sábado, 24 de octubre de 2009

LA ESCANDALOSA “TEÓLOGA DE LA MUERTE” QUE JUSTIFICA EL ABORTO


En la foto: Teresa Forcades, española médica, "doctora en teología", partidaria de la teología marxista de la Liberación en su versión condenada por el Magisterio, feminista, modernista, abortista, y herética que es "teóloga de la muerte", y predica hedonistamente que "lo que es placentero es de Dios"


Por Emilio Nazar Kasbo

Teresa Forcades es una española de 43 años que tiene título de médico y afirma ser teóloga. Un periodista del canal TV3 en el programa “Singulares” le pidió su opinión sobre la píldora del día después y sobre el aborto.

TEOLOGÍA ANTINATURAL
Es una hermana benedictina, nacida en Barcelona. Es doctora en Salud, ingresó al monasterio de San Benedicto en la montaña de Montserrat en 1997, y es partidaria de la “teología crítica”, una nueva forma de modernismo, y además es partidaria de la “teología feminista” (que por otra parte busca reescribir la Biblia en “clave de género”, es decir, sustituyendo la Tradición por la adaptación de la homosexualidad y de lo antinatural sodomita como aceptada en la Biblia).
Entre sus frases, figura por ejemplo la siguiente: "Está iglesia no es la Iglesia de Cristo, sólo así se entiende… está corrompida o al menos anquilosada" ¿Qué hace ella entonces dentro de la Iglesia Católica, si no es la de Cristo?
El feminismo de la teóloga de la muerte proviene de su formación en la escuela de Sefa Amell (presidenta del movimiento “Dones de l’Església"). A esta monja le encantaría que hubiera una “Papisa”. Preguntada en el programa televisivo sobre la “Píldora del día después”, Sor Forcades explicó su experiencia en un hospital norteamericano en el que “por protocolo daban esta píldora a todas las jóvenes que habían sido violadas”, medida que a ella le parece fantástica por “criterios humanitarios", mientras predica su intención de que esta píldora abortiva sea conocida y esté al alcance de todas las mujeres.
Defiende el aborto afirmando que no es un crimen como lo es asesinar a otra persona, porque el feto no es otra vida sino que forma parte de la madre, con quien tiene una relación única y singular, y llega a decir que ha sido Dios quien ha puesto este feto en la madre y por tanto es la madre la que debe decidir. El entrevistador incidió en que esta no era la doctrina de la Iglesia, a lo que ella respondió diciendo que no hablaba en nombre de la Iglesia sino en el suyo propio (¿es ella la nueva “Papisa”?).
Aparentemente, la madre abadesa de Montserrat está conforme con la “teóloga de la muerte” y se lo consiente todo, orgullosa de ver lo lista, moderna y mediática que le ha salido una de sus monjas... aunque el costo sea rematar la Fe y la Tradición de la Iglesia, esposa de Jesucristo.
Además, esta monja afirma que “lo que es placentero es de Dios”


ESCÁNDALO HERÉTICO
“Dios ha puesto la vida del feto mientras no es viable en las manos de su madre [...] A causa de la íntima vinculación de la madre con el hijo mientras este no es viable fuera de ella, la decisión de abortar es indisociable de la autodeterminación de la madre, de su libertad personal. Esta vinculación íntima entre dos vidas hace que no se pueda salvar el hijo en contra de la voluntad de la madre sin violar la libertad de ésta”, dijo la monja en declaraciones públicas por TV, escandalizando a toda la audiencia católica.

“La pastilla tiene efectos secundarios y evidentemente no se puede tomar alegremente. Pero sí, creo que es una posibilidad que yo ¿desearía – gustaría? Que fuera conocido por todas las mujeres y que estuviera al alcance de todas”, afirmó.

A continuación, el entrevistador le pregunta por el aborto y la hermana benedictina, tras hablar de la situación de “los pro-vida y los pro-elección” en los Estados Unidos (como una dicotomía en oposición marxista), agrega: “Aquí también he escuchado a veces el argumento de que un aborto es como un homicidio”.

“Ya... si admitimos que el feto en formación es una persona, entonces poder decidir sobre la vida de esta persona, por criterios de conciencia por ejemplo, tener que respetar la conciencia de una madre en el momento que decide sobre la vida de este feto equivaldría a tener que respetar su decisión”, continúa.

“Y es única porque la vida del feto depende de la vida de la madre hasta que este no es viable fuera de ella. Esta es la base para decirlo así, tanto antropológicamente, como biológicamente, como legalmente y como moralmente, para decidir sobre considerar este caso sobre la vida del feto completamente diferente y por lo tanto no se puede comparar con otro caso ‘interhumano’”, añade.


SIN DIFICULTADES
el periodista le comenta que “la Conferencia Episcopal Española ya sabe usted que no se caracteriza por su apertura...”, a lo que ella responde: “es verdad, [...] pero como en estos momentos no tengo ninguna responsabilidad ni docente ni pastoral dentro de la Iglesia, entonces, puede que si la tuviera habría una repercusión más grande de lo que yo podría expresar, pero de momento hablo no en nombre de la Iglesia, sino con un criterio personal y no he tenido dificultades”.

El entrevistador dice entonces: “Teresa Forcades, por suerte, no está sola, mire uno de los invitados de ‘Singulars’”. Y aparece en un vídeo Hans Küng, a quien Forcades dice tener “mucha simpatía”, quien afirma que “La mujer es un problema para casi todas las religiones”.


ANTICONCEPCIÓN, ABORTO Y MAGISTERIO
Sus respuestas fueron objeto de crítica pública, ya que carecían de fidelidad al Magisterio de la Iglesia, aunque afirmaba representarlo por autoproclamarse como “teóloga” aunque sus dichos estén separados por un abismo de la Teología y del Magisterio.
Ante el escándalo producido a causa de sus dichos, acabó redactando una nota en la que se refugia en “la libertad de expresión y de pensamiento en la Iglesia”. Sin embargo, quien no afirma lo que dice el Magisterio, no actúa con libertad sino con libertinaje y en dirección herética. La “teóloga de la muerte” se expresó en estos términos: “personas de buena voluntad que se toman en serio tanto el tema de la libertad de expresión y de pensamiento en la Iglesia como el tema del aborto me han hecho llegar su perplejidad ante estas críticas. Incluso mi abadesa recibió una carta del cardenal Rodé, prefecto de la Congregación para los religiosos, que pide que manifieste públicamente mi adhesión a los principios doctrinales de la Iglesia”.
Pero la referida “médica” con su autoridad profesional, “monja” por su toma de hábitos, y “teóloga” por autoproclamación, realiza una afirmación típica de modernismo, herejía condenada por la Encíclica Pascendi. Efectivamente, reproducimos un párrafo en el cual a la vez que afirma la existencia del Papa y del Magisterio, relativiza todo desde la “opinión” y la “libertad de expresión”, las cuales sin embargo se encuentran vedadas por el mismo Magisterio que dice respetar:

MODERNISTA
Dice la monja: “La Iglesia católica, a diferencia de otras Iglesias cristianas, cuenta con una función magisterial la cabeza de la cual es el Papa, encargada de velar por la autenticidad de las interpretaciones y las aplicaciones del mensaje evangélico. Esta función magisterial debe ser respetada por todos los bautizados católicos y de manera particular para todos los teólogos católicos, pero este respeto no excluye la manifestación pública de hipótesis razonables que puedan hacer avanzar el magisterio eclesial según la voluntad de Dios. A lo largo de la historia del Magisterio católico, la importancia de la teología ‘desde abajo’ se ha manifestado en varias ocasiones, muy particularmente en cuanto a los dogmas marianos”.
El párrafo precedente, en su formulación, se encuentra condenado por el Magisterio y es una proposición herética. Solamente puede ser sustentado dando validez a un pensamiento relativista, en que el Magisterio no define el Dogma, sino que siempre es relativo y por tanto objeto de cuestionamientos e interpretaciones que habiliten a la desviación de lo que explícitamente se afirma.
Afirma que “el Papa vela por la autenticidad de las interpretaciones y de las aplicaciones del mensaje evangélico”, mientras que el Papa vela por la fidelidad a la Tradición, que es otra cosa. No es un discernidor de opinólogos que hablan sobre temas que desconocen y encima con total impericia, sino el representante de Jesucristo en el mundo, al cual se le debe la misma fidelidad que a Jesucristo debido a su función.

FALSA OBEDIENCIA
A renglón seguido, y tras manifestar que la “función magisterial” del Papa “debe ser respetada por todos los bautizados católicos” y por “todos los teólogos católicos”, sostiene que “este respeto no excluye la manifestación pública de hipótesis razonables que puedan hacer avanzar el magisterio eclesial según la voluntad de Dios”. Es decir, la monja consigna que cualquier cosa que sostenga un teólogo es por “voluntad de Dios” ¿quién se lo va a negar? Ante la advertencia del cardenal Rodé, insiste en sus formulaciones heréticas, pero esta vez mostrando su hilo filosófico y teológico modernista. La formulación de “hipótesis razonables” jamás ha de contradecir lo que ya ha definido el Magisterio, el cual se limita a reconocer la Verdad de la Iglesia Católica que tiene antecedentes en el mismo Jesucristo y los Apóstoles. El Magisterio no inventa, no “crea”, sino que reconoce. Y por tal motivo el Magisterio no “avanza”, no establece “nuevas verdades”, no “progresa”, pues además el sustentar tal postura se incurre además en la herejía modernista, en la cual vuelve a incurrir la “teóloga de la muerte”.
Finalmente, en el cuestionado párrafo refiere que la “importancia de la teología ‘desde abajo’ se ha manifestado en varias ocasiones, muy particularmente en cuanto a los dogmas marianos”. Esta es nuevamente una frase herética modernista, como si el Dogma de la Inmaculada Concepción fuera la ocurrencia de un Papa que hace “evolucionar” el Magisterio sin antecedente alguno en la Tradición, lo cual es absolutamente falso. Tan falso como la existencia de una Teología “desde abajo”, es decir, en que la imaginería popular es la determinante de la definición del Dogma y del Magisterio independientemente de la Revelación de Jesucristo y la Tradición misma.

LA FE ¿ES DUDAR?
Afirma la monja herética: “Ningún católico -sea o no teólogo- no debe tener miedo de expresar de forma pública dudas razonables en relación a un punto doctrinal, con la paz y la libertad propia de los hijos de Dios, como aquel que se siente y se sabe en familia , sin temer ser denunciado o descalificado. Manifestar la propia duda de forma prudente y razonable es una muestra de fidelidad y de confianza. Es también una muestra de humildad y es tomarse en serio la propia pertenencia eclesial y la co-responsabilidad que ésta conlleva. Expondré a continuación cuál es mi duda en cuanto al tema de la píldora del día después y del aborto.”
Descubrimos así ahora, que es la duda metódica de Renato Descartes la iluminadora de la virtud de la Fe y de la Esperanza. Dudar de “un punto doctrinal”, es precisamente la actitud condenada por la Pascendi como actitud del modernista. “Yo creo, pero”, o decir “soy católico pero dudo”, para ser incluido dentro de las filas católicas y destruir por ignorancia o de modo voluntario a la Iglesia Católica desde dentro, para demolerla.
Esta duda debe ser expresada según la monja “con la paz y la libertad propia de los hijos de Dios”. Es decir, la seguridad que da la Fe en aquello que creemos por Revelación del mismo Jesucristo, no es una actitud “de los hijos de Dios” ni trae “la paz y la libertad”.
La crítica sutil a la Fe propia del católico y a la Esperanza es evidente y demoledora de tales virtudes. Para la monja la duda es “fidelidad y confianza”, cuando es todo lo contrario. La duda no es un signo de fortaleza, sino de debilidad.
Bajo la excusa de la duda, la “teóloga de la muerte” se dedica a destruir todo aquello que no es opinable, que además ha sido explícitamente definido por el Magisterio.
Tras sentar semejantes presupuestos de un pensamiento desordenado, herético, condenado por el Magisterio, pasará a exponer su “duda en cuanto al tema de la píldora del día después y del aborto”… la cual sería válida solamente si desconociera entre otros documentos la Encíclica Evangelium Vitae de Juan Pablo II.

“LA DUDA”
“Mi duda es si puede ser lícito según la moral católica violar el derecho de autodeterminación de la madre para salvar la vida del hijo”, expone la médica teóloga religiosa feminista de la abadía. Sin embargo, tal afirmación va precedida del siguiente reconocimiento: “Mi duda no tiene que ver con el principio de defensa de la vida como don de Dios. Con este principio estoy plenamente de acuerdo: la santidad de la vida como don de Dios debe ser respetada desde la concepción hasta la muerte natural (Benedicto XVI)”.
El pensamiento marxista de contraposición, pretende buscar la “tesis” y la “antítesis” como fundamento del pensamiento para hallar la solución en la “síntesis” confrontativa. Al Magisterio opone “la duda”; al derecho a ser respetado en la vida desde la concepción hasta la muerte natural opone la “autodeterminación de la madre” para abortar.
Luego llega la afirmación disparatada y carente de todo sustento teológico y filosófico (a no ser en la actual “filosofía” de la irracionalidad impuesta por la “New Age”): “El derecho a la autodeterminación es un derecho fundamental que protege la dignidad de la persona humana y prohíbe bajo cualquier circunstancia y de forma absoluta que esa persona pueda ser utilizada como objeto, como un medio para conseguir un bien, aunque este bien sea salvar la vida de otra persona o incluso de la humanidad entera”, consigna.

AUTODETERMINACIÓN Y LIBERTAD
El libre albedrío es la capacidad de optar entre el bien y el mal que tiene la persona humana, haciéndola responsable de sus propios actos para su salvación o para su condenación.
La autodeterminación no puede ser interpretada en el contexto de la teóloga de la muerte más que como el libre albedrío de la persona, la cual no es un fin en sí misma ni es ilimitada. La Verdad con mayúscula (que es Jesucristo mismo, el Logos), y la verdad con minúscula (que son los seres de la Creación en su objetividad), son un presupuesto del recto ejercicio del libre albedrío para ser libre. “La Verdad os hará libres”, dice Jesucristo.
Por otra parte, la libertad es definida como la “preferencia reflexiva de lo mejor”, y por tanto es “lo mejor” el fin de la libertad, que tiene como presupuesto el libre albedrío. Cuando se prefiere “lo peor”, ya no se está ante un acto libre, así como cuando no se reflexiona ni se prefiere semejante bien.
Desde este punto de vista, no existe conflicto alguno, ni duda posible: es falso que “el derecho a la autodeterminación… prohíbe bajo cualquier circunstancia y de forma absoluta que esa persona pueda ser utilizada como objeto, como un medio para conseguir un bien, aunque este bien sea salvar la vida de otra persona o incluso de la humanidad entera”. La preferencia reflexiva de lo mejor, siempre inclinará la balanza de la razón por el bien superior, y así Jesucristo murió por muchos que aman Su Palabra, y una madre se sacrifica por sus hijos, en lo cual existe gran mérito digno de alabanza.
El libre albedrío es un presupuesto natural inherente a la persona humana y a sus actos, que no se pierde aun en situaciones de esclavitud o de condicionamientos de la libertad física (por ejemplo de un enfermo que no puede movilizarse, de un tetrapléjico o de un preso), e incluso de condicionamientos a la libertad de tipo social (como puede ser la restricción económica para satisfacer necesidades o para adquirir bienes deseados, o por pautas culturales imperantes a las cuales las personas se adaptan en un pensamiento único, acrítico y políticamente correcto). El libre albedrío es la base sobre la cual se sustenta la responsabilidad de la conducta humana, en el orden natural y el sobrenatural.
Adán y Eva tuvieron libre albedrío, acreditado en el diálogo mantenido entre la Serpiente y Eva, así como entre Eva y Adán, introduciendo el Pecado Original.

LIBERTAD Y ESCLAVITUD
Libertad y esclavitud son términos que deben ser distinguidos además de la utilización de una persona “como objeto”. Utilizar a una persona “como objeto” implica la manipulación de su realidad física en cuanto tal, como cuando una persona puede ser empujada por otra cayendo sobre la vidriera de un comercio y rompiéndola sin voluntad propia, ya que actuó como un objeto mecánico sin libre albedrío alguno (y por tanto sin posibilidad de acto libre o voluntario). La libertad es el ejercicio en sí de la preferencia reflexiva de lo mejor en la propia vida.
Finalmente, aun en situación de restricción a la libertad física o socioeconómica, de esclavitud o de reclusión, ha de distinguirse la libertad exterior (coartada ya sea por la presencia de un “amo” o por la aplicación de una condena contra la voluntad de la persona que restringe la movilidad física), de la libertad interior (en que la persona exteriormente adopta cierta conducta disintiendo con ella por ser una injusticia, pero internamente posee su propio pensamiento que no puede ser impedido por ser inherente a la naturaleza humana).
Realizada la pertinente distinción, no existe conflicto alguno, y la afirmación de “la duda” de la monja aparece como ilógica e irracional… además de poner en cuestionamiento la misma afirmación del Papa que dice compartir.

TEOLOGÍA DE LA MUERTE
Lo grave de las afirmaciones de la pseudo teóloga se encuentra en sus presupuestos y en sus conclusiones, tan disparatadas como aquellas. Afirma: “El derecho a la autodeterminación es tan sustancial y tan absoluto como el derecho a la vida, de hecho, el derecho a la autodeterminación es el derecho a la vida espiritual: es lo que hace que la vida de las personas sea reconocida como algo más que vida biológica. Nadie, ni el Estado ni la Iglesia, no tiene el derecho de violarlo en ninguna circunstancia. Tampoco tiene a nadie, ni el Estado ni la Iglesia, ni la madre, el derecho de violar el derecho a la vida biológica del feto. En ninguna circunstancia. El derecho al aborto no existe. Lo que existe es una colisión, un choque, un conflicto de dos derechos fundamentales: el derecho de autodeterminación de la madre por un lado, y el derecho a la vida del hijo de otra”.
El razonamiento de la monja no es más que la elaboración una “teología de la muerte” en que duda de lo que no se puede dudar. Reclama la “libertad absoluta y sin restricción” (a la que denomina “autodeterminación”), a la cual sacrifica incluso la vida de la persona por nacer, negando incluso a la Iglesia todo principio de autoridad.
Hay que destacar que no solamente atenta lo dicho por la monja contra el Magisterio, sino que al atacar la vida del bebé concebido, ataca también a la Vida con mayúscula que es Jesucristo mismo, quien dijo “Yo Soy El Camino, La Verdad y La Vida”. No dijo “soy un camino, una verdad y la vida sujeta a la autodeterminación de la madre del bebé concebido”. No existe otro Camino, otra Verdad y otra Vida que no sea Jesucristo mismo.

EL LIBRE ALBEDRÍO O… LA VIDA
¿Considera la monja que asesinar a una persona es un bien idéntico a privarla de su libertad de deambular? No existe en la sociedad humana ningún bien absoluto, ya que la misma vida es posible ofrendarla en pos de seguir a Jesucristo, como lo demuestra la vida de numerosísimos mártires a lo largo de la Historia de la Iglesia. El único bien absoluto al que no se debe renunciar, es a la vida de santidad en Jesucristo, donde la Caridad impide cualquier “colisión”, “choque” o “conflicto de dos derechos fundamentales”.
Y si el derecho a la vida es preferible a la libertad de la persona, luego no hay colisión. ¿A qué autodeterminación se refiere la monja? ¿La autodeterminación incluye la disposición de dinero suficiente para hacer lo que se le venga en gana a la persona? Porque en este sentido, la vida humana del bebé concebido “colisiona” con el patrimonio de los progenitores ya que implicará la erogación de gastos materiales, a los cuales encuentra subordinada su propia vida como un bien inferior. Un viaje turístico, un auto o la comodidad de un nuevo ordenador ¿tal vez un mero cigarrillo diario?, por tanto, serán más importantes que la vida de un bebé concebido. ¿Confrontaremos también el derecho a la vida con el derecho a la propiedad? Esto no es teología, es apología del delito de homicidio.
La “duda respetuosa” de la monja, en contradicción con el Magisterio, llega a afirmar que asesinar a un bebé concebido es simplemente una “colisión de derechos iguales” con la autodeterminación de la madre, aunque no existe el “derecho al aborto”… sino a matar en nombre de la “autodeterminación”. ¿Se entendió la duda de la monja? Si no se entendió, es porque no se trata de una duda, sino de una afirmación. Sus postulados no son otros que los feministas anticatólicos.

AUTODETERMINACIÓN
Aclara la teóloga de la muerte qué es el “derecho de autodeterminación” en su retorcido pensamiento que de ninguna manera puede ser calificado de filosófico, sino que es meramente ideológico.
Afirma la monja heréticamente: “En relación al derecho de autodeterminación: según la antropología teológica cristiana el derecho de autodeterminación no implica que las personas nos encontramos en una situación neutra entre el bien y el mal ni tampoco implica que el bien se pueda identificar con lo que se decide sin coacción externa; para el cristiano, el Bien se identifica en última instancia con Dios y con su voluntad de amor sobre cada persona; el derecho de autodeterminación no es nada más -ni nada menos- que la condición de posibilidad de decir Sí a Dios sin que éste Sí sea vacío de contenido, la libertad humana no se puede identificar con el derecho de autodeterminación porque sólo somos libres en la medida que decimos Sí a Dios ya su proyecto de amor”.
No existe ninguna cita de dónde surge semejante “antropología teológica cristiana”, que en su caso no es católica, sino herética y por tanto reprobable, que además es falsa. Además de mostrar una tremenda ignorancia de la antropología filosófica y de la teología, en su rechazo a alcanzar la verdad para quedarse en la mera “duda” de lo afirmado y de las respuestas que se brinden a lo dicho por la monja.
Ya se ha aclarado que la teóloga de la muerte habla de autodeterminación como un sinónimo del libre albedrío. Reconoce que la persona se inclina por el bien o por el mal. Efectivamente, nadie puede obligar a otra persona a realizar actos virtuosos o evitar que peque. Pero realizados los actos, es posible la alabanza y admiración a la persona virtuosa, y la recriminación y sanción a quien realiza actos pecaminosos, viciosos o delictivos. El libre albedrío (o “autodeterminación”) no se contrapone al aborto, sino que se actúe o no se actúe, se actúe bien o mal se estará siempre ejerciendo ese acto propio de la naturaleza humana. La contraposición propuesta por la monja solamente puede convencer a una persona con ideas extraviadas o que padece de gran ignorancia sobre cuestiones elementales de la conducta humana, así como del simple cumplimiento de los Diez Mandamientos.

FALSOS ARGUMENTOS
Afirma la teóloga de la muerte que “los puntos 8 y 9 de la Declaración sobre el aborto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1974) afirman el derecho a la autodeterminación así concebido (según lo que ella expresa) y enfatizan particularmente que la persona humana no se puede tratar nunca como un medio para conseguir un bien, por más elevado que este bien sea”. Se trata de una cita falsa y sacada de contexto, mencionada como aval de su falsa intelectualidad.
La persona es un todo, cuerpo y alma, y en sí como criatura tiene su propio ser independientemente de la sociedad y del mismo Creador. Ahora bien, es ese ser integral el que ejerce la libertad adhiriendo a la Providencia de Dios, siendo el fin de la persona el adorar y alabar a Dios en lo cual halla la Felicidad cuando cumple con Su Plan. Cristo debe ser el fin y el centro de la vida de la persona, sin que la persona sea un medio sino un ser íntegro.
Tres frases omitidas por la teóloga de la muerte, correspondientes al N° 9 de la Declaración sobre el aborto, consignan claramente: “La vida corporal es un bien fundamental, condición para todos los demás aquí abajo; pero existen valores más altos, por los cuales podrá ser lícito y aun necesario exponerse al peligro de perderlas. En una sociedad de personas, el bien común es para cada persona un fin al que ella debe servir, al que sabrá subordinar su interés particular. Pero no es su fin último; en este sentido es la sociedad la que está al servicio de la persona, porque ésta no alcanzará su destino más que en Dios”. Es decir, la monja que conoce solamente una frase del Documento no leyó el resto, que contradice lo que ella afirma y esclarece las dudas de cualquier mortal en uso de su razón.

CITAS INCOMPLETAS
¿Y por qué contradice a la razón misma lo que afirma la monja? Por lo mismo que dice el N° 8 de la misma Declaración: “El respeto a la vida humana no es algo que se impone a los cristianos solamente; basta la razón para exigirlo, basándose en el análisis de lo que es y debe ser una persona”. Quien no analiza lo que es y debe ser una persona, o quien afirma posturas antifilosóficas e ideológicas en su contra, jamás podrá respetar la vida humana. El Documento afirma que no se trata de una mera cuestión de Fe revelada por Dios (ya en los Diez Mandamientos y en el Antiguo Testamento), ni exclusivamente propia de los cristianos, sino que atañe a toda persona cualquiera sea su condición.
También consigna el N° 8 de la Declaración acerca del hombre que, “creada inmediatamente por Dios, su alma es espiritual y, por ende, inmortal. Está abierto a Dios y solamente en él encontrará su realización completa”. Dios es el Bien Superior al cual la persona ha de tender a los efectos de realizar actos libres, y cuando rechaza tal opción elige el pecado, que es la muerte, en el mal uso del libre albedrío (o “autodeterminación” en el lenguaje de la teóloga de la muerte). La otra consecuencia de lo que se afirma, es que el bien temporal de una persona no puede compararse con la vida humana, espiritual e inmortal, destinada a superar el tiempo del mundo actual en la vida perdurable. El aborto (como ejercicio de la “autodeterminación” de la mujer) no es más que exterminar esa vida creada inmediatamente por Dios en el momento de la concepción en un acto realizado contra una persona inocente, y de allí la gravedad. El aborto es un acto contra Dios mismo, y contra Jesucristo que es la Vida.

SIN DUDAS
Otro argumento que cita la monja a favor del aborto (denominado en este caso “autodeterminación” de la mujer), es la autoridad del “moralista especializado en bioética Johannes Reiter, miembro de la comisión teológica internacional nombrado por Juan Pablo II en el año 2004 y renovado en el cargo por Benedicto XVI el año 2009 (cf. Reiter J, Keller R, ed.: Herausforderung Schwangerschaftsabbruch. Friburgo 1992, pp. 74-75)” quien “concluye que el derecho a la vida tiene siempre preeminencia sobre el derecho a la autodeterminación”
Basta pensar solamente un poco para darse cuenta de que ella misma afirma que el derecho a la vida tiene siempre preeminencia en tal sentido, no hay conflicto. ¿Cuál es la duda entonces? No puede haber dudas.
Todas las palabras de la monja trasuntan rebeldía, insolencia, burla a la Iglesia Católica, ironías a la Excomunión… ¿es esto propio de una monja católica que dice atenerse al Magisterio?

CONFLICTO MORTAL
La duda metódica la lleva a persistir insistentemente en su postulado modernista, que por ser ideológico no entiende de razonas, sino solamente justificaciones de una irrazonable aporía del pensamiento.
¿Cómo se formula la insistencia? Del modo más irracional posible, que arranca con una nueva pregunta basada en la cita del moralista. “¿En qué sentido se puede considerar problemática la preeminencia del derecho a la vida por encima del derecho a la autodeterminación?”
La pregunta relativiza completamente todo. ¿En qué sentido se afirma lo afirmado? La misma monja responde que “Dios quiere que usemos nuestra libertad en bien de la vida”. Pero afirma que la preeminencia del derecho a la vida sólo “puede considerarse problemática “en el sentido de si es una preeminencia que pueda ser impuesta desde fuera”. O sea: toda ley es problemática porque es una imposición “desde fuera”, lo cual incluye a los Mandamientos de Dios que también serían una imposición “desde fuera”, es decir no surgida desde la elaboración intelectual de la misma persona (generalizando la cuestión del aborto y haciendo abstracción a un plano más general).
Haciendo uso del universal al calificar a “toda imposición” como un mal, expresa un absoluto aplicable a todas las situaciones, introduciendo así el error que llevará a conclusiones más erróneas aun, hasta acabar con la justificación del asesinato de un bebé concebido.

EMBARAZO Y PROBLEMA RENAL
Utiliza para “ilustrar el conflicto entre el derecho a la vida y el derecho a la autodeterminación” un ejemplo: “el caso del transplante de riñón”. Afirma que más de 3.000 personas mueren anualmente solamente en EEUU por falta de un transplante renal, y pregunta “¿por qué no aprobar una ley que obligue a las personas que tengan riñones compatibles a ceder a estos enfermos para salvarles la vida?”
El paso siguiente no es responder intelectualmente y de modo racional la pregunta planteada, sino que es un ataque directo a la Iglesia Católica de contenido netamente irónico y denigrante: “El Estado podría aprobar una ley así la Iglesia católica podría excomulgar a los donantes potenciales que rechazaran someterse extirpación, así como a todas las personas que les apoyaran en aras de un supuesto derecho de autodeterminación o de posesión del propio cuerpo que atentaría directamente contra el derecho a la vida de un enfermo inocente”.
Analicemos la respuesta: ¿Corresponde a la Iglesia el dictado de las leyes civiles? De ninguna manera, si tales leyes no contravienen el Orden Natural y respetan el Orden Sobrenatural. En la Argentina existe una ley donde se realiza una manifestación para la donación de órganos, y se plantea la moralidad misma del transplante. La aprobación de una ley civil de semejante tenor, para la monja es una condición porque “así la Iglesia católica podría excomulgar a los donantes potenciales”. Esto no es más que una burla a la Excomunión, y no tiene nada que ver con el presunto razonamiento (falaz) que la teóloga de la muerte pretendía realizar.
Realiza además una comparación del argumento feminista de “disponer del propio cuerpo”. La comparación denigrante trata de decir lo siguiente: que así como la Iglesia Católica excomulga a quienes participan de un aborto (comparado con extirpar un riñón), y a quienes “lo apoyan en aras de un supuesto derecho de autodeterminación o de posesión del propio cuerpo” (vuelve a comparar a la hinchada abortista y confunde la posesión del propio cuerpo con la vida distinta de un bebé concebido en el vientre materno), siendo que en tal caso se “atentaría directamente contra el derecho a la vida de un enfermo inocente” (confundiendo a un paciente enfermo con una persona concebida).
Una monja que se dice católica, no puede burlarse de la Iglesia Católica… a no ser que esté mintiendo en su condición de católica. La libre interpretación no es propia del catolicismo, y si plantea las cuestiones en tales términos no cabe duda de que está fuera de la Iglesia en sus afirmaciones, rubricando tal situación la potencial excomunión a la cual se hace pasible por sus propios actos, por el mal ejercicio de su “autodeterminación”.
Todo su fundamento (¿no era una duda?) es la comparación de un bebé concebido con un riñón. Con eso pretende justificar el aborto, aunque aclara que no existe el “derecho al aborto”, sino que ahora debe denominarse “derecho de autodeterminación”. Es lo mismo, un eufemismo más similar al de “salud reproductiva” o de “interrupción del embarazo”, solamente que parece más “filosófico”.

PENSAMIENTO ANTICATÓLICO
Cuando deba fundamentar el aborto, recomendamos a las personas antivida la siguiente frase de la médica-teóloga-monja-católica-feminista-abortista: “hay que tener en cuenta que hoy en día la extirpación del riñón del donante se puede hacer por laparoscopia con lo que la cicatriz que deja es mucho menor que la cicatriz de una episiotomía, y hay que tener en cuenta también que está demostrado que vivir con un solo riñón no acorta la esperanza de vida del donante”.
Y acaba sus palabras reiterando el cuestionamiento, siempre según el procedimiento condenado por el Papa en la Encíclica Pascendi: “¿en qué principio se puede basar la moral católica para considerar lícito su rechazo a salvar una vida? (se refiere a la vida de un paciente que necesita un transplante de riñon, equiparado con la vida de la madre que lleva un bebé concebido en su vientre) Si existe un principio moral que legitime este rechazo, ¿por qué no es aplicable este principio en el caso de la mujer embarazada, especialmente si la vida de la madre corre peligro o si el embarazo ha sido fruto de una violación? Mi conciencia me hace plantear esta duda con confianza y con toda honestidad”.
La deshonestidad manifiesta de sus dichos, surgen de comparar un bebé concebido con un paciente que necesita un transplante de riñón. Una situación no tiene nada que ver con la otra. Un bebé concebido no es un enfermo, y el paciente que necesita un transplante de riñón sí. Un bebé no es una enfermedad, mientras que el paciente que necesita un transplante de riñón padece de una enfermedad. Un bebé aun no ha podido realizar actos plenamente voluntarios, a pesar de tener desde su concepción cuerpo y alma y por tanto es persona, mientras que por lo general un enfermo renal sí. Un bebé concebido que aun no ha nacido no ha tenido la posibilidad de acceder a la vida; un enfermo renal sí. Y así son múltiples las diferencias que hacen imposible y de mala fe la comparación.
La frase que remata el texto, nuevamente encuadra en el modernismo condenado: “mi fe me hace dejar constancia de mi obediencia al Magisterio actual”. Pero ya ha definido que su fe se basa en la duda, en el cuestionamiento, en la contraposición.
A Dios se le opone un ángel que desde su caída es más inferior que cualquier humano mortal: el Diablo y sus legiones. ¿Quiere confrontar y poner en la balanza la “Teóloga” a Dios y al Diablo y sustentar su “autodeterminación”? Puede hacerlo. Sólo hay un abismo de margen de error, que le impedirá después de morir el paso de un lado al otro, como el Rico que murió y pretendió volver a informar a sus familiares del abismo que lo separaba de Abraham… recibiendo por respuesta que sus familiares ya recibieron a la Ley y los Profetas. Nosotros seguimos a Jesucristo, el Mesías, en la plenitud de la Revelación. ¿En qué sentido orienta la “autodeterminación” de la teóloga de la muerte?
El Magisterio de la Iglesia se ha pronunciado en reiteradas oportunidades. La más directa es la Encíclica Evangelium Vitae, que la cartesiana monja no puede desconocer.
Suponemos que le habrán dicho en su confirmación: “Conviértete y cree en el Evangelio”.

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