miércoles, 7 de septiembre de 2011

GAYMONIO CASTRENSE



Por José Luis Milia
Estimados:

Mi mujer me acaba de preguntar por la causa de mi rabioso silencio y no he tenido los cojones necesarios para contarle mi tristeza. Esto que ahora escribo desde el dolor no pretende ser ni alegato, ni invocación, ni diatriba. No me interesa su publicación ni el conocimiento masivo. Es, nada más que la manera de exponer la hondura de mi pena. Y también compartirla con Uds.

 Adhiero profundamente a lo que en su momento mi amigo Juan Manuel Otero escribió al respecto con inocultable clarividencia: Dejo aclarado de movida que no guardo en absoluto prejuicio alguno hacia las personas homosexuales. En tanto y en cuanto su vida privada no trascienda en forma ostentosa ni provocativa merecen mi total respeto y consideración. Pero no soporto a los putos culirrotos que han asaltado nuestras instituciones y canales mediáticos para refregarnos sus promiscuas vidas como si fuera algo digno de imitar.”

Aunque previsible por los tiempos que corren y en la sociedad  en que nos hemos convertido siempre me resistí a pensar que sucedería. Hoy creo que los que quedaron en el Monte Tucumano o en la Turba Malvinera deben saber que la misma muerte que los hizo héroes les evitó también la ofensa que hoy nos salpica a todos.

Me importa un carajo si estos - ¿Qué son? – “fulanos” se casan, si solamente les interesa romperse el culo "legalmente", no por el País, sino entre ellos, o solo pretenden mantener un connubio castissimus para tener acceso a la herencia del “conyuge”. Pasaron el límite, ese de la discreción y el decoro del que habla Juan Manuel, para ponerse a la altura rastrera de una farándula inmunda y ya, desde mi punto de vista no hay lugar ni para el respeto ni para la consideración.

 Lo que me genera una ansiedad sin límites es saber que piensan sus compañeros de promoción, sus subordinados, aquellos que, adolescentes, piensan en la Milicia como una razón de Fe y Vida,  y también las familias - padres, madres, esposas, hijos - de todos aquellos que habiendo elegido las armas como profesión y que, aunque sabían que jamás las FF.AA. les depararían otra fortuna que sacrificios, vida dura y estrechez económica, les confería con el uniforme una dignidad imanente difícil de mancillar.

Es esto todo lo que me importa, ya que no me interesa lo que puedan pensar sus jefes porque esto solo podía suceder en el muladar que, jefes sumisos o aprovechados mediante, un poder político que llegó con el designio de destruir todo aquello que era trascendente en la Nación ha convertido a los estados mayores. 

Pero no olvidemos lo más importante. Alguna vez deberemos tomar conciencia que lo que les sucede a las FF.AA. nos sucede a todos, porque también nosotros nos hicimos los distraídos el día en que un excremento moral adquirió, con los fondos rapiñados de su provincia, el "derecho" a ser presidente de la república

Pepe Milia



Non nobis Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam

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