domingo, 19 de abril de 2009

LA LECHERÍA ANTE SU PEOR ENCRUCIJADA

Escribe Susana Merlo

Con precios de la leche que, en dólares, cayeron más de 20% en el último año; un mercado internacional recesivo, una demanda doméstica que volvería a achicarse y, por lo tanto, stocks que amenazan con crecer, la lechería argentina, ya jaqueada en los últimos años, enfrenta ahora una más que difícil decisión. Para colmo, el clima también jugaría en contra.


Frente a un mercado internacional recesivo y una demanda doméstica debilitada, que puede llegar a caer otros 10 litros por persona este año (de 180 a 170, cuando en el 97/98 se llegó a 220), la lechería argentina enfrenta hoy una de sus peores encrucijadas.


Estancada la producción, que sigue sin superar los volúmenes de 1999 (10.400 millones de litros), a pesar del fuerte incremento de productividad operado en los últimos años, y habiendo desaprovechado los extraordinariamente altos precios internacionales de hasta alrededor de U$S 6.000 por tonelada (contra los aproximadamente U$S 2.000 actuales), que le hubieran permitido hacer un fondo sectorial anticíclico o, al menos, una reserva particular por parte de los propios productores en forma individual, ahora la actividad enfrenta un panorama de corto-mediano plazo muy poco alentador.


Es que, a pesar del amesetamiento productivo, el debilitamiento que ya se está registrando en la demanda doméstica provocaría un stock excedente que, según datos de la Asociación de Productores de Leche (APL), puede ubicarse en torno a los 2.500 millones de litros anuales.


Tal volumen no sería grave en otro contexto internacional. Sin embargo, y aunque las últimas cotizaciones parecen haber frenado su caída, tendiendo a estabilizarse en alrededor de U$S 2.000 por tonelada, los analistas mundiales no prevén que la recuperación estructural comience antes de 2011.


Ante esto, si tampoco el mercado doméstico muestra signos de crecimiento como para poder absorber tal oferta, si no todo lo contrario, entonces las opciones son pocas y muy claras: o hay una política que proteja a la producción interna favoreciendo el armado de un stock que difiera parte de la oferta para cuando mejoren las condiciones internacionales (EE.UU. acaba de formar un stock de este tipo de 100.000 toneladas), o se implementa un muy fuerte programa de aumento de la demanda interna (Plan materno-infantil, etc.), o se debe achicar más aún la producción interna.


El problema, en este caso, es que cuando pase la crisis, la reacción del sector no va a ser inmediata y entonces, no solo no habrá lácteos para exportar, sino que tampoco alcanzarán para la demanda local.


De ahí que el momento actual constituya una verdadera “bisagra” de la actividad en la que, si bien cayó el precio de la materia prima, también están bajando los valores de algunos de sus principales insumos (arrendamiento, maíz, etc.), aunque todavía no está claro como va a quedar el nuevo balance. Para colmo, las perspectivas climáticas tampoco son muy alentadoras ya que hablan de que se prolongaría la sequía del año pasado, con un nuevo invierno con déficits hídricos.


Ya buena parte de los tambos más expuestos desaparecieron (se cerraron casi 6.000 establecimientos entre 2002 y 2008), y si bien los que quedaron aumentaron significativamente su productividad compensando esa disminución, ahora la ecuación económica ya no lo permite excepto, claro está, que se incentive fuertemente la demanda local dejando que los precios encuentren solos su nuevo nivel, o que los productores reciban una ayuda directa compensatoria que lleve el precio bien por encima de $ 1 por litro, es decir, $ 0,30/0,40 por arriba del nivel actual.


En general, ante crisis tan agudas e imprevistas, los países más serios invierten en distintos tipos de ayudas que permitan seguir produciendo hasta que se recupere la normalidad, sin dañar a sus sectores. En el caso de Argentina, sin embargo, pocos tienen expectativas de que alguna de estas alternativas pueda llegar a ser puesta en práctica. 17/04/09.

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