sábado, 12 de junio de 2010

ARGENTINA AL BORDE DEL PRECIPICIO

a kirchner elecciones campo 


Por el Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila


    Argentina acaba de cumplir doscientos años del gesto sublime que en mayo del 1810 comenzó el camino su camino para ser una Nación y en los espíritus aparece dolorosamente la sensación de que los equívocos y errores se acumulan y nos llevan a la frustrante posibilidad de estar al "borde del precipicio" que nos destroce.
   Un país que todo lo tiene no logra convertirse en la Nación que se espera por sus posibilidades y recorre el intrincante sendero que obra negativamente en su tejido social. El conjunto  de relaciones entre grupos, instituciones y organizaciones que deben convivir en nuestro territorio no encuentran la sustancia aglutinante que se necesita. Es evidente que el contexto de reglas, normas y disposiciones que deben conducir a que el esfuerzo individual resulte conjunto no lo ha logrado. La sociedad argentina no encuentra que sus grandes objetivos, los que todos sin distinción aspiran,se encuentren en las metas a alcanzar. Los estudiosos del quehacer de nuestro país, señalan alarmados,que se esta produciendo la "ruptura del tejido social" o sea la posibilidad de la disolución como una organización política institucional. Sin embargo, es de señalar, que este proceso comenzó hace tiempo, quizás sin que lo percatemos, pero que avanzo subrepticiamente viciando el ambiente.
   La mas evidente muestra de este mal se concreta por el trauma psicosocial que se materializa en la comunidad. Este trauma, característico como consecuencia de las guerras o los cataclismos, afloja las relaciones, libera instintos, lleva a la confrontación y olvida la solidaridad. La violencia, la criminalidad, los desbordes y las reacciones ilegales destruyen la paz, afectan el bienestar y llevan al temor. Esta manifestación se incuba en el tiempo por sucesivas oleadas en las cuales en cada nuevo flujo se produce un avance que pasa a ser incontrolable.
  En este proceso surge la necesidad de analizar la efectividad de la función del gobernante ya que quienes ejercen el poder tienen  la responsabilidad de su ejercicio, aplicación y administración. El gobernante tiene la responsabilidad de asegurar que la relación en la organización se ajuste al mandato recibido y vigilar los posibles desvíos para corregirlos antes de que ellos se efectivicen. Pero, para ello, tienen que tener el poder delegado que le otorga la genuina representación de aquellos a los que rige. Cuando el gobernante se aleja de su función, ya sea por modificar sin consenso los objetivos o por olvidar soslayando sus responsabilidades de justo administrador, resulta el mismo el germen del virus que lleva al deterioro del tejido social.
La historia del Siglo XX de nuestro país muestra como paulatinamente el mismo se fue alejando de su mandato constitucional. Pareciera que se olvido que lo acordado a mediados del siglo XIX y plasmado en la Carta Magna era la voluntad expresa de lo que se quería, lo que se deseaba, y el como para lograrlo. Es posible que durante los 1900 se haya producido un choque entre la tradición del mandato y las aspiraciones de la renovación y que, en esta puja, haya triunfado la segunda, Hoy, con los resultados, es fácil colegir que si ello fuera así, que lo alcanzado es negativo.
La actuación de los políticos se muestra en una puja entre lo que se puede denominar "democracia de masas" y la "democracia de acuerdos" dando prioridad a la primera y olvidando que nacimos en base a la segunda. A este tema de gravedad inusitada, debe adicionarse necesariamente, las conductas políticas que llevan a la puja ideológica o corporativa y se alejan de las obligaciones de servicio para satisfacer las necesidades y aspiraciones de los pueblos. De esta manera sórdida y bajo banderas sociales foráneas, se desarrollo en el país un factor de poder que, autoalimentándose en si mismo, ha llevado al divorcio entre la sociedad y sus dirigentes. Por un lado esta el clamor de orden , desarrollo y bienestar de la sociedad y por el otro las aspiraciones de cambio,reparto y seuda solidaridad que imponen los gobernantes.
  Si bien la capacidad de reacción de la comunidad ha hecho de que ante cada desvío ella recupere sus capacidades, es claro que este esfuerzo de idas y regresos, produce un desgaste creciente y que, si no se atiende el problema honesta y lealmente, el mismo puede llevar a la autodestrucción. Argentina camina al "borde de un precipicio" debido al "trauma psicosocial" de su sociedad, con el creciente "deterioro de su tejido social" ante la expectante mirada de la comunidad local e internacional, con el riesgo cierto de perder su vigencia como nación.
  La crónica diaria acumula situaciones rayanas en lo delictivo, señala procesos próximos a la criminalidad y muestra acciones que están fuera de la Ley y la Justicia, todo lo que son signos que deben alertar para que aquellos que tienen el poder de enmendarlo lo hagan.

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