viernes, 29 de octubre de 2010

TURQUÍA CAMBIÓ DE CAMISA

Negacionismo turco del genocidio contra los armenios 1

Por Rupén Berberian(Raymond)

www.arteraymond.com.ar

Cambió de camisa para ocultar sus roñas, pero no la maña. Miles y miles de criaturas huérfanas fueron arrastradas como ganado hacia los establos de los jerarcas turcos, repartidas a sus soldadescas, otras tantas engrosaron los harenes de esas bestias sanguinarias como esclavas sexuales. Los mismos sirios las recogían desfallecientes, arrojadas a las huellas del camino y las comercializaban por monedas y ahora; ahora que ha transcurrido el tiempo, me pregunto ¿qué hay de todo aquello y de nuestras imborrables cicatrices?

Mi madre Chamiram de seis años y su hermanita Areck de ocho, tuvieron la fortuna de ser rescatadas por una voluntaria en Diarbekir y conducidas a Aleppo; pero esta es otra historia; una historia lacrimógena que prefiero evitar antes de compenetrarme en sus escabrosos laberintos.

¿¡Cómo quieren que nuestra diáspora no esté con la sangre en el ojo habiendo vivido en carne propia tantas y tantas atrocidades cometidas por los turcos contra nuestra gran familia!?

Me sorprende que la humanidad sigua estremeciéndose tan sólo ante los crímenes del nazismo y dé vuelta la página ante las depravaciones cometidas contra la armenidad durante siglos de ocupación turca otomana.

Hoy Turquía se acopla una sonrisa hipócrita en la comisura de los labios y se atribuye modernismo y una moralidad propia del que “Yo no fui”, luciendo una camisa nueva, obsequiada por los Estados Unidos en reconocimiento por usar bases militares en su suelo, ante una posible revuelta de los kurdos que no hace mucho todavía constituían la mano izquierda de la fuerza bruta otomana, aliada y socia en el despojo de los bienes de los armenios caídos en desgracia y por acaparar cuántas niñas les cayeran en mano para su uso y abuso.

Hoy los kurdos se encuentran en la mira de los turcos y esta encrucijada es donde lograron entender la magnitud del drama corrido por los armenios y su gran complicidad de haber participado en su exterminio.

Turquía acaba de revelar una vez más su sadismo, saliendo en respaldo de su hermanita de sangre Azerbaidyan con toda la intención de amedrentar a Armenia. Eso me recuerda cuando el león hace que sonríe, porque ya olfatea la carne humana y el mundo, que prefiere mirar para otro costado, calla, y los mandamases van de cacería tras un fantasma que supuestamente haría peligrar la estabilidad económica de sus países. En su Safari aniquilan civiles y arrasan poblados en bien de la humanidad civilizada, poniendo a punto los últimos “Top Models” en armamentos sofisticados. Toda esa apología disfrazada me recuerda lo dicho por Hitler: “¡Quién recuerda a los armenios…!” Y tenía razón. Los únicos que podrían recordar a los armenios somos nosotros, hijos y nietos de los huérfanos sobrevivientes que lograron escapar del infierno. Tal vez dentro de otros cien años o mil, cuando los turcos hayan Dios mediante desaparecido, habrá florecido en el terreno una nueva generación, una raza con mentalidad nueva progresista y humana y allí nos encontraremos hermanados al pie del cañón tras nuestro Paraíso Terrenal…

Que conste que rodando nuestro exilio por el mundo hemos adquirido experiencia y sabiduría; hemos sabido ganarnos el aprecio del mundo; pero, aún así, nos queda la difícil tarea para que este mismo mundo al que hemos abrazado y con el que hemos hallado hermandad y entablado amistad, sepa dedicarnos su atención y comparta nuestros reclamos de justicia. Necesitamos que los hombres de bien sean los jueces en nuestra causa, que no se dejen engañar por las carátulas de cartón prensado de los dirigentes turcos, y se animen a develar sus trapos sucios sobre el genocidio. Aquél entonces nuestra armenidad podrá descansar en paz en el abrazo del tiempo.

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