sábado, 18 de julio de 2009

LA PATRIA Y LA MÚSICA

Por Andrea Greco*

El amor a la Patria es una obligación cristiana. El amor a la Patria pertenece a la virtud de la piedad, que es aquella por la cual amamos a los padres, a los antepasados y a la Patria. Nos está exigido por el cuarto mandamiento. Esa virtud de la piedad nos lleva a amar el pasado y las raíces puestas en la tierra y nos lleva a comprender que los frutos se dan abundantemente en el aire o que las flores surgen hermosas porque las raíces están clavadas en la profundidad de la tierra.

Y ese amor a la Patria tiene dos aspectos: por una parte es amor de complacencia y por otra parte es amor crítico.

¿Qué es el amor de complacencia? Es el amor más sensible y el que mira sobre todo al pasado de la Patria. Es la emoción que debemos sentir al ver los colores de la bandera patria, es ese nudo en la garganta al prometer fidelidad o jurar defender con la vida ese símbolo, es la emoción que sentimos cuando escuchamos contar anécdotas valerosas de los héroes y los santos, cuando vestimos atuendos típicos o comemos el infaltable asadito o las empanadas. Es el amor que sentimos a deberíamos sentir al estudiar la historia, las tradiciones y el folklore argentino.

Y aquí me quiero detener un poco. Necesito que los padres, los docentes y los jóvenes escuchen con atención lo que voy a contarles. Hace unos días una niña muy joven, de apenas 15 años daba a luz un hijo acompañada por la gente del Programa Belén. Le preguntaron qué la había llevado a esta situación, obviamente no deseada, y la joven respondió: la música.

Sí, la música, porque en el boliche la música acompañada de las luces y la oscuridad te embota el entendimiento, te anula, te emborracha y terminás haciendo lo que no pensabas. Y esa música te sigue sonando en la cabeza y el corazón todo el día. Fíjense ustedes… la música. ¿Y qué pasa cuando la música que escuchás es una música que ennoblece, que te abre el pensamiento? Y pasa lo contrario, empezás a entender, a pensar, a razonar.

Ahora quiero que me atiendan los niños, las maestras y los padres de los más chicos. ¿Cuál es la música que tienen que escuchar los chicos? La música infantil que no es tonta y que enseña.

No es lo mismo “tener el corazón con ahujeritos” que cantar “a San Juan y a San Pedro que hicieron un barco nuevo”. No es lo mismo.

No es lo mismo empezar a escuchar el buen folklore argentino desde la cuna a pretender cambiarle a los 15 años Metálica, la Renga o el Tecktonik por una buena canción argentina. No nos quedemos dormidos por que después será tarde para lamentarse.

Y ahora necesito que me escuchen bien los jóvenes, los profesores y los padres de los jóvenes, no es lo mismo “vivir entre las risas del aquelarre y hacerse amigo del diablo y la muerte” que pedirle al “Creador cuando me llame para la entrega, que mis huesos piel y sal abonen mi suelo natal”.

No es lo mismo decir “soy el rey y te destrozaré, todos los cómplices son de mi apetito” que cantar “qué felicidad amigo mío, tenerte conmigo y recordar hacer que florezcan pecho adentro ardientes capullos de amistad”. ¿Me entienden lo que quiero decir?

Estas letras, estas músicas te vacían o te llenan el alma, por eso no es lo mismo. Ojo! tampoco cualquier folklore porque no es lo mismo “quiero comerte el corazón a besos, y recorrer sin límites tu cuerpo” que decir “Yo se que tu eres mía y yo soy tuyo /los dos nacimos juntos para amar,/las cosas más eternas que soñamos /y que nunca jamás se han de olvidar”. Esa música nos lleva a querer lo nuestro, amar nuestra tierra, amar nuestras costumbres, nos lleva a amar con corazón grande, con corazón puro.

Ahora necesito que me escuchen los grandes, papás y docentes porque también a nosotros nos hace falta apagar el noticiero con sus catástrofes y calamidades y escuchar un poco de música clásica que nos tranquiliza y nos hace pensar. Y todos necesitamos llenar al menos un día a la semana, el Domingo, el corazón de la música sacra que nos eleva, que nos lleva al Dios Padre que nos hizo.

Tenemos que cultivar así ese primer amor a la Patria que es el amor sensible, a las cosas y a las costumbres de la Patria. Que vestirnos de gaucho no sea un disfraz, que bailar una zamba o una chacarera no sea sólo un espectáculo o un certamen, sino la vivencia y el orgullo de ser argentinos.

El propio Belgrano creador de la Bandera, nos dio ejemplo de este amor sensible por las cosas de nuestra tierra cuando estando en Catamarca y para celebrar el triunfo de sus tropas creó la danza La Condición que bailó con una joven catamarqueña. Hay que cultivar este amor a la Patria.

Pero dijimos que el amor a la Patria tiene también otro aspecto: es el amor crítico. Y ese amor mira más hacia el presente y el futuro. Es un amor dolorido. Lo expresa el Padre Castellani cuando dice: “De las ruinas de este país que llevo edificado sobre mis espaldas, cada minuto me cae un ladrillo al corazón”, o como dice el poeta “Sobre tus ruinas, Patria yo he crecido. Llegué a ser hombre y sólo tus despojos, sólo tu sombra es lo que he conocido”.

Por eso, como decía el P. Ezcurra amar a la Patria no es solamente complacerse sino condolerse en esta realidad de la Patria, donde hay tanta miseria, donde hay tanta corrupción, tanta cobardía, tanta mentira, tanta estupidez, tanta injusticia, tanta traición. Es un amor crítico. Es como el amor del que ama al enfermo para llevarlo a curar o el que ama al pecador para enderezarlo en el camino. Hay muchas cosas que enderezar en esta Argentina de hoy y a esas cosas que hay que enderezar debe orientarse nuestra acción y nuestra oración.

Belgrano también nos dio ejemplo de este amor crítico cuando en más de una ocasión desobedeció con gesto viril las órdenes de un gobierno liberal que anteponía el interés de unos pocos al Bien Común Nacional. (Yo creo que por ese gesto macho, se ha vengado la historiografía liberal acompañando siempre las páginas de la vida del Gral. Belgrano con esa imagen poco feliz de las piernas cruzadas según el retrato que le hiciera al Gral. Belgrano el pintor francés Carbonnier en 1815 en Londres).

Nuestra acción y nuestra oración deben orientarse a enderezar a la Patria por el camino de sus orígenes cristianos. Hacer que nuestra Patria recuerde que nació cristiana, que los ejércitos que nos dieron la Patria levantaron la Bandera con los colores del Manto de la Virgen Inmaculada. Y así podremos cantar con el poeta:

Yo sé que en todos lados hay semillas

De tus claros varones aguardando

Surcos en gestación de maravillas

Yo sé que hay hijos tuyos que al nombrarte

Tiemblan de amor y caen de rodillas,

Que sólo viven para recordarte

Desde la misma entraña del abismo

Desde la misma muerte o lo que sea

Florecerá otra vez el heroísmo

Con la fuerza del mar en la marea,

Con el empuje de las tempestades,

De pronto empezará la gran tarea

De poner fin a las iniquidades,

De devolver por siempre a cada cosa

Con el honor, las viejas claridades

Y porque somos de esos que caemos de rodillas, que queremos recobrar el heroísmo, que queremos poner fin a las iniquidades es que cada vez que Dios y la Patria lo pidan diremos

De nuevo estamos, Patria mía, en esto.

Tú, separada, sola, suplantada.

Yo, como siempre, tuyo y en mi puesto.

* Profesora del Bachillerato Alfredo Bufano de San Rafael ( Mendoza), Discurso del día de la Bandera, 20 de junio de 2009.

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