martes, 22 de febrero de 2011

RICHTER Y EL ANIVERSARIO DEL COMBATE DEL RÍO PUEBLO VIEJO

COMBATE RIO PUEBLO VIEJO

Así son los soldados de nuestro Ejército, como seguramente de las otras FFAA. Hombres que han vivido con total entrega la defensa de La Patria y su gente. Hombres que brindaron todo sin pedir nada. Hombres que dieron su vida, otros su futuro, sin preguntar y sin hesitarse. Solo cumplían con su deber. No buscaron glorias ni   recompensa.  Si, dieron todo con amor, lo que podían y debían según las circunstancias. Las palabras del señor Tcnel (R) Rodolfo Richter emocionan, a los que aun sentimos ese amor a la Patria , a las familias a los amigos.

Cuando se han vivido situaciones límites, y se estuvo entre la vida y la muerte, se comprende lo que significan y han significado para el país y su gente esa entrega al servicio de un fin superior.

Ellos dieron el combate, ayer en el monte, en las ciudades, en los cuarteles, en los lugares que los enemigos vestidos, no ya con uniforme como en el monte, sino camuflado de partisanos, en el seno de sus mismas  familias.

Ese combate lo siguen dando hoy con total entrega y con gran desventaja, en las cárceles  y en los juzgados.

Hoy el enemigo esta camuflado de Juez, de Fiscal, o en el seno de las mismas FFAA. Y porque no, en parte de la misma sociedad, a quienes les deformaron la historia reciente pasada. Como ejemplo, ¡miren lo que pasa con las más de 13000 victimas de ese terrorismo, que se combatió!. Nadie los recuerda, nadie vela por ellos. Ningún gobierno llamado democrático los asistió ¿Fue y es complicidad? Porque tampoco los jueces o  los Fiscales los  consideran.

Parecería que ellos los incomodara, seguramente ese silencio cómplice los delata, ya que los hoy gobernantes en distintos cargos fueron directa o indirectamente, sus victimarios.   Esa es parte de nuestro pasado, y que aun no golpea en el presente.

Lo llamativamente incomprensible es que la prensa de ningún tipo haga mención de ellos.

Señor Tcnl Richter, gracias por sus valientes palabras.

Atte.  Oscar A Cavallo

Palabras del Tcnl (R) Rodolfo Richter en el acto de reconocimiento que le hiciera la Promoción 101 al cumplirse, en el año 2.005, el 30º aniversario del Combate del Río Pueblo Viejo.
Aclaración:
El discurso no se escribió previamente y tampoco se lo grabó. Fue escrito posteriormente, a pedido de algunos presentes, tratando de ser fiel al original.
El Tcnl RICHTER es Infante, aptitud especial de Paracaidista y Comando. Licenciado en Ciencias Políticas, Profesor en la UCA y está cursando su Doctorado.
Es además egresado del Liceo Militar General PAZ.
Desde el 14 de febrero de 1975 y, por las secuelas del combate, yace en una silla de ruedas.
“Acepté este acto por dos motivos: El primero es que no soy insensible a los afectos y esto es como una mano muy grande y muy cálida que me da unas palmadas en el hombro. Y esa mano es la de mis camaradas. Es muy gratificante, me estimula y les estoy muy agradecido. El segundo motivo es que me brinda una oportunidad para rendir homenaje a los hombres que cayeron durante el transcurso de la Operación Independencia. Es justo y es necesario que lo hagamos. Es justo porque hay hombres que murieron en combate, heroicamente y que están siendo olvidados. Y es necesario hacerlo porque el país atraviesa por una crisis de valores y estos hombres encarnan valores que son un ejemplo no sólo para las Fuerzas Armadas sino para toda la juventud argentina.
Tenemos un ejército que ha sido criticado, cuestionado y de algún modo juzgado y condenado por ciertos sectores. Es necesario fortalecerlo; de la manera que ahora y siempre, aquí y en cualquier lugar se fortalecen los ejércitos. No con el material bélico, ni con efectivos, ni con presupuestos. Tampoco con palabras mas o menos condescendientes de alguna prensa. Sino espiritualmente, con el ejemplo de la sangre derramada.
Yo no voy a hablar de todos los hombres que murieron porque no los conozco a todos ni conozco en detalle las circunstancias. Tampoco quiero generalizar porque en las generalizaciones se pierden detalles importantes referidos a las virtudes expuestas. Prefiero referirme solamente a un hecho del que fui actor y testigo preferencial y a un hombre al que vi morir heroicamente en combate a mi lado: el Teniente 1º Héctor Cáceres.
Puedo hablar con objetividad de él. No soy su compañero de promoción, tampoco su amigo; nunca lo fui. Es más, hasta tuve un conflicto con él en el curso de "comandos" por lo que me mantuve a distancia pensando de que era un hombre de carácter difícil. No obstante ello cuando comenzó la Operación Independencia me eligió para formar un pequeño equipo de trabajo y fue creciendo un mutuo respeto.
Comencé a ver en él a un hombre enamorado de su profesión y enamorado de su mujer a quién se refería con frecuencia. Los hombres que aman algo, por eso sólo, ya merecen respeto pero en los próximos días el daría motivos para que lo respetara mucho más.
Cuando llegamos a Tucumán nos encontramos con dos problemas: Por un lado teníamos a soldados del norte, muchos de ellos de la montaña o la puna, que tenían que operar en el y necesitaban un período de adaptación. Por otro lado la subversión había hecho la propaganda de que los oficiales mandaríamos al frente a los soldados como carne de cañón. Frente a esos problemas no cabían las palabras sino los hechos concretos. Nació la idea de que los oficiales y suboficiales debíamos entrar a la cabeza de nuestras respectivas fracciones. No se trataba de amontonarnos absurdamente, todos, en los primeros puestos sino de que marcharíamos más delante de lo que marca la doctrina. La idea flotaba en toda la Fuerza de Tarea; no era de Cáceres exclusivamente, pero él era uno de los que más repetía la frase: "Los oficiales y suboficiales debemos entrar a la cabeza de nuestras respectivas fracciones". Ese fue el carácter que tuvo cada incursión en los cañaverales.
Cáceres no murió de casualidad o porque tuvo mala suerte. Cáceres murió porque fue a desafiar al peligro. No fue el desafío de los arrogantes sino de alguien que creía que ese desafío era inevitable de acuerdo a la misión impuesta y a los valores que había que defender.
El combate de Pueblo Viejo tuvo lugar entre la autodenominada "Compañía de Ramón Rosa Jiménez", unos 80 guerrilleros o más y un Equipo de combate del Grupo de Artillería de Montaña 5 al mando del Capitán Jones Tamayo. Agregados al Equipo de combate iba un grupo del Regimiento de Infantería de Cáceres y yo. En total unos 60 hombres.
Nosotros volvíamos de un reconocimiento marchando de oeste a este. La "Compañía de." lo hacía de norte a sur. Su intención era irse de la zona de operaciones a fin de que el ejército cayera en el vacío. Lograron ese objetivo, probablemente en los días posteriores al enfrentamiento, pero como el ejército no se fue de la zona y la subversión no podía abandonar todo el trabajo que habían hecho durante casi un año, al tiempo volvieron. El combate fue tan sorpresivo para ambas partes que durante mucho tiempo el ejército creyó que los subversivos nos habían emboscado y a su vez los subversivos creyeron que nosotros los habíamos emboscado a ellos. En un momento del enfrentamiento "La Compañía de" inició el repliegue a fin de no quedar aferrada y mantener la libertad de acción. Por esa razón y porque se avanzaba en columna de a uno por las características del terreno, algunos hombres no alcanzaron a empeñarse.
Fui herido en la primera parte del combate cuando chocaron las puntas de infantería. Grité: ¡Cáceres estoy herido! Creí que sería rescatado cuando nuestro avance progresara. Pero no, Cáceres vino directamente hacia donde yo estaba en un pequeño claro de .. A mi no me tiraban seguramente pensando: para que vamos a delatar la posición tirándole a uno caído. En cambio a Cáceres, cuando se tiró cuerpo a tierra a mi lado, le dispararon desde unos 20 o 30 metros y lo mataron. No dijo nada al morir; no necesitaba decir nada, su acción lo había dicho todo.
Recuerdo Pueblo Viejo como un gran día. Se podrá decir como puede ser un gran día si murió un camarada y quedaron dolores, y secuelas irreversibles. Pero tal vez por una cuestión de supervivencia, cuando algo es irreversible se lo termina dejando de lado y en cambio se busca rescatar lo que hay de positivo dentro de lo negativo. En ese sentido Pueblo Viejo fue un gran día por dos motivos: Primero, porque tuve la oportunidad de combatir, de sentir el fusil bramando en las manos y no precisamente en un polígono. Es una suerte grande. Muchos compañeros han deseado combatir y nunca se les dio esa oportunidad. La Argentina ha tenido dos conflictos pequeños que no permitió el empleo masivo de los hombres de las Fuerzas Armadas y muchos camaradas pasaron a retiro sin haber podido cumplir ese anhelo.
Tuve la suerte de combatir y también de presenciar acciones que enaltecen el espíritu humano. Creo que en toda empresa, en toda actividad siempre hay alguna defección o alguien que no está a la altura de las circunstancias. Creo que eso es normal. Sin embargo en Pueblo Viejo no vi nada de eso. Me siento orgulloso de haber combatido con los hombres que ese día combatieron a mi lado. Siento por ellos un entrañable cariño.. Ellos realizaron actos que, vuelvo a repetir, enaltecen el espíritu humano.
Relataré algunos hechos: El Subteniente Arias pasó al asalto a la cabeza de su sección. Fue herido en el cuello, el único herido de su fracción, y no obstante ello continuo combatiendo algunos minutos más. El Cabo 1º Orellana fue herido cuando iba de hombre punta. Logró reponerse y abrir el fuego sobre un guerrillero próximo. Ese día ningún soldado murió o fue herido. Eso fue la consecuencia de aquella intención de que los oficiales y suboficiales marcharían mas adelante de lo que marca la doctrina.
Cáceres no fue el único hombre que acudió en mi ayuda. Hubo otro más y a él le debo la vida. Está en estos momentos en este lugar y seguramente se debe estar poniendo colorado. Él, así como demuestra coraje en el peligro, huye de los halagos. Hace treinta años mi madre le dijo: "Gracias por salvar la vida de mi hijo" y él no sabía donde ponerse.
Me estoy refiriendo al General Grandineti.
En aquel momento el Capitán Grandineti apareció con su helicóptero. A los heridos no se nos podía sacar llevándolos a pié por el . y luego en camión hasta el hospital militar de Tucumán. No llegaríamos. Al menos yo, seguro que no llegaba. Había que sacarnos en helicóptero pero el único lugar para bajar era el río, a través del cual también se había estado combatiendo. Si bien el enemigo había iniciado el repliegue, nadie tenía la certeza de que no quedara uno en la otra margen y abatiera con facilidad la máquina que a su vez disponía de escaso combustible. Creo que una medida prudente hubiera sido no bajar. Pero Grandineti bajó lo mismo. Seguramente hizo un cálculo respecto a los riesgos y al combustible; pero debe haber sido un cálculo muy justo, sin margen de error, que requería sangre fría y valor.
A lo largo de treinta años uno se ha hecho muchas preguntas referidas a las conductas propias y ajenas de aquel día. ¿Qué habrá sentido uno u otro? ¿Cuáles fueron sus motivaciones más intimas? etc. Yo llegué a descubrir, mas adelante, que lo de Grandineti no fue sólo valor. El tiene una gran sensibilidad por el dolor ajeno. Por eso bajó.
Antes de ser rescatados, a los heridos nos llevaron a un lugar que era también el puesto de comando del jefe del Equipo de Combate, el Capitán Jones. Lo mirábamos a Jones casi permanentemente ya que de él saldría la información del momento en que nos sacarían.
Creo que con esas miradas le pusimos una gran presión. Y él estaba presionado por todos lados. Grandineti, cuando apareció en el aire exigió que quienes estaban al sur del Río Pueblo Viejo se identificaran, de lo contrario dispararía. En la radio salía la voz de Grandineti pero de tierra no lograban contestarle. Entonces nos tiró un cohete y luego Jones pudo comunicarse. Grandineti: ¡Todavía le reprochamos ese cohetazo! No, es una broma.
En la milicia nos han enseñado que para conducir hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente. Y no es lo mismo la forma de conducción en la paz que en combate. Vi a Jones conducir con la cabeza bien fría y sé por la actuación que el tuvo a lo largo de la Operación Independencia que es un hombre con la sangre bien caliente.
Por todo esto vuelvo a repetir que aquel fue un gran día. Y tengo miedo que todas estas imágenes vividas se olviden para siempre. Como dice una frase que no es mía: que se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Tiempo después me enteré que el 14 de febrero es el día de los enamorados. La fecha es todo un símbolo porque nosotros también éramos enamorados. Amábamos ciertos valores y como éramos jóvenes expresamos ese sentimiento con pasión. Los que combatimos allí nunca nos creímos mejores que nadie, tampoco peores. Cometimos errores técnicos y tácticos, al menos yo; pero suplimos esos errores fervorosamente, apasionadamente. Ahora nos estamos volviendo un poco viejos pero no hemos dejado de amar aquello por lo que luchamos. Y creo que de eso se trata, de una cuestión de amor. Creo que la palabra amor y también la palabra eternidad sirven para definir a las partes del conflicto que involucró al ejército y que lo involucra también hoy.
El Ejército Argentino tiene hoy enemigos. No son iguales a los de hace treinta años. Aquellos, hay que reconocer, se pusieron un uniforme, empuñaron un arma y pelearon. Los de ahora no. No quieren destruir al ejército sino disolverlo. Odian al ejército no por los errores históricos y políticos que pudo cometer o por algunas crueldades cometidas durante la lucha contra la subversión. Eso creo que no les importa mucho. Odian al ejército porque está formado por hombres que juran de por vida, que tienen lealtades y compromisos, amores en definitiva, de por vida; que creen en verdades permanentes, eternas. Eso les repugna Cuando no lo atacan es porque creen que ya no tiene el mismo espíritu o la misma mística.
Me resisto a darle a ese enemigo un nombre de carácter ideológico. Los hechos han demostrado que las ideologías se mudan o que son meros instrumentos de otras motivaciones más profundas. Motivaciones que están en la psiquis, en el corazón y hasta en las vísceras de los hombres.
Nuestros enemigos exaltan al hombre que vive la mera existencia, sin fe, sin trascendencia, sin dignidad, sin gloria...sin amor en última instancia. Creen que todo es efímero, que nada es permanente. Frente a ellos, nosotros... los ingenuos; los que todavía creemos que existen valores eternos, que hay una patria para siempre, instituciones para siempre y también un ejército para siempre.
Nuestros enemigos pueden desafiarnos a que demostremos que existe un valor supremo y nosotros, racionalmente, no lo podemos demostrar. Nuestros enemigos pueden presentar cientos, miles de ejemplos de que nada permanece de que todo termina en algún momento. Es cierto. Pero nosotros tenemos un argumento irrefutable: Nunca un hombre a hecho algo pensando que duraría un día, que sería efímero. Lo que construyó fue con la ilusión de que sería de por vida. Y si no fue de por vida, sino fue para siempre, al menos fue digno y tuvo su momento de gloria. Así se hizo el mundo.
Cuando éramos muy jóvenes levantamos muchas banderas. Algunas se diluyeron, otras, nosotros mismos las arriamos porque no tenían identidad de tales. Sin embargo hay una o dos que todavía permanecen allí arriba. Son viejas pero firmes y genuinas... No caerán y si caen tendremos que caer con ellas. Queremos ser fieles a ellas y por tal motivo no vamos a renegar a las mismas.
No claudicamos, no dudamos, no nos arrepentimos... ni queremos que nadie tenga la osadía de arrepentirse por nosotros...
Finalmente quiero rendir un homenaje al Tte. 1º Cáceres. Quiero que le dediquemos un minuto pero no de silencio. Permítanme el atrevimiento de alterar esa costumbre. Prefiero algo mas acorde al coraje, al empuje y a la vitalidad de Cáceres: La marcha de San Lorenzo, por favor...
Rodolfo Richter
TCnl (R)
Promoción 101

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