miércoles, 20 de octubre de 2010

FRACASO DE LA DIRIGENCIA ARGENTINA

corrupto

Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 y CMN 73)

 

¿Como un país de excepción se ha convertido en una pésima nación? ¿Por qué se ha rota el vinculo entre la sociedad y sus gobernantes?. ¿Cuál es la causa que nos lleva de desastre en desastre? ¿Cuánto hemos errado en la evolución hacia el progreso? ¿Donde esta la raíz de los males? ¿Quienes tienen la responsabilidad? Existe una respuesta, ello sucede cuando el habitante no asume el rol de ciudadano y es representado  por dirigentes que no actúan  tras el bien común y destruyen la esencia de la comunidad. Ese es el mal de muestra Argentina.

SINTESIS. Sabrosas carnes y verduras pueden convertirse en un manjar o una bazofia, conforme el cocinero, como un maravilloso país ser una pésima o exitosa nación, de acuerdo a sus gobernantes, por ello, su elección es la clave entre el éxito y el fracaso

Nuestra Patria, la Republica Argentina, esta en riesgo ante, una crisis larvada esta socavando sus cimientos, poniendo en peligro el futuro y destruyéndonos como sociedad ante los ojos del Mundo. Los mas  diversos medios de comunicación albergan  palabras, ideas y opiniones, de los mas diferentes orígenes, que repiten, con tonos diferentes, una misma “letanía”, con detalles de todo tipo, sobre sus efectos, pero no señalan con claridad el origen y, por lo tanto, no proporcionan un diagnostico, que permita intentar una respuesta. Se atribuyen nuestros males a la economía o las pugnas sociales, pero se calla, casi en complicidad, los aspectos que hacen a la enrevesada política, que ha sido la característica de Argentina a lo largo del Siglo XX. La Argentina, que tenia un perfil prospero, logrado en el Siglo anterior, como fruto razonado de su accionar para satisfacer “necesidades y aspiraciones”, seguía razonablemente el progreso internacional y usufructuaba de las posibilidades que le daban sus “ventajas relativas”, dejo que sus dirigentes políticos, influenciados por “ideologías” o “corporaciones”,  cambiarán el rumbo hacia los  éxitos, con las consecuencias negativas del presente, y, lo que hace aun mas compleja esta situación, es que, aun hoy, no se despierta y se intenta convencernos que lo que es fracaso, es, en realidad, una ventaja. Los dirigentes, en particular los políticos, se debaten entre sus propias falencias y se acusan mutuamente, sin penetrar en las raíces de la cuestión, ya que ellos, en sus conciencias,  saben que son la esencia de los males actuales.

    En este desmadre institucional, surgen los individualismos, aun dentro de las mismas agrupaciones, con cambiantes tintes y extraña coherencia, que confunde al más avispado, llena de temores a la mayoría y conduce a la insatisfacción de todos.
Durante décadas, se sembró en la sociedad, el valor de los partidos políticos y se llego hasta incorporarlos como “instituciones fundamentales” constitucionalmente, para luego, deformarlos con la “transversalidad” o los “extremos”, y, ahora, con los “individualismos”,  en los que todo se hace difuso, inmaterial, y, consecuentemente, no se presenta como algo concreto que atraiga a la ciudadanía que, alertada, percibe ante cada promesa una trampa y adivina que es usada para fines que no comprende y que, a la larga, la perjudicara..

   Para colmo, las reglas de la política, no siguieron los mandatos acordados, y se desarrollaron para atender o satisfacer deseos personales, ocultos bajo un brillante manto de un falso progreso, que solo da ventajas particularizadas a aquellos con los  que se  tiene “afinidad”, en una metodología de “clientelismo” por todas conocidas.  Es así que para el “amigo” esta todo a disposición, aun cuando con ello se vulnere la ley, en cambio, el oponente, transformado en enemigo,  sabe que al ser descubierto, su destino final será negativo. Como agravio al pasado, se destruye la laborioso obra construida,  se modifican,  tergiversando, las causas o los efectos y se desconoce lo pactado, llevando, como consecuencia,  a la incertidumbre de los actos del futuro.  A juicio de algunos, la letra de la Carta Magna ya no expresa lo que entendieron decía los constituyentes del 1853, sino lo que, interpretando  la conveniencia del momento, sirve para fundamentar acciones en la actualidad.

    Si bien la economía ha perdido su identidad local, absorbida por la marejada del internacionalismo, la política no sabe, no puede o no quiere actuar en consonancia, y privan ciertos intereses, anulando los deberes, motivando dudas y sospechas crecientes, que llegan a rozar las calidades gobernantes. A ello se suma, un inexplicable silencio  en los niveles responsables, sobre las causas de los desaciertos, que llevan a pensar que existe desconocimiento o, en algún caso, una cierta convivencia o complicidad, atada a fines comunes que se ocultan.

   La realidad de lo que nos pasa, esta en la crónica diaria, por lo que, solo aquellos que no están informados, puede aducir desconocimiento o aceptar los desvaríos calladamente. A titulo de ejemplo, sin coincidir plenamente con lo que se expresa,  se puede tomar del Diario “El País” (España 13 oct. 2010) de un articulo  de Enrique  Krauze sobre Vargas Llosa, dos párrafos que, si bien se refiere a Latinoamérica, calzan con lo que sucede en nuestra Argentina. El primer párrafo dice así: “En sus novelas y ensayos, nuestro continente  aparece como el escenario de un drama terrible hecho no solo de pobreza, desigualdad y crimen,  sino de corrientes mentales muy profundas y dogmatismos de toda índole que no son  mero reflejo de las  injustas estructuras económicas internas o externas, sino engendro directo de dictadores de derecha o izquierda, y obras colectivas de castas militares, políticas, religiosas, intelectuales, burocráticas. Estas élites han sido para Vargas Llosa, el factor fundamental en la postración  social y económica de la región”.

El segundo párrafo seleccionado, señala que “Esta América nuestra que nació en los albores del Siglo XIX con un proyecto liberal (republicano, democrático, federal) desvío muy pronto su rumbo hacia la adopción esencialmente reaccionaria el orden antiguo (corporativo, jerárquico, dogmático, represivo y cerrado). Tiempo después, derivo hacia el alineamiento entusiasta –teñido casi siempre de populismo– con los regímenes totalitarios del Siglo XX. En el transito perdió mas de un siglo y medio, solo para redescubrir, hace apenas 20 años, que el proyecto original era el único deseable”. Si resumimos estos conceptos, en relación con nuestra Argentina, se puede concluir que es cierto que hemos perdido mas de un siglo, por habernos apartado del curso fundacional, pero, que, aunque los demás países han “redescubierto” que  “el proyecto original era lo único deseable”, nosotros seguimos en la duda, sin reaccionar,  atados  a una corriente que nos lleva al desastre. Este tema es inconsciencia colectiva o inteligencia de dirigentes que aprovechan las coyunturas, mientras cae lo estructural, y, por lo tanto, se esta creando bases endebles y roídas para el mañana.

    Nuestra Argentina padece de un problema cultural político, que lo arrastra desde las primeras décadas del Siglo XX, cuando se produce el choque entre la tradición histórica con la innovación evolutiva que en lugar de resolverlo razonablemente, se lo conduce en una suerte de enfrentamiento difícil de calificar. Lo difícil de determinar, que hace compleja esta evaluación, es asignar con precisión los originarios de esta tendencia, ya que, ellos se ocultan bajo los mantos de sus oponentes y usan sus ideas, deformándolas en sus efectos, conforme las circunstancias y propias conveniencias. En las ultimas décadas se ha vivido en la sociedad argentina una confusión, alentada por aquellos que la aprovechan para sus propios beneficios,  que hace se califiquen a aquellos que nos han conducido como “viles traidores a la Patria”. El espíritu de este proceso esta claramente reflejado en los múltiples escritos, que abundan en las bibliotecas, y el accionar para crear un perfil que nos identifique como argentinos. Seguramente, Juan Bautista Alberdi Araoz, en sus “Bases…”, que son las que alimentan la redacción de la Constitución Nacional en 1853, nos proporciona una guía para el entendimiento, por lo que es valioso leer aquellas, relacionando sus puntos con los artículos de la Carta Magna y luego magnificar esos mandatos con lo realidad concreta del presente. Posiblemente, este ejercicio intelectual, permita dilucidar con claridad el perfil que se esperaba tenga nuestra Nación que, comparado con lo que somos en el presente, muestra lo que se ha perdido en un proceso vano, disfrazado de brillante éxitos, pero con una base endeble que proporciona la actual estructura carcomida y frágil.

   La realidad orgánica de Argentina muestra, concretamente, que se “institucionalizó”, buscando apartarse de lo acordado, olvidando las raíces de los “pactos preexistentes”, que lleva a una diferencia operativa entre lo que se pretendía ser con lo que se es. Esta cuestión, agrega una realidad física del país, contrapuesta con una forma concreta política que es, posiblemente, la causal de los problemas que caracterizan a Argentina. Esta situación de ambivalencia, lleva a la frustración de la sociedad, que se expresa en el denominado “trauma psicosocial”, característicos en las comunidades asoladas por cataclismos o guerras, que conducen a la disociación, la violencia y la perdida de la solidaridad. El argentino de hoy ve en el otro argentino, un competidor, un adversario y, bajo determinadas circunstancias, casi un enemigo, todo ello alimentado por una inexplicable difusión que, tergiversando las realidades, modifica los escenarios y sus realizaciones. Los próceres de ayer, que veíamos cubiertos de gloria, se transforman en delincuentes, al tiempo que se exaltan personajes que estaban ocultos o fueron sus oponentes en la época. La historia se escribe conforme los intereses que se desean y no en base a los sucesos que le dieron lugar.

    Es valido destacar que la sociedad argentina padece un mal que comienza en el Siglo pasado y se extiende a sus diversos estamentos,  con lo que se desdice los compromisos, vulnera las normas y lleva a un caos que se muestra en la fragilidad de los gobiernos, la mutabilidad de las leyes, el apartamiento de las razones y la duda sistemática que, a su vez, alimentan la corrupción y la criminalidad. Sin embargo, pese a este panorama de desastre, casi como si fuera milagro, después de cada caída con un cruel cimbronazo, se resurge expectante, reasumiendo fuerzas de los potenciales dormidos y se intenta avanzar todo lo que se ha perdido. La duda es, hasta cuando se aguantará este nocivo ejercicio, y cuánto es lo que se pierde en cada uno de estos reandares que, finalmente, descolocan a la nación ante sus pares en el Mundo. En un planeta que tiende a la globalización y que en este quehacer despierta los individualismos de cada identidad, es necesaria tener claridad universal, para ajustar las acciones y las conductas hoy, como lo hicieran los argentinos de fines del Siglo XIX.

    En algún escrito a nivel universitario, en muy cuidados análisis sobre la evolución política de nuestro país, encontramos claramente el proceso de alejamiento del mandato constitucional que nos daba una forma de gobierno “con representación federal” y forma de acción “republicana” que se atribuye, esencialmente, a dos causas. Una es la creación y la concepción de los partidos políticos nacionales que tienen mas origen “ideológico” o “corporativo” que real sentido original poblacional y la otra a los “gobiernos de facto” que bajo la apariencia de “golpes cívico-militares” han sido la solapada acción  de dirigentes políticos nacionales para salir de procesos por ellos juzgados como negativos y “centralizaban el poder”. Llamativamente, en nuestros días, sin que ello signifique un origen “revolucionario”, con el manejo del “erario publico” se esta produciendo una “centralización financiera”, que es por todos conocida, con el agravante que pese a su vigencia ella no despierta la esperada reacción de protesta en aquellos que por deber y responsabilidad deberían ser los alarmantes.

   Lo incomprensible de este escenario nacional, aparece cuando se compara lo que sucede en otros países,  en particular  los países vecinos, que, de alguna manera, han pasado por las mismas situaciones que Argentina, pero, que han reaccionado, de manera tal, que se han convertido en reales poderosas naciones. Tales son los casos de Brasil, Chile y Uruguay, que solo el examinar sus conductas y sus resultados, lleva a tener ejemplos claros a imitar. Lo difícil de entender, a su vez, es cuando se ve que nuestros gobernantes, en lugar de corregir el rumbo ajustándolo al pasado y proyectándolo a futuros triunfantes,  profundizan los equívocos y se asocian con procesos que han perimido, dado que sus promesas han sido solo fantasías inalcanzables usadas como banderas de convocatoria.

    La raíz intelectual de los procesos de la Humanidad, tiene expresión política en las “ideologías”, que son la forma mental de atender los problemas físicos de las personas y las comunidades. Es evidente que, todos los grandes desarrollos, han tenido un origen intelectual, pero ello no significa que la concepción dada haya alcanzado una concreta materialización. Es normal aceptar el tema ideológico en las religiones que, en sus conceptos, encierran una relación subliminada con Dios y, en sus formas, las conductas deseables de las personas, pero, ello no es igual cuando se trata del tema de la política y su expresión constituida por los gobiernos. Ello tiene su lógica, ya que el éxito prometido no es igual, en las religiones es esencialmente espiritual en el futuro y en las políticas, material en el presente. De todas las formas de acercamiento, además de lo “ideológico” aparece conjuntamente lo ”corporativo” y, posiblemente, la mas apta acción esta en el comercio, con su poder de reunión y comunicación, que, su vez, lleva a la competencia, en la que la figura “corporativa” se alienta sobre los intereses. Con los avances del comercio internacional en manos de las “empresas  internacionales”, en la mayoría de los casos, ellas responden mas lo que sus casas matrices le requieren, que lo que las sociedades que les dan albergue necesitan. Es decir que, tanto las “ideologías” como las “corporaciones”, tienen una finalidad de apropiación para fines determinados, que no se ajustan a la de servicio general comunitario que se aspira de la política. La cuestión surge, entonces, tanto en las ideologías como las corporaciones, su diferencia sobre la solidaridad, es decir, en cuanto los resultados del esfuerzo propio se trasladan como beneficio a terceros, aun en el caso de los descendientes.

La noción de familia tiene en si respuesta, como el carácter de vecino proporciona también la propia y, en ambos casos, sobre la proximidad en las necesidades y las aspiraciones. Es allí donde se divergen los procesos que se origen de las ideas o los intereses y toman la forma de “ideologías” o “corporaciones” ya que estas fraccionan o dividen, en cambio la “proximidad” une y vincula. No se puede dejar de recordar que algunos políticos en función de gobernantes, en lugar de facilitar, apoyar y propende al logro del bienestar por el esfuerzo propio, crean la figura de la “redistribución” de los beneficios, no por lo que se aporta, sino por lo que ellos pretenden, para congraciarse con los electorados, sin darse cuenta que este accionar actúa como contratara con el que trabaja y se esfuerza, que se ve burlado, usado y, consecuentemente, desanimado, para continuar con sus aporte.

    El gran problema psicosocial de como compatibilizar realidades y alcanzar los más justos resultados, erige la figura de la autoridad, que va desde el padre o el maestro, hasta el soberano-rey o primer mandatario-presidente. Para que esta autoridad sea concreta, ella tiene que nacer de un origen de tal consistencia que sea aceptada y aceptable  sus decisiones que, de alguna manera, a la larga, benefician o perjudican a unos ante otros y, ello, lleva a la calificación de la representación y como se ejerce aquella. Nuestros antepasados, resolvieron sabiamente este tema, cuando determinaron la “forma de gobierno”, y señalaron, el  articulo 1ro de la Constitución Nacional, que ella seria una “representación federal” ejercida en la forma de “republica”.  Lamentablemente, como ya hemos señalado, , el desarrollo político argentino, muto el concepto de ”federal” por el de “ideología” y/o “corporación” y creo las instituciones del gobierno para atender esta diferente modalidad. Es decir, la representación dejo de tener el origen de pueblos en el territorio para transformarse en individuos con ideas o intereses comunes, lo que llevo, consecuentemente, a la formación de los agrupamientos políticos para estos últimos fines y no los determinados en la  Carta Magna. Varios constitucionalistas, repetimos, señalan esta tergiversación constitucional, que se afirma y concreta con los “partidos políticos nacionales” y los “gobiernos de facto”, que, al soslayar a la republica, se convierten en una suerte de “dictaduras” directas o embozadas, que perderse el “vinculo” constitucional, lógicamente, se divorcia a la sociedad de sus gobernantes, y la comunidad se aleja y, aun, opone, a la ley. Cuando se nos señala las cantidades de los que eluden la ley o actúan al margen de las disposiciones, en realidad se nos esta mostrando en cuando estas no se ajustan a las realidades y cada vez que se apoya oficialmente alguno de estos tipos de apartamientos, se esta confesando la existencia del problema motivante como justificativo.

    Bajo las formas en las que se ha sistematizado actualmente el accionar político, se tiene la posibilidad de ser un “afiliado” a los agrupamientos en los que privan las “ideologías”  o un “socio” en las “corporaciones”, pero con ello se pierde la relación del contacto ciudadano (que hace al “conciudadano”), que es la que crea el vecino, o sea la proximidad territorial entre los habitantes. La lógica hace que aquellos que viven en un mismo lugar o región tengan  “necesidades y aspiraciones” especificas, vinculadas a sus ambientes o escenarios, que no coinciden  necesariamente con los que habitan en otro lugar o región. Es así que no se puede creer que aquel que vive en la Puna tenga “necesidad y aspiraciones” iguales a los que lo hacen en la isla de Tierra del Fuego, como, en las ciudades, la situación del porteño no podrá ser nunca igual a la del rosarino o tucumano. Los temas comunes de su proximidad, a su vez, requieren sus propios “representantes” cercanos a los lugares y no los que aparecen en la lejanía, alentada por las ideas o intereses sectarios, de allí la valorización del “federalismo territorial”, en contraposición al “centralismo ideológico o corporativo” que se ha instaurado en Argentina.

    Es de señalar, volviendo sobre el tema de la “representación”, actualmente, ella no es lograda como tal, ya que, al partir de los enfoques “ideológicos” o “corporativos”, nace de  como interpretan las ideas o los intereses, los que actúan como tales que, necesariamente,  con su accionar, pretenden se los siga para lograrlos, lo que se contrapone con la real acción que se espera desde  las bases (el “pueblo”) que ellos satisfagan. Cae de por si, que un país de la extensión que tiene nuestra Argentina, la variedad de climas, ambientes, etc. es casi una imposibilidad  asumir ello centralmente y requiere un sistema “descentralizado” para que, en su proximidad, tenga la eficacia y la eficiencia que se espera. Ello lleva, una vez mas, a valorar lo sabio de nuestros antepasados cuando llegaron a las formulas “federales” que nos legaron en la Constitución.

       Los sucesivos gobernantes, seguramente conscientes de que lo que se hacia no se ajustaba a lo que se debía, han creado una serie de instituciones, que podemos denominar “parches”, que bajo la necesidad de la descentralización federal intentan suplir los efectos de la centralización, pero, a la larga, debido a su falta de genuinidad, ellas fracasan.

   Quizás, lo mas grave de esta marcha hacia la  decadencia, es que se ha formado una “casta política”, que hace de la actividad una profesión y no un servicio, y encuentra, en la tarea, una forma de realización personal, que se evidencia por sus incrementos patrimoniales, la invasión a la función publica y, consecuentemente, el “manejo” de las normas y leyes, conforme  intereses directos o indirectos. Este fenómeno, que aparece normalmente en las dictaduras, adquiere con la impunidad y la corrupción, una forma de acción, aun en la democracia. Todo ello, conlleva a la materialización de un “régimen”, que hace el “sistema” conforme sus objetivos, sin preocuparse, si con ello resta posibilidades, siempre que, de alguna manera, lo que se haga los conduzca a su prosperidad.

    Todo este razonamiento, encuentra que, en otros foros del mundo, se estudia esta situación, pareciera ser que en las más diversas sociedades, ubicadas en los lugares más remotos, esta adquiriendo una fuerza inusitada el tema de la “forma de gobierno”. Obra en este sentido los nuevos medios de comunicación, entre elfos, lógicamente, Internet, que vincula y permite el acceso de las más variadas ideas y opiniones. La lectura de estos mensajes, señala con claridad, que pese a la globalización, las sociedades no han renunciado a sus identidades y, con ello, aparece con insistencia la puja entre lo local y lo global, que el dinamismo de la evolución presenta como cambiantes escenarios. El mayor tema, sin solución aparente en la actualidad, es, consecuentemente, lograr un “sistema de gobierno” que funcione con aptitud, aceptación y acatamiento, para lo que, el poder de sus autoridad, debe surgir de la auténtica elección basada en las sociedades democráticas.

   El proceso antes mencionado, nos hace volver a nuestro pasado en el periodo de “organización nacional”, en el que nuestros pueblos (ciudades) buscaban su integración, al mismo tiempo que deseaban reservar sus autonomías. Los desarrollos, en el presente, como fuera en nuestro pasado, tropiezan con la desidia de las comunidades, que no valoran en cuanto esta evolución influye sobre los futuros, por lo que no se le presta la atención que sus efectos impone.

  Cada vez aparece, con mas contundencia, la idea de que aquellos que gobiernan deben, realmente, ser servidores de sus electores y no sus mandantes, por lo que el concepto de gobernante se afianza en la responsabilidad del servicio que, al mismo tiempo, exige que el ser autoridad no signifique la creación de privilegios, la imposición de ideas o la persecución de intereses, sino una clara y terminante acción para satisfacer necesidades y facilitar aspiraciones.

    Las ideas predominantes, se refieren, a determinar una forma de gobierno en la cual, el poder se ajuste, de manera tal, que su aplicación se corresponda a escalas  que, determinadas en una medida adecuada y proporcional, a las capacidades que detente cada agrupamientos. Ello hace suponer que, cada nivel de gobierno, tendrá que actuar y tener su “responsabilidad” hacia el nivel superior y el inferior para que sus actos y medidas se  ajusten al medio y ambiente en las que se aplicaran y sean, concretamente, una especie de eslabón que encadena todo el sistema en sucesivas vinculaciones.. Lo realmente llamativo en el proceso actual, especialmente en Europa que esta tratando de formar su “comunidad” es que, luego de estudiar la situación de los países como elementos capaces soberanos distintos, se esta considerando las poblaciones como sustento de los niveles de necesidades y aspiraciones conjuntas y, para ello, se analiza la creación del “Parlamento Europea”.. La similitud del proceso en Europa con el que nos legaron nuestros mayores en su acción en el Siglo XIX nos esta señalando que ellos realmente actuaron con una coherencia y sapiencia admirable y que somos nosotros los que nos hemos equivocado al querer cambiar lo por ellos “acordado”.

  Debemos ser consientes que el mal de nuestra Argentina esta claramente definido en su mutante y cambiante conducción gubernamental, alentada por los dirigentes políticos que se han apoyando, como ya se señalo, en “ideologías” y/o “corporaciones” y, aun mas, en algunos sectores con la mezcla de ambas, olvidando y modificando el dictado de la geografía, la historia y el concreto  pasado que nos hacia un país “federal”, es decir basado en su territorio, y que al mismo se debía responder, aceptar y no intentar su modificación. 

   Si partimos del supuesto de reconocer que el derrotero trazado por la política durante el Siglo XX no es la continuidad de lo que se inicio en el anterior y que los resultados entre ambos periodos están marcando su calificativo de éxito o fracaso, no debería existir dudas que se debe volver sobre el carril que ha dado ventajas y no seguir el camino que nos ha destrozado, para ello hay que atender a  virus que nos ha conducido al régimen del error al crear un sistema de gobierno que no tan solo no es el fijado por la Constitución Nacional, sino que esta basado en objetivos que no coinciden con lo aspirado por la sociedad, ya que, si no lo hacemos, cambiaran los nombres u las fachadas, pero todo seguirá igual.

   La historia muestra a pueblos valientes que tuvieron el coraje de salir de sus tendencias negativas y encararon con criterios sanos sus futuros, pese a que ello significo, de alguna manera, sacrificio, pero lo hicieron como la respuesta sabia a la corrección de los resultados negativos para construir nuevas esperanzas. Seguramente, si recordamos que  nuestros patriotas del Siglo XIX, actuaron con sano equilibrio al despertar ideales que el progreso les brindaba, nosotros, los ciudadanos de inicio del Siglo XXI, inspirados en nuestros antecesores, debemos hacer lo mismo para dejar un legado positivo a nuestros descendientes

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