viernes, 2 de diciembre de 2011

LOS ARMENIOS Y EL GENOCIDIO OCASIONADO POR LOS JÓVENES TURCOS: LA MEMORIA Y EL PERDÓN



Por Emilio Nazar Kasbo

En una serie de notas, se está abordando la cuestión del origen ideológico-sectario de los Jóvenes Turcos, cómo arribaron al Gobierno e indujeron el Genocidio desde el Imperio Islámico Turco Otomano contra armenios, griegos y asirios.

ENCICLOPEDIA JUDÍA
Efectivamente, y según dice la Enciclopedia Judía (en inglés), la secta cabalista criptojudía de los Dönmeh (uno de cuyos significados es “los apóstatas”), que siguió la prédica de un falso “mesías” judío en el año 1666, originó y conformó el pensamiento operativo en el campo de la política que luego ejecutarían los denominados “Jóvenes Turcos”.
Efectivamente, se trata en el caso de esta secta, de judíos sefardíes descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos de España, quienes hablan ladino (idioma que es mezcla de castellano con turco), y que no se integran a la sociedad en que habitan. La secta impuso el criptojudaísmo interno y el islmismo en lo exterior, en un sincretismo que pretendió (y pretende) abarcar incluso a todo el cristianismo. La misma Enciclopedia Judía utiliza calificativos de tipo negativo respecto de los Dönmeh.
Este grupo de judíos, instalado en Turquía, tenía su propio Kahal, y sus integrantes llegaron a ser prominentes jefes no solo en el aspecto político del Imperio Otomano, sino también en el religioso.

LOS JÓVENES TURCOS DÖNMEH
El problema no interesaría tanto, si no fuese por el Genocidio que esta secta impulsó entre 1915 y 1923, involucrando los más altos niveles de la dirigencia del Imperio Otomano, en crímenes de lesa humanidad.
Esto sería lo que puede afirmarse desde la óptica “laicista”, pero desde la visión religiosa han atentado contra la vida de las personas, violando gravemente los Mandamientos de Dios en toda la extensión posible de tales violaciones, contra la Iglesia Católica y contra los cristianos en general, dejando gravísimas secuelas en los sobrevivientes y ocasionando mártires que murieron por la causa de Cristo.
Algo similar ocurre con los actuales sionistas, quienes utilizan el judaísmo como una ideología, negando la condición de seres humanos a los demás (calificándolos peyorativamente como “goim”, prácticamente unos animales que hablan, que no tienen más valor que ese). Además, el sionismo es un pragmatismo ideológico que inventa mentiras o exagera ciertas verdades ocultando otras, que pretende luego imponer como verdades, reescribiendo la Historia en su favor. El sionismo acaba implementando y justificando genocidios y matanzas, algo inadmisible desde todo punto de vista (como sucede en ciertas guerras en el mundo, o con el actual Estado de Israel). Rechazado Jesucristo como el Mesías Hijo de Dios encarnado como verdadero hombre para redimir a quienes lo aman, los hombres (incluidos los judíos), acaban creyendo en fábulas inventadas.

CONDENAMOS EL “ANTISEMITISMO”
El Magisterio de la Iglesia condena todo tipo de racismo y de naturalismo o de panteísmo, todo inmanentismo y todo materialismo, así como todo idealismo carente de sustento racional. El Amor al Prójimo que enseñó Jesucristo, no tiene límites en el ejercicio de la Caridad. Y no hay mayor Caridad que rezar y pedir por la conversión del alma de quien se considera enemigo de Cristo… aun después de su Crucifixión.
Es decir, de ninguna manera se alientan prejuicios “antisemitas”, ni “antijudíos”, ni se pretende promover odio racial alguno. En materia religiosa, existe una libertad personal de adhesión a la Verdad que la Iglesia Católica enseña, transmitida por la Tradición desde Jesucristo al presente, y nadie está obligado a salvar su alma, teniendo la posibilidad, como Judas Iscariote, de traicionar a Cristo.
En tal sentido, dado que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, no puede ni obligarse ni imponerse la salvación del alma personal ni a las comunidades. Sin embargo, y desde el punto de vista opuesto, existen normas de respeto a la Fe Católica y todo aquél que comete delitos debe ser sancionado, y si quien comete delitos es judío, no es un acto de “antisemitismo”, ni de “antijudaísmo” el exigir justicia. Efectivamente, el judío que participa de una secta que ejecuta cristianos, o que promueve un Genocidio, debe ser sancionado por las leyes.

¿NI OLVIDO NI PERDÓN?
De ninguna manera es aplicable a todo judío la norma de delincuencia y de vicios, de ambiciones temporales o de adoración del Becerro de Oro. Esa sería una injusta acusación, una injusta discriminación, y principalmente atentaría contra las Encíclicas de los Papas.
Hay judíos que son simplemente excelentes personas y buenos ciudadanos, y otros que además son fieles a las rigurosas y antiguas tradiciones judías del Antiguo Testamento, con pensamiento que no es sectario, y que aunque están en el error teológico, practican las virtudes humanas.
El lema del “ojo por ojo”, de “ni olvido ni perdón” que muchos judíos afirman, no es compatible con el cristianismo. Y por eso, profundizaremos el análisis de la diferencia.
El perdón católico exige el arrepentimiento, la confesión y la reparación del pecado con el compromiso de no cometer más el hecho pecaminoso en el orden personal; en el orden social, requiere un reconocimiento del mal y el acto de justicia que implica la reparación y el compromiso de no causar en el futuro el mal social.

EL HIJO PRÓDIGO
El católico no olvida, guarda en su memoria, en su inteligencia y en su corazón los hechos, porque implicaría perder la experiencia. Quien olvida todo, acaba viviendo en la práctica la fábula de la rana y el escorpión. Pero esa memoria no ciega, no impide ver el presente y el futuro, ayuda a vivir la Bienaventuranza en este mundo, porque nuestra vida es vivida para el Reino de los Cielos, y no para este mundo. Si viviéramos mirando hacia atrás mientras manejamos el arado, nuestro presente y nuestro futuro se arruinarían. Tal vez por ese motivo, en líneas generales, la primera generación de sobrevivientes del Genocidio no quiso transmitir sus dolores a sus hijos, sus hijos, la segunda generación, vivieron mirando hacia otro lado… y recién la tercera generación espera explicaciones y un acto de Justicia.
El católico, no obstante ser víctima en casos como el que se relata, ama a sus enemigos. Pero ese “amor al enemigo” no es una tonta locura suicida, sino que es fruto de la enseñanza de Jesucristo, el verdadero Mesías anunciado al pueblo judío, para la salvación de todos aquellos que lo aman. Es un misterio en la Historia que el pueblo que recibió al Mesías, al Hijo de Dios, viva aun esperándolo, o siga a falsos profetas que acaban desilusionando a sus adeptos… inspirando hasta las mayores crueldades de la Humanidad, como sucedió durante el Genocidio de 1915-1923. El amor al enemigo lleva a rezar por la conversión del mismo, a evitar causar daños cuando no son necesarios o en caso de que sean desproporcionados en el ejercicio de la legítima defensa, que no está excluida. Grandes mártires murieron perdonando a quienes los ejecutaban, y tal imagen ante la muerte acabó siendo un factor de la conversión de los asesinos.
La Parábola del Hijo Pródigo expuesta por Jesucristo no solo es una vivencia personal. Es también social, y se dirige al pueblo judío que se aparta de Dios para vivir en el delirio materialista y alejado del Creador… efectivamente, el hijo mayor es la Iglesia Católica fiel al Padre, y es un anuncio de la conversión del pueblo judío al fin de los tiempos, tras comprobar las consecuencias últimas de su pensamiento materialista, y tal vez acuciados incluso por el gobierno del Anticristo, que hasta les impedirá vivir las bases del judaísmo en todo aquello que va a contradecir lo antinatural de sus órdenes, tal como empieza a vislumbrarse en estos inicios del Tercer Milenio. Tal vez ese momento, en que figuradamente vivirán comiendo el alimento de los animales, en la infelicidad permanente de la situación en este mundo, la mirada se alzará al Padre y se integrarán con total fidelidad a la Tradición y al Magisterio en el seno de la Iglesia Católica.
Pero esto que describimos es una cuestión teológica.

AMIGOS DE JUDÍOS, PERO NO JUDAIZADOS
Los católicos, más en el mundo actual, conocemos personas de la colectividad judía, o de la islámica, o de cualquier religión o clase de vida, y hasta somos amigos de ellos. Somos amigos de ellos, pero no del pecado, ni del propio ni de los ajenos. A veces es motivo de conversión de los mismos. Rezamos siempre por su conversión. Pero esa convivencia no significa que debamos caer en el sincretismo, en la judaización, o en convertir la Iglesia Católica en una nueva sinagoga, ya que precisamente esto fue resuelto entre los mismos Apóstoles al inicio de su predicación.
Respetamos a todos, a todos brindamos la mayor Caridad, pero precisamente esa Caridad enseñada por Jesucristo es nuestra esencia, y no podemos renunciar a ella, renunciar a la Tradición, al Dogma, a la Liturgia y los Ritos, ni a la Moral que implican la coherencia integral del Evangelio y la Bienaventuranza.
La diferencia entre la visión de la muerte experimentada por un judío, un islámico, un pagano o un agnóstico, respecto de la católica, es abismal. Nosotros sabemos para qué vivimos y cómo y por quién morimos. No nos asusta la muerte, porque ha sido vencida, si vivimos en Gracia de Dios y bien confesados… aunque Usted no lo crea.
  

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