domingo, 12 de abril de 2009

Saludos de Pascua: Crhristus Rex

Haec dies quam fecit Dominus, exsultemus et laetemur in ea (este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y gocémonos en El) canta la liturgia de hoy, Realmente Cristo vuelve hacer todas las cosas nuevas con su resurrección, con su pasión y su victoria sobre la muerte nos hace renacer  en la gracia. Aquella deuda infinita  del pecado original provocada por Adán solo podía ser saldada por Dios mismo, así el Padre Eterno ofreció a su Hijo que es, por el misterio de la Santísima Trinidad, el mismo Dios y también hombre. O félix culpa quae talem ac tantum nos méruit habere Redemptorem (Oh Feliz culpa que tal y tan gran Redentor nos mereció).
Santo y eterno Día en que Jesucristo, como Sol Divino, se levanta sobre el mundo renovado y recreado por Él, con su resurrección nos recreó en la gracia, su victoria sobre la muerte nos salvo de la pena eterna del pecado original.
Feliz y Santa Pascua les deseo a todos.
 
Darío Hernán Recalde
 
 

"SURREXIT DOMINUS VERE ALLELUIA ALLELUIA"

Verdaderamente ah resucitado el Señor 

Aleluya Aleluya

INTROITUS S. 138, 18 y 5-6 -  Resurrexi et adhuc tecum sum, alleluia: posuisti super me manum tuam, alleluia: mirabilis facta est scientia tua, alleluia, alleluia. Ps. Ibid. 1-2. Domine, probasti me, et cognovisti me: tu cognovisti sessionem meam, et resurrectionem meam. V. Gloria Patri

Introito - Sal.138  Resucité, y aun estoy contigo, Padre mío Aleluya: pusiste sobre mí tu mano, aleluya : admirable es tu sabiduría, aleluya, aleluya. Señor, me probaste, y me conociste; Tú conociste bien mi humillación y mi resurrección. Gloria al Padre, etc.


 
 
 

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

 

Victimae paschali laudes

(Secuencia de la fiesta de pascua)

Victimae paschali laudes
inmolent Christiani.

Agnus redemit oves:
Christus innocens Patri
reconciliavit pecatores.

Mors et vita duello 
conflixere mirando: 
dux vitae mortuus, 
regnat vivus.

Dic nobis Maria, quid vidisti in via? Sepulcrum Christi viventis, 
et gloriam vidi resurgentis, 
angelicos testes, sudarium et vestes

Surrexit Christus spes mea; 
precedet suos in Galileam. 
Scimus Christum surrexisse 
a mortuis vere.

Tu nobis victor Rex, miserere.

Amen. Alleluia.

A la víctima pascual 
ofrezcan alabanzas los cristianos.

El cordero redimió a las ovejas: 
Cristo inocente 
reconcilió a los pecadores con el Padre.

La muerte y la Vida se enfrentaron 
en lucha singular. 
El dueño de la vida, que había muerto, 
reina vivo.

Dinos, María, qué has visto en el camino? Vi el sepulcro de Cristo viviente 
y la gloria del que resucitó, 
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.

Resucitó Cristo, mi esperanza; 
precederá en Galilea a los suyos 
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos.

Tú, rey victorioso, ten piedad

Amen, Aleluya.

 

Domingo de Resurrección

Ha terminado la cuaresma, el tiempo de conversión interior y de penitencia, ha llegado el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Después de la entrada triunfal en Jerusalén, ahora nos toca asistir a la institución de la Eucaristía, orar junto al Señor en el Huerto de los Olivos y acompañarle por el doloroso camino que termina en la Cruz.

Durante la semana santa, las narraciones de la pasión renuevan los acontecimientos de aquellos días; los hechos dolorosos podrían mover nuestros sentimientos y hacernos olvidar que lo más importante es buscar aumentar nuestra fe y devoción en el Hijo de Dios.

La Liturgia dedica especial atención a esta semana, a la que también se le ha denominado "Semana Mayor" o "Semana Grande", por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar y recibir el castigo merecido uestros pecados. 

Para esta celebración, la Iglesia invita a todos los fieles al recogimiento interior, haciendo un alto en las labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo. 

Para los cristianos la semana santa no es el recuerdo de un hecho histórico cualquiera, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección.

En los inicios de la cristiandad ya se acostumbraba la visita de los santos lugares. Ante la imposibilidad que tiene la mayoría de los fieles para hacer esta peregrinación, cobra mayor importancia la participación en la liturgia para aumentar la esperanza de salvación en Cristo resucitado.

La Resurrección del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria definitiva sobre el pecados. Este hecho hace del domingo de Resurrección la celebración más importante de todo el año litúrgico. 
Aún con la asistencia a las celebraciones podemos quedarnos en lo anecdótico, sin nada que nos motive a ser más congruentes con nuestra fe. Esta unidad de vida requiere la imitación del maestro, buscar parecernos más a Él. 
Para nosotros no existen cosas extraordinarias, calumnias, disgustos, problemas familiares, dificultades económicas y todos los contratiempos que se nos presentan, servirán para identificarnos con el sufrimiento del Señor en la pasión, sin olvidar el perdón, la paciencia, la comprensión y la generosidad para con nuestros semejantes.
La muerte de Cristo nos invita a morir también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra alma la sensualidad, el egoísmo, la soberbia, la avaricia... la muerte del pecado para estar debidamente dispuestos a la vida de la gracia.

Resucitar en Cristo es volver de las tinieblas del pecado para vivir en la gracia divina. Ahí está el sacramento de la penitencia, el camino para revivir y reconciliarnos con Dios. Es la dignidad de hijos de Dios que Cristo alcanzó con la Resurrección.

Así, mediante la contemplación del misterio pascual y el concretar propósitos para vivir como verdaderos cristianos, la pasión, muerte y resurrección adquieren un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos llevará en un futuro a gozar de la presencia de Cristo resucitado por toda la eternidad.

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