Por Emilio Nazar Kasbo
En la noche del 1 de abril de 1982 comenzó el Operativo Rosario que culminaría el día 2 de abril de ese año con la recuperación definitiva de nuestra Soberanía sobre las Malvinas, en una derrota mundial del Imperio Británico.
Inglaterra, por los intereses personales de Margarita Thatcher en las islas, se vio en vuelta en una guerra que estaba esperando para el inicio de la primavera sudamericana, pero los tiempos se le adelantaron y no pudieron reaccionar.
La guerra fue durísima. Un parte inglés interceptado por los soldados argentinos, informaba:
En el Parte 1:
LA SITUACIÓN ES CRÍTICA…
CUIDEN A NUESTRO INVENCIBLE
POR FAVOR
ESTAMOS, ESTAMOS BAJO FUEGO
POR FAVOR - BATALLA VENGAN
En el Parte 1 Continuación:
ENEMIGO ARGENTINO EN EL ÁREA…
LA INFORMACION ES INTERCEPTADA POR ARGENTINOS
VAMOS LONDRES
ESTAN DESTRUYENDO LA FLOTA
CAMBIEN LA CLAVE
VAMOS LONDRES
CORTEN LA LINEA
PELEAMOS HASTA EL ÚLTIMO MINUTO
PERO TENEMOS POCOS MINUTOS AHORA
Los ingleses descubrieron que había sido interceptada la información, pidieron que se cambiara la clave, pidieron que se corte la línea. Pero en el medio avisaban: “ESTÁN DESTRUYENDO LA FLOTA”. Y es que los argentinos no somos como una empanada que se devora en el primer bocado… un dato que no tienen en cuenta los enemigos de la Patria, ni los extranjeros ni los traidores que viven en nuestro suelo.
Según me comentara el General Mario Benjamín Menéndez en una entrevista que mantuviéramos hace unos años, se desconocía el potencial bélico inglés, y luego de solicitar instrucciones al Gobierno Nacional le dijeron “haga lo que pueda”. Es decir, estando en Puerto Argentino debió resolver si se rendía la Plaza de las Islas Malvinas o continuaba el conflicto hasta que no quedara un solo soldado vivo. Desconociendo el potencial bélico inglés, optó por preservar la vida de los soldados. Sin embargo, años más tarde y al momento de la entrevista que mantuvimos reconoció que los ingleses carecían de logística para continuar con la guerra por más de tres jornadas, ya que sus municiones se acabarían, junto a sus recursos sanitarios y alimentos, y no tenían modo de aprovisionarse a 13 mil kilómetros de distancia de Inglaterra. Pero no había ninguna seguridad en aquél momento, y se resolvió aquello que la prudencia indicaba.
72 horas era el plazo de una posible victoria argentina. Lo que se desconoce es qué hubiera sucedido de haber logrado tal objetivo ¿Inglaterra habría arrojado una bomba atómica en Buenos Aires? ¿Se habría reaprovisionado y enviado una nueva flota armando una coalición explícita con otros países, más allá de la ayuda que todo el Commonwealth junto a Estados Unidos le brindó? ¿Habría resistido su diplomacia todo ese tiempo para retirar sus pretensiones de las Islas Malvinas? ¿Habría aceptado su “orgullo” herido de recibir sanciones por su acto de piratería?
El 14 de junio de 1982 Gran Bretaña volvió a usurpar nuestras islas Malvinas, volviendo a deportar al Continente a todos los argentinos que pisaban nuestro suelo, tal como lo había hecho antes en 1833 con el Gobernador Luis Vernet y los malvinenses argentinos que allí habitaban. Se constituyó entonces en un doble acto de piratería idéntico: 1833 – 1982, sólo que en esta última oportunidad hubo un conflicto bélico en el medio que a la fecha no ha concluido, ni se terminará hasta que las Malvinas sean reintegradas a la Soberanía argentina e Inglaterra pague por todo el tiempo que las ha usurpado una justa indemnización.
Malvinas fueron, son y serán por siempre argentinas. En Malvinas están nuestros muertos. Malvinas esconde en su Historia nuestra plena identidad: Fe Católica, Coraje, Valor, Decisión, Responsabilidad, que se resumen en la defensa de Cristo Rey, de la Patria, del Hogar, de la Tradición y de todo aquello que es de nuestra propiedad.
Como el Ave Fénix, la Argentina resurgirá con su plena identidad, y se pondrá de pie en el concierto de las Naciones. No falta mucho para ello.
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