jueves, 7 de abril de 2011

FALLECIÓ LA HERMANA BERNARDA, LA FAMOSA MONJA COCINERA, EN UNA FALSA NOTICIA DE TN

Hna Bernarda en la Feria del Libro

La recordada monja cocinera de la televisión falleció hoy a los 83 años en Buenos Aires. Vendió miles de libros con sus recetas y consejos.

La monja cocinera saltó a la fama mediática desde el canal Gourmet, con sus recetas alemanas y sus consejos sobre la religión, la familia y las buenas costumbres. Por su particular carisma, María Bernarda Seitz, más conocida como la Hermana Bernarda, tuvo su momento de fama en la televisión hace algunos años que la llevó a ser muy reconocida y a vender miles de libros en nuestro país y en el resto de Latinoamérica.

En la Editorial Bonum, la cocinera publicó Hermana Bernarda 100 recetas: cocina y meditación, un libro que se convirtió en best seller en Argentina y varios países del mundo. Muchas de las citas “teológicas” que en sus libros efectuó pertenecen a Anselm Grün, sacerdote que deforma la Fe con una visión meramente psicologista y sensible, y por tanto antisobrenatural.

Durante su infancia, Bernarda vivió en un campo del sur de la provincia de Córdoba.

Biografía

María Bernarda Seitz, más conocida como la Hermana Bernarda, nació el 19 de junio de 1927 en la provincia de La Pampa, Argentina.

Durante la infancia vivió con su familia en un campo cordobés.

Desde pequeña cocinaba para los suyos y como aún no sabía leer el reloj se guiaba por la luz del sol para comenzar a preparar el guiso: "Cuando la sombra llegue a la pared de la casa es el momento de poner la cacerola sobre el fuego, me decía mi madre", recuerda. 

A los 16 años ingresó a la Congregación de las Hermanas de la Santa Cruz.

Entre los años 1986 y 1987 vivió en Alemania y Suiza donde se reencontró con sus orígenes y se perfeccionó en el arte de la cocina, que a lo largo de varios años se encargó de transmitir a sus alumnas.

Compartió con sus seguidores sus conocimientos a través de un programa de televisión por cable,se hizo conocer y amar por el público de muchos países americanos, visitándolos y participando en diferentes eventos y programas como invitada especial y escribió varios libros de cocina.

Falleció en Buenos Aires, el 7 de abril de 2011.

GOZA DE BUENA SALUD

La falsa noticia de su muerte circuló por las redes sociales, particularmente en Twitter, y hasta fue levantada por algunos sitios y canales de noticias.

Todo esto acabó siendo una falsa alarma, ya que “los muertos que desde TN matáis gozan de buena salud”. 

Perfil.com se comunicó con la Editorial Bonun, responsable de editar sus libros, y desmintieron la versión. En el convento donde vive desde 1957 confirmaron que la religiosa sigue viva y "en perfecto estado".

UN STRUDELL DE POLLO

Una de las recetas particulares de la Hermana Bernarda es el Strudell de Pollo.

En su cocina, prepara un strudell de pollo y una ensalada de papas a la suiza, en videos que pueden verse por Internet y que se hallan con cualquier buscador.

En una cosa decía una gran verdad la Hermana Bernarda: que en las actividades cotidianas se debe uno aplicar como parte de la oración, convertir en oración lo cotidiano, ofrecido a Dios.

ENCUENTRO EN UN AEROPUERTO

Arzobispo de Nueva York

El Arzobispo de Nueva York

 

“¿Es Usted cura? No puedo mirarle a Usted ni a ningún otro sin pensar en un abusador sexual”

Mons. Timothy Dolan, Arzobispo de Nueva York, cuenta una experiencia personal (“An airport encounter“), con reflexiones muy oportunas, incluso para nuestro País, sobre los abusos sexuales del clero.

* * *

Era sólo la tercera vez que me pasaba en mis 35 felices años como sacerdote, las tres veces en los últimos 9 años y medio.

Otros sacerdotes me cuentan que les ha sucedido muchas más veces.

Pero tres son bastante. Cada vez que me dejó tan agitado que casi tenía náuseas.

Sucedió el pasado viernes.

Acababa de llegar al aeropuerto de Denver para hablar en la popular convención anual de Living Our Catholic Faith. Mientras esperaba al tren eléctrico que me llevase a la terminal, un hombre de unos cuarenta años, que también estaba esperando, se me acercó.

– “¿Es Usted un sacerdote católico?”, preguntó con amabilidad.

– “Sí, claro. Mucho gusto”, le dije, tendiendo mi mano. Él la ignoró.

– “Crecí en un hogar católico”, respondió. Yo no estaba preparado para la punta aguzada de su estilete. “Ahora soy padre de dos chicos, y no puedo mirarle a Usted ni a ningún otro sacerdote sin pensar en un abusador sexual”.

¿Qué responder? ¿Gritarle? ¿Pedir disculpas? ¿Expresar comprensión? Admito que todas esas reacciones vinieron a mi mente mientras me debatía entre la vergüenza y la rabia por el daño y la herida que me infligía con esas palabras punzantes.

– “Bueno”, dije recobrándome lo suficiente, “Sin duda, lamento que lo sienta así. Pero, déjeme preguntarle… ¿cuando ve un rabino o a un ministro protestante automáticamente cree ver a un abusador?”

– “No. En absoluto”, respondió con los dientes apretados.

– “¿Y cuando ve a un entrenador, un líder boy scout, un padre adoptivo, un consejero o médico?”

– “Por supuesto que no”, respondió. “¿Qué tiene que ver con esto?

– “Mucho”, respondí. “Porque cada una de esas profesiones tiene un porcentaje de abusadores tan alto, quizá mayor que el de los sacerdotes”.

– “Quizá”, admitió. “Pero la Iglesia es el único grupo que sabía lo que pasaba, no hizo nada, y se limitó a pasar los pervertidos de un lado a otro”.

– “Parece obvio que Usted nunca vio las estadísticas sobre los profesores de colegios públicos”, comenté. “Solo en mi ciudad natal, Nueva York, los expertos dicen que la proporción de abusos sexuales entre profesores de la escuela pública es diez veces más alta que entre los sacerdotes, y esos abusadores, simplemente, fueron transferidos de un sitio a otro”.

[Si hubiese conocido las noticias del New York Times del pasado domingo sobre la alta tasa de abusos contra los más indefensos en la mayoría de hogares tutelados por el Estado, con abusadores simplemente transferidos de un hogar a otro, también lo hubiera mencionado].

No respondió, así que continué.

– “Perdone que sea tan contundente, pero Usted lo fue conmigo, así que permítame preguntar: ¿cuando Usted se mira al espejo, ve un abusador sexual?”

Ahora era él quien se sobresaltaba como yo antes.

– “¿De qué demonios me habla?”, dijo.

– “Es triste, pero los estudios nos dicen que la mayoría de los niños abusados sexualmente son víctimas de sus padres o de otros miembros de la familia”, respondí.
Ya era bastante. Le vi aturdido y traté de calmarlo.

– “Le diré que, cuando le veo a Usted, yo no veo un abusador, y agradecería la misma consideración de su parte”.

El tren nos había llevado a la zona de recogida de equipajes y salimos juntos.

– “Bien, entonces ¿por qué sólo oímos toda esa basura acerca de ustedes los sacerdotes?”, preguntó pensativo.

– “Lo mismo nos preguntamos los sacerdotes. Tengo una serie de razones, si le interesa”.

Asintió mientras caminábamos hacia la cinta transportadora.

– “Por un lado, los sacerdotes merecemos un escrutinio más intenso porque la gente confía más en nosotros, ya que osamos afirmar que representamos a Dios, así que si uno de nosotros hace esas cosas, aunque sólo una diminuta minoría lo haya hecho, es más repugnante.

– Segundo, me temo que hay muchos por ahí que no aman a la Iglesia y hacen lo que pueden por dañarla. Este es un tema con el que adoran azotarnos sin descanso.

– Y tercero, detesto decirlo, se puede sacar mucho dinero denunciando a la Iglesia Católica, mientras que apenas vale la pena denunciar a alguno de los grupos que comenté antes”.

Ahora ambos teníamos ya nuestro equipaje y nos dirigimos a la puerta. Él tendió su mano, la que 5 minutos antes no me había tendido. Nos dimos un apretón.

– “Gracias, encantado de haberle conocido”, dijo. Se detuvo un momento. “¿Sabe? Pienso en los grandes sacerdotes que conocí de niño. Y ahora, que trabajo en IT en la Regis University, conozco algunos jesuitas devotos. No deberíamos juzgarles a todos ustedes por los horribles pecados de unos pocos”.

– “Gracias”, dije sonriendo. Supongo que las cosas se habían arreglado porque, mientras se iba, añadió: “al menos, le debo un chiste: ¿qué sucede si no puedes pagar a tu exorcista?”

– “Ni idea”, respondí.

– “Una re-posesión”

Nos reímos y nos separamos. Pese al final feliz, aún temblaba y casi sentí que necesitaba un exorcismo para expulsar de mi alma sacudida el horror que todo este asunto ha significado para las víctimas y sus familias, para nuestros católicos, como ese hombre… y para nosotros, los sacerdotes.

Fuente: Acción Familia

EL PADRE ISAGUIRRE DE LA PLATA (DIOCESANO) AHORA ES DE LA FRATERNIDAD SAN PÍO X

Padre Ricardo Isaguirre

Fuente: http://statveritasblog.blogspot.com/

El Padre Ricardo Isaguirre, era sacerdote de la diócesis de La Plata, en nuestra querida patria Argentina. En el transcurso de su vida como sacerdote fue percatándose de las falencias en la nueva eclesiología, en la nueva teología y la nueva doctrina conciliar.

Actualmente se encuentra en España y el pasado 8 de diciembre del 2010 formalizó su ingreso en las filas de la tradición en la Capilla de Santiago Apóstol de Madrid, con el P. Juan Mª de Montagut como representante de Monseñor Fellay. Es, sin duda, una grandiosa noticia que deseamos reproducir y sumarla, a la ya publicada noticia, del ingreso del sacerdote italiano Don Massimo Sbicego, dejando en claro que la lucha por la custodia de la Doctrina tradicional católica sigue y crece con nuevos miembros, a pesar de los ataques gratuitos y desesperados de otros.

¡Dios lo bendiga padre Isaguirre! Rezaremos por usted y pediremos que San José, San Ricardo y la Inmaculada Virgen María de Luján le custodien.

Carta de ingreso en la Hermandad San Pío X

La Santísima Virgen María, en su condición de Inmaculada, quiso acompañarme siempre desde que comencé a decir Misa; así mi Ordenación sacerdotal, que me parece hoy tan lejana, tuvo lugar en la espléndida Catedral de la capital bonaerense de La Plata, República Argentina, cuya titular es la Inmaculada Concepción. Esta presencia maternal llegó, por la Providencia de Dios, hasta el día de mi compromiso con la Hermandad Sacerdotal de San Pío X, formalizado en el marco de la sagrada acción eucarística el pasado 8 de diciembre. ¡Gracias a ti, Madre mía Inmaculada, Virgencita de Luján y Patrona de España!

Por mí condición de antiguo sacerdote diocesano conservo amistad con muchos de mis colegas, tanto en mi América natal como en mi España adoptiva. Algunos de esos compañeros me han preguntado por las razones de mi resolución, tan grave y definitiva. Porque desde el punto de vista del clero oficial, que ellos aún comparten, se trataría –cuando menos- de un “cisma” personal. Un párroco de Barcelona, que me conoce mucho y según me consta me estima, se lamentaba en una carta reciente de que él y yo “ya no estemos en comunión plena”.

No soy quien para analizar aquí tales posturas, pero de mí mismo afirmo que ni sostengo ni participo de ninguna manera en ningún género de pensamiento “cismático”. Otro sacerdote inquiría alarmado: “¿Te readoctrinarán en Suiza?” Los miembros de la Hermandad con quien trato, obispos y sacerdotes, son empero, sencillamente, católicos romanos en su acción y en sus ideas. Lo que vivo en la casa a la que ahora pertenezco es espíritu sacerdotal católico alentado por la caridad fraterna, la esperanza y la fe compartidas. El Santo Sacrificio de la Misa que ofrecemos es aquel que Jesucristo encomendó por los Apóstoles a su Esposa, la Santa Madre Iglesia Católica, y que ella celebró por medio de sus sacerdotes durante dos mil años. Los sermones que escucho de mis cofrades exponen a los fieles la doctrina católica y su moral. En pocas palabras, yo, que era católico romano y que durante décadas, siendo laico primero, seminarista luego y finalmente sacerdote, me sentí en realidad ajeno a la Iglesia conciliar y sólo tolerado en sus filas por motivos prácticos, experimento lo que al convertirse el Cardenal Newman llamó su coming home: aquella tender Light, la “suave luz” a cuya guía se encomendó en sus muchos años de cismático y herético anglicano (de buena fe), misteriosamente –porque así actúa la gracia en quienes a ella con humildad se confían- lo había llevado a la Iglesia de Roma, donde encontró su hogar –para él no siempre confortable por la envidia de los mediocres- y su santificación según la voluntad de Cristo.

En mi caso la participación en la herejía neomodernista fue material, en cuanto ante Dios, con temor y temblor, puedo reconocer en conciencia; a pesar de los esfuerzos al final inútiles de algunos que querían permanecer fieles al Catolicismo sin cuestionar el Concilio Vaticano II pública y firmemente (en primer lugar el llorado Arzobispo platense que me confirió el Orden Sagrado), era el aire envenenado que, proveniente de la Roma actual, se respiraba por fuerza en las diócesis a las que pertenecí o en las que actué, en los movimientos a los que asesoré, en la curia diocesana en la que con denuedo estuve al servicio del Ordinario local. Pero la sensación y mejor aún la convicción certera de haber vuelto a casa es semejante, y aun mayor, porque yo fui criado como católico y John Henry Newman como protestante fervoroso. Por eso él, erudito historiado de la Iglesia antigua, aseguraba haber descubierto, deslumbrado por la verdad, en cierto punto final de sus estudios sobre la herejía arriana que la Iglesia de Inglaterra del siglo XIX estaba en el lugar del heresiarca Arrio y que la Iglesia de Roma (¡ah! La Roma de sus años) permanecía en el mismo lugar que la de los Papas y obispos que en el siglo IV confesaban la verdadera fe apostólica. Conocemos la heroica decisión de Newman.

Pero yo no soy más que un desconocido sacerdote que, ya hombre maduro, quiere servir a Cristo y su Santa Iglesia, sin separarse de ninguno que profese la Fe cristiana tradicional, aquella que todos los católicos sostuvieron siempre en todo lugar. Cuando era no más un muchacho, recuerdo con afecto que, especulando despreocupadamente acerca de nuestro futuro, una compañera de estudio decía de mí: “Sólo le interesa la Iglesia” ¿Podía haber actuado de otra manera ante la evidencia de la Tradición vivida, conocida, cultivada y encarnada en esta “obra de la Iglesia” que hace cuarenta años fundó el venerado Arzobispo Marcel Lefebvre a fin de que no faltaran nunca a la iglesia el Santo Sacrificio de la Misa y los sacerdotes que sepan ofrecerlo según el rito romano sancionado por San Pío V como síntesis admirable e insuperable de la Santa Doctrina de Cristo expuesta por los Padres de la Iglesia y los Sagrados Concilios del pasado?

Un rector de mi Seminario modernista enseñaba que es ilusión comprensible en el seminarista soñar con el día que presidirá la Eucaristía en medio de los pobres: “Desde ese rol de pastor los animará, los promoverá, ofrecerá a Dios el cordero de sus sufrimientos y el vino de sus alegrías”, etc. La religión del hombre enseñada a los jóvenes del Concilio… yo comprendía la inconsecuencia e incluso la criminal superficialidad de la formación allí impartida, la falsedad de una Iglesia convertida en promotora social y el sacrilegio de sus sacerdotes revestidos de animadores comunitarios. Sufría porque cada Misa moderna que decían era una Misa que des-decían, un tributo ofrecido no al Creador y Redentor, sino a la criatura. La Misa que hizo a la Iglesia y a la Civilización cristiana estaba interdicta para nosotros y, en todo caso, era una pieza de museo indeseable en el mundo de hoy y en la supuesta Iglesia aggiornata.

La bondad de Cristo ha querido librar de esa ideología perniciosa y de sus consecuencias a nuestra Hermandad, cuyo fin primero es el bien integral de los sacerdotes, a los que socorre y apoya, como lo hizo Monseñor Lefebvre en persona, para que no desfallezcan perdiendo su identidad frente al embate criminal del posconciliarismo. En su tenaz resistencia se manifiesta la fuerza del Salvador; por esa gracia en nuestros a veces humildes altares arde sin embargo constante la zarza gloriosa que no se consume y el sacerdocio alcanza su máxima grandeza de alabanza, intercesión y propiciación, aunque esté oculto y sea perseguido. ¿No es también propio del sacerdote católico compartir el oprobio que cayó sobre Cristo clavado en la Cruz por el pecado del mundo?

Recuerdo para terminar la preocupación de lo que para algunos amigos de antaño ha sido mi adopción del “integrismo fundamentalista de la extrema derecha católica”. Si la expresión no fuera tan poco exacta para describir a los seguidores y continuadores de Monseñor Lefebvre, ¡qué gran cumplido se nos estaría dedicando! Conservamos íntegros los fundamentos que no pusimos nosotros, sino Jesucristo y sus Apóstoles por mandato suyo. Renegamos con todas nuestras fuerzas de la Revolución contra el trono del Altísimo; ¿no es ella acaso la que, con las armas de la Filosofía de las Luces y los oscuros manejos históricos de masones y judíos, aliada a la izquierda internacional de la política y la cultura ateas, sumado el impulso del orgullo liberal, desata cada día su guerra para derrocar a Dios y su Reino en el mundo y en las lamas, que es la Iglesia católica romana? Esperamos por la bondad de nuestro Rey y Señor, al que servimos como apóstoles de Jesús y de María, ser llamados un día a su derecha, cuando triunfe sobre todas las herejías el Corazón Inmaculado de su Madre y Madre nuestra. ¡Oh Señora del cielo y de la tierra, sólo te ruego que inspires a muchos sacerdotes determinarse a hacer en este tiempo lo que corresponde a nuestra condición de ministros de tu Hijo par que su Sagrado Corazón venza, reine e impere en todas partes sobre los hombres, los pueblos y las naciones!

R.P. Ricardo Isaguirre, revista “Tradición Católica” nº 230, Madrid, España.

Agradecemos la publicación de esta noticia al Blog “In Diebus illis”.

¡VIENEN POR TODOS!

Hugo Moyano  

Por: Enrique Guillermo Avogadro

“Es peligroso tener razón cuando el Gobierno está equivocado”

Voltaire

En los últimos días, la Argentina entera ha contemplado, con enorme estupor, la degradación de los pocos marcos institucionales que quedan en el país, y el consecuente avasallamiento de todos los derechos y garantías constitucionales.

Así, don Hugo Moyano atropelló sediciosamente a la República exigiendo no ser objeto de una investigación suiza sobre su injustificable patrimonio personal y familiar, un extorsionador Siri -acompañado por uno de los hijitos de “Camión”- impidió que un millón de lectores pudieran leer el diario, don “Anímal” Fernández nos dijo que los radares fronterizos son una zoncera, doña Nilda Garré ignoró a la Justicia y al Congreso, y la inefable doña Cristina otra vez abortó una discusión parlamentaria para poder concretar, por decreto, una iniciativa de la oposición e intentar adueñarse de sus beneficios políticos.

Los ciudadanos, en general, parecemos no haber tomado conciencia, aún, que estamos perdiendo la República. Las encuestas, al menos por ahora, nos informan que seguimos privilegiando el auto, las vacaciones y el televisor a la libertad y a la democracia.

No reaccionamos cuando se nos roban nuestros ahorros en bancos o en AFJP’s, cuando se nos pagan jubilaciones de hambre, cuando carecemos de salud y de educación públicas, cuando nos matan o roban diariamente, cuando nos enteramos de cómo se transforman en increíblemente ricos los funcionarios de todo nivel, cuando se nos expolia con impuestos, cuando se violan la Constitución y las leyes en nombre de una democracia meramente formal.

La más curiosa de las características que nos diferencia del resto de las sociedades es nuestra falta de memoria. Así, olvidamos cuánto padecimos en 2001, y en 1989.

Por sobre todo, seguimos privilegiando la semana que viene a los próximos treinta años. Total, creemos que Dios es argentino y que, como tal, descubrirá la solución a los innumerables problemas que el “modelo” está escondiendo debajo de la alfombra del consumo impulsado por el gasto público y que explotarán en 2012, cualquiera sea el signo político -inclusive el K- de quien se siente en el sillón de Rivadavia.

Mientras tanto, el Gobierno y sus coyunturales y extremos aliados (por ahora) siguen haciendo de las suyas. Las “suyas” son ahora nuestras libertades, y la pregunta es si también lo soportaremos porque, algunos, estamos mejor del bolsillo. Falta muy poco, realmente, para que vengan por nosotros, los que opinamos diferente, los que no estamos dispuestos a cejar en nuestra lucha diaria contra el pensamiento único y la tiranía y a favor de la República.

No somos capaces, siquiera, de percibir que, tuviéramos buenos gobernantes (los Kirchner hubieran podido serlo, de ser buenas personas), nos iría muchísimo mejor.

Tendríamos menos desigualdades, porque habría más inversiones y más empleo. Tendríamos mejor presupuesto nacional, porque no se podría subvalorar el crecimiento para manejar, arbitrariamente, la diferencia con la realidad. Tendríamos más reservas, porque el Poder Ejecutivo no podría disponer de ella para dilapidarlas a su antojo. Tendríamos más crédito internacional, porque resultaríamos creíbles y confiables.

Tendríamos mejor infraestructura, porque se dejarían de sobrefacturar las obras. Tendríamos mejores hospitales y escuelas, porque se terminaría la corrupción. Tendríamos nula mortalidad infantil causada por la desnutrición, porque los gobiernos se preocuparían por la gente. Tendríamos poquísima inflación, porque habría más oferta de bienes. Tendríamos el 82% móvil, porque no se saquearía a la ANSES.

Tendríamos mejor sindicalismo, porque se democratizaría la vida sindical. Tendríamos mejor Administración, porque los organismos de control recuperarían sus facultades y competencias. Tendríamos mejor política, porque se terminarían las cajas negras que sostienen esta forma de hacerla.

Tendríamos mejores transportes, porque se terminaría con el escándalo de los subsidios robados. Tendríamos seguridad cotidiana, porque impartiríamos educación y daríamos empleo a los jóvenes, y no planes clientelistas. Tendríamos menos narcotráfico, porque se radarizarían las fronteras y se sancionaría la “ley de derribo”. Tendríamos un mejor Congreso, porque sería el foro en el cual se discutirían los verdaderos problemas de la gente.

Tendríamos mejor policía, porque le pagaríamos mejor y la obligaríamos a actuar dentro de la ley. Tendríamos mejor Justicia, porque la permanencia de los jueces en sus cargos dependería de su independencia y de su idoneidad, y no del favor oficial. Tendríamos mejores fuerzas armadas, ya que las profesionalizaríamos para la estricta defensa nacional. Tendríamos mejores jefes de gabinete y ministros, porque deberían rendir examen periódico ante el Congreso.

Hasta tendríamos menos basura en nuestras calles y conduciríamos mejor, porque enseñaríamos a la población y castigaríamos las infracciones.

A ese pequeño inventario de posibilidades se puede llegar muy fácilmente. Sólo es necesario respetar y hacer respetar la ley. Para ello, resulta esencial contar con una Justicia independiente, seria y sabia.

Como dije recientemente en la nota “La cortedad de la Corte”, gran parte de la responsabilidad recae, también, en quienes ejercen hoy la primera magistratura del Poder Judicial. Si los ministros que la integran no reaccionan, cuando comiencen a venir por todos será tarde.

Basta mirar qué sucede en la Venezuela de Chávez, donde se ha pisoteado la libertad de prensa, el derecho de propiedad y, ahora, se arman milicias para respaldar el proyecto mesiánico del papagayo caribeño y su corte de rufianes. Hasta Correa, en Ecuador, y Evo Morales, en Bolivia, parecen niños de pecho comparados con el tirano rojillo-rojillo.

Que Caracas, con opositores y periodistas presos, con instituciones vapuleadas y vaciadas, con poder omnímodo de un tirano, se haya transformado en el nuevo ideal de quienes nos gobiernan, nos debería dar una clara idea de qué nos espera a los argentinos.

Porque no se trata, solamente, de la enorme vocación para mantener intactos los canales de corrupción por los cuales han circulado tantas valijas y tantas toneladas de gasoil lo que nuestros mandatarios pretenden; quieren implantar aquí el modo tiránico de don Hugo de sojuzgar a su sociedad y apoderarse de todo.

Queda por definir, y será pronto, qué harán quienes hoy integran el Gobierno para evitar que un cambio los conduzca a la cárcel, al oprobio y a la pobreza. Mucho me temo que veremos, al respecto, nuevos días aciagos para la paz, la justicia y la concordia.

Enrique Guillermo Avogadro

Abogado

egavogadro.blogspot.com

¿PUÑADO DE CÉLULAS O HIJO?

Embrion humano

Por: Fernando Pascual

Como la objeción aparece con frecuencia, es oportuno considerarla atentamente: el embrión no sería un ser humano en sus primeras etapas de desarrollo, dicen algunos, sino un simple puñado de células.

La objeción supone, por un lado, que hay cúmulos celulares (“puñados de células”) que no son individuos por carecer de la necesaria autonomía biológica, o por caracterizarse no tener diferencias relevantes entre las células (no se ven órganos o estructuras complejas, sino un simple amasijo celular).
Por otro lado, se supone que algunos de esos cúmulos celulares, después de diversos días de crecimiento y estructuración, llegarían a convertirse en seres humanos.
En otras palabras, según esta teoría la reproducción sexual seguiría las siguientes fases: fusión de dos gametos, formación de un zigoto (embrión unicelular), desarrollo del zigoto en un cúmulo celular (fase de mórula), ulteriores fases de diferenciación, surgimiento de un individuo biológicamente nuevo.
Si damos nombres más sencillos a esas fases, tendríamos, después de la fecundación, un no hijo (un puñado de células) que poco a poco se convertiría en un hijo.

El momento en el que el no hijo se convierte en hijo no es fácilmente determinable por quienes defienden esta teoría. Para algunos empieza a haber hijo (un ser con individualidad biológica propia y estructuras más complejas) sólo a partir del quinto día después de la fecundación; otros dicen que a partir del séptimo día (tras la implantación en el seno materno); otros a partir del día 14 (cuando se configura una estructura interna que prepara lo que luego será el sistema nervioso); otros a partir del tercer mes; otros después del sexto mes; otros después del parto. No falta quien pospone el reconocimiento de la existencia de un nuevo ser humano (hijo) hasta que han pasado varias horas o días tras el parto.

Lo más paradójico de estas interpretaciones radica precisamente en el arbitrarismo de las teorías y en una suposición que resulta extraña a las nociones de la biología: la existencia de entidades vivientes intermedias entre las células reproductivas y los individuos dotados de individualidad propia (hijos).

En realidad, cada ser viviente, cada hijo, inicia a existir en la fecundación, y su existencia se desarrolla en distintas fases que son “suyas”, que pertenecen a su historia intransferible, única. El hijo, cada hijo, no es producido por un cúmulo más o menos indiferenciado de células, sino por la activación del óvulo desde la penetración, en el mismo, de un espermatozoide.

Si reconocemos este simple hecho seremos capaces de decir que la vida humana (y de otros seres vivientes) inicia con la fecundación. Si, además, reconocemos que todos los seres humanos tienen la misma dignidad, independientemente de su raza, de su sexo, de su tamaño, del número de sus células y de la fase de desarrollo en la que se encuentren, entonces estaremos preparados para admitir que ya tras la fecundación cada embrión (cada hijo) merece nuestro respeto y, más en profundidad, nuestro amor.

Fernando Pascual

fpa@arcol.org

Fuente: Aragón liberal

¡PORQUÉ NO TE CALLASTE!

Dos comunistas-Rey de España y Nestor Kirchner

Por Casimiro Conasco

A toda página  aparece en “La Nación” del 5.3.11 la crónica de la entrega del Premio Rey de España a varios periodistas. Entre ellos la integrante del elenco del diario por su nota “Aún Testigos”, sobre emigrados de la Guerra Civil (según dice el matutino indiscriminadamente).

La entrega fue hecha por el mismo monarca. La noticia induce a leer algo sobre aquella crónica. Realmente muy interesante; más que todo porque se trata de testigos unilaterales… del lado izquierdo. Vale decir, es obvio, venidos de la República roja que asoló España durante largos años, hasta producirse el ansiado levantamiento liderado por el general Franco.

Varios ancianos cuentan sus peripecias, no faltando por cierto la referencia al bombardeo de Guernica en 1937, considerado –repite la nota- “la primera gran demostración del poder de la aviación para diezmar a la población civil”.

Con sólo esta sentencia extraída de la novela y la pintura sectaria, más una alusión al general Mola dando la orden: “No quiero a nadie en la retaguardia; hay que limpiar todo” -con el agregado “hubo muchos fusilamientos”- bastaría para concluir la presente reflexión.

Pero antes cabe destacar una fisura, entre tanto saludo fascista “obligatorio”, y es el recuerdo tétrico de una anciana, para entonces “una de los tantos niños que fueron arrancados de su país durante la Guerra Civil”: “A mi hermana y a mí nos mandaron a la Unión Soviética". Ese sí, otro de los más grandes crímenes de la España roja.

Ahora bien, la sorpresa (aunque no tanto) es el comentario al entregar el premio, que la autora le atribuye al rey Juan Carlos I: “Muy bonito lo que escribiste. Me llegó al corazón”.

Verdaderamente el ingrato titular de la 1ra. Monarquía Socialista de la historia, nunca podrá superar lo mejor que dijo en su vida (dirigiéndose a Chávez) y que desgraciadamente no logra aplicar a sí mismo. ¡PORQUÉ NO TE CALLAS!

Abril de 2011