lunes, 5 de diciembre de 2011

MONS. AGUER HABLÓ DEL NACIMIENTO DE JESÚS, DEL APOCALIPSIS, Y DE LA ESPERANZA SOBRENATURAL



En el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su habitual reflexión televisiva al comienzo del tiempo litúrgico del Adviento con una bella enseñanza de la virtud teologal de la Esperanza.

Comentó “que son las cuatro semanas en las cuales nos preparamos para celebrar la próxima Navidad”, recordando que “la Navidad representa para nosotros el acontecimiento central de la historia humana que es la venida de Cristo” y que “el Tiempo de Adviento no solamente se refiere a ese hecho pasado, que es siempre presente, sino que también nos dirige hacia el acontecimiento futuro que es la segunda venida de Jesús”.

“Por la fe nosotros creemos en la vida eterna. Creemos que Jesucristo nació en Belén, vivió, murió y resucitó para abrirnos las puertas de la vida eterna. Creemos que en su segunda venida, precisamente, concluirá la historia humana e introducirá a su Iglesia en la bienaventuranza”, explicó.

Y añadió: “Nosotros por la esperanza aguardamos ese dichoso final que será nuestra plena realización. Lo deseamos, confiadamente, lo aguardamos y lo deseamos con pasión, apoyados en la gracia que nos da el Espíritu Santo, en la misericordia omnipotente de Dios. Por la esperanza teologal nos situamos especialmente en el nivel, a la altura, de aquel premio definitivo, de la auténtica felicidad que es la vida eterna en la comunión con Dios para siempre”.

En su catequesis televisiva, el prelado recordó que “los antiguos, los filósofos paganos, decían de la esperanza concreta del hombre, de la esperanza humana, que es la elevación del ánimo” y destacó que “creer en la vida eterna no es una quimera, no es una fantasía. Nosotros creemos en la vida eterna por la fe, pero estamos ordenados a ella, la deseamos y la aguardamos por la esperanza. Quiere decir que la esperanza teologal nos pone en comunicación, en comunión con Dios. Es en nosotros una facultad, una función de la gracia de Dios, que nos eleva a ese plano divino”.

Luego se detuvo en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino que decía, respecto de la Esperanza teologal, “que de Dios no podemos esperar menos que a Dios mismo. Es decir que por la Esperanza esperamos de Dios y esperamos a Dios”. Por eso, para un cristiano “desde esta cima de la esperanza teologal, se esclarecen y adquieren sentido y consistencia todas las legítimas esperanzas humanas. Con esta esperanza orientada a la vida eterna nosotros esperamos muchas cosas buenas para nuestra vida temporal”.

Mons. Aguer manifestó que “todas las rectas esperanzas humanas tienen que ser medios, instrumentos, para alcanzar aquel último fin, y en ese sentido son asumidas por la esperanza teologal. Así el talante espiritual, psicológico, afectivo, de la esperanza colorea la vida del cristiano”.

Recordó que el Apóstol San Pablo a las primeras comunidades les decía que debían estar alegres por la Esperanza”, y por eso “a pesar de las muchas cosas que tengamos que afrontar y que no son nada agradables, a pesar de que muchas de nuestras pequeñas esperanzas cotidianas no se cumplan e incluso se frustren dejándonos una buena cuota de dolor, sin embargo, nos alegramos por aquella esperanza fundamental que da sentido y orientación a nuestra vida. Así también aprenderemos en qué cosas debemos poner nuestra esperanza”.

Transcribimos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Estamos viviendo el tiempo litúrgico de Adviento, que son las cuatro semanas en las cuales nos preparamos para celebrar la próxima Navidad”.

“La Navidad representa para nosotros el acontecimiento central de la historia humana que es la venida de Cristo. Pero el Tiempo de Adviento no solamente se refiere a ese hecho pasado, que es siempre presente, sino que también nos dirige hacia el acontecimiento futuro que es la segunda venida de Jesús. En el Credo profesamos que volverá, con gloria, para juzgar a  vivos y muertos y su Reino no tendrá fin”.

“Entonces, el Adviento tiene esta doble dimensión: por un lado celebramos el primer nacimiento de Jesús, su primera venida, y por otro lado, aguardamos su segunda venida, la afirmamos en la fe. Pero de uno y otro Adviento recogemos la actualidad de la presencia del Señor, que ha venido, viene continuamente con su gracia y vendrá definitivamente al fin de los tiempos”.

“Por la fe nosotros creemos en la vida eterna. Creemos que Jesucristo nació en Belén, vivió, murió y resucitó para abrirnos las puertas de la vida eterna. Creemos que en su segunda venida, precisamente, concluirá la historia humana e introducirá a su Iglesia en la bienaventuranza.”.

“Nosotros por la esperanza aguardamos ese dichoso final que será nuestra plena realización. Lo deseamos, confiadamente, lo aguardamos y lo deseamos con pasión, apoyados en la gracia que nos da el Espíritu Santo, en la misericordia omnipotente de Dios. Por la esperanza teologal nos situamos especialmente en el nivel, a la altura, de aquel premio definitivo, de la auténtica felicidad que es la vida eterna en la comunión con Dios para siempre”.

“¿Cómo podemos desear eso? ¿Cómo nos hacemos capaces de aguardarlo como algo realmente posible, que debemos conquistar con la ayuda de la gracia de Dios? Precisamente por esta especie de elevación que produce en nosotros la Esperanza”.

“Los antiguos, los filósofos paganos, decían de la esperanza concreta del hombre, de la esperanza humana, que es la elevación del ánimo”.

“Creer en la vida eterna no es una quimera, no es una fantasía. Nosotros creemos en la vida eterna por la fe, pero estamos ordenados a ella, la deseamos y la aguardamos por la esperanza. Quiere decir que la esperanza teologal nos pone en comunicación, en comunión con Dios. Es en nosotros una facultad, una función de la gracia de Dios, que nos eleva a ese plano divino”.

“Santo Tomás de Aquino decía, respecto de la Esperanza teologal, que de Dios no podemos esperar menos que a Dios mismo. Es decir que por la Esperanza esperamos de Dios y esperamos a Dios”.

“Ahora bien, para un cristiano, desde esta cima de la esperanza teologal, se esclarecen y adquieren sentido y consistencia todas las legítimas esperanzas humanas. Con esta esperanza orientada a la vida eterna nosotros esperamos muchas cosas buenas para nuestra vida temporal. Pero ¿por qué podemos esperarlas así? Precisamente porque las conectamos con aquello que es nuestro último fin. “Decía yo: “todas las legítimas esperanza humanas”. Todas las rectas esperanzas humanas tienen que ser medios, instrumentos, para alcanzar aquel último fin, y en ese sentido son asumidas por la esperanza teologal. Así el talante espiritual, psicológico, afectivo, de la esperanza colorea la vida del cristiano. En este tiempo de Adviento, sin duda, pero de algún modo siempre porque podemos interpretar el Adviento como una especie de parábola litúrgica de la existencia cristiana. Por eso el Apóstol San Pablo a las primeras comunidades, sobretodo a los Romanos, les decía que debían estar alegres por la Esperanza”.

“A pesar de las muchas cosas que tengamos que afrontar y que no son nada agradables, a pesar de que muchas de nuestras pequeñas esperanzas cotidianas no se cumplan e incluso se frustren dejándonos una buena cuota de dolor, sin embargo, nos alegramos por aquella esperanza fundamental que da sentido y orientación a nuestra vida. Así también aprenderemos en qué cosas debemos poner nuestra esperanza”.

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