtain from Rome at least one bishop, but Rome stalled, surely because it too was well aware that the SSPX without its own bishop would die a lingering death. The resolute stalling of then Cardinal Ratzinger in May of 1988 made it clear to the Archbishop that neo-modernist Rome had no intention of protecting or approving of Catholic Tradition. So the time for diplomacy was over, and he went ahead with the Episcopal Consecrations. From then on, he said, it was to be doctrine or nothing. From then on the absolutely necessary prelude to any contacts between Rome and the SSPX, he said, would be Rome’s profession of Faith in the great anti-liberal documents of Catholic Tradition, e.g. Pascendi, Quanta Cura,etc..
And that is why, as Bishop Fellay implied on February 2, never again until his death in 1991 was the great Archbishop heard to say that some practical agreement might be possible or desirable. Himself he had gone as far as he could to obtain from Authority the minimum requirements of Truth. He even once suggested that he had in May of 1988 gone too far. But from the Consecrations onwards he never wavered or compromised, and he urged his Society to take the same line.
Has the situation changed since then? Has Rome returned to the profession of the Faith of all time? One might think so when Bishop Fellay informs us in the same sermon that Rome has modified its harsh position of September 14, and declares itself now willing to accept the SSPX as is. But one need only recall Assisi III and the Newbeatification of John-Paul II to suspect that behind the Roman churchmen’s new-found benevolence towards the SSPX lies in all likelihood a reliance on the euphoria of re-established and prolonged mutual contact to dilute, wash out and eventually dissolve the SSPX’s so far obstinate resistance to their Newchurch. Alas.
“Our help is in the name of the Lord.”
Kyrie eleison

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