jueves, 11 de diciembre de 2008

Colaboración: 25 años de democracia

VEINTICINCO AÑOS DE DEMOCRACIA

Por SILVIO H. COPPOLA

Todos los argentinos somos demócratas. O por lo menos, estamos convencidos de ello. Claro que el valor democracia no es para todos lo mismo. Su concepto íntegro varía de grupos en grupos y también en casos extremos, entre personas de similares maneras de vivir y de parecidos intereses. Además, la interpretación moderna no es desde luego, la que tenían los griegos. Ni en absoluto la de otros pueblos posteriores a ellos.
Para muchos se reduce en votar a los candidatos elegibles. Para otros y en especial para el periodismo, su concepto está enteramente vinculado a la libertad de expresión. Todo se hace así opinable y cabe recordar al respecto la afirmación de Aristóteles: “primo vivere deinde philosofar”. O sea, para poder filosofar o actuar en la democracia como gobierno del estado, primero hay que tener lo adecuado para la subsistencia del ser que va a hacer uso de ese derecho. Lo que no es fácil, porque antes que nada, hay que satisfacer las necesidades físicas inmediatas.
Por eso hablar de democracia y democracia todo el tiempo, como lo hacen nuestros políticos profesionales, actualmente y antes también, suena a hueco y falso, mientras el común denominador de la población, vive al día si tiene trabajo, y si no solamente sobrevive, mientras los índices oficiales afirman que disminuye la tasa de desocupación, la pobreza, la indigencia y que la canasta básica se mantiene en los mismos niveles de siempre. Claro que esto no es de ahora ni de este gobierno, viene de mucho más atrás. Lo que hace que el argentino, demócrata, porque siempre se ha considerado igual entre iguales, mire con escepticismo esta manera de mostrarse de la democracia, a la que no puede entonces examinar con detenimiento, porque está demasiado ocupado en procurarse el pan diario. Entonces y nos guste o no, pasan a segundo plano elementos que hacen a la democracia moderna, como la libertad de expresión, los derechos electorales, la educación pública, el habeas corpus. Primo vivere deinde philosofar.

En 1976 se usurpa el gobierno legal de la República y toma el poder el partido militar. Sus componentes ocupan todos los cargos rentables del país, pero ¡oh! curiosidad, no lo hacen con el Ministerio de Economía. Ellos dominaban todas las ramas del saber, pero no la Economía. Por eso se hace cargo de la dirección correspondiente José A. Martínez de Hoz, candidato permanente a disposición de cualquier golpe de estado. Y comienza el descalabro económico del país y nace la fenomenal, monstruosa e ilegal deuda pública. Cuando por fin, con las manos manchadas de sangre entregan el gobierno, asistimos a lo que hoy se celebra como la Vuelta a la democracia.
Y llega al poder el radicalismo, con Raúl Alfonsín de presidente de la República. Sus métodos fueron propios de la demagogia más exacerbada, prometiendo en la campaña electoral el oro y el moro para los cándidos y usados votantes. Con la democracia se comía, se educaba, se... . En el gobierno no se pudieron mantener ni en el mínimo todas las promesas. Y cayó sin pena ni gloria, aunque hoy de alguna manera se quiera rehabilitar su figura y su gobierno, que hizo retroceder nuevamente económica y socialmente al país, aumentando de paso y sin atreverse a denunciarla, la ilegal y fraudulenta deuda externa. Pero seguiríamos en el mismo camino y solamente íbamos creyendo en la palabra democracia, sin poder ver nada efectivo que la respaldara.

Lo que vino siguió con promesas y promesas. Por eso el Innombrable accedió al gobierno, teniendo el cinismo luego de afirmar que el pueblo “...no lo hubiera votado si hubiera dicho lo que iba a hacer”. Literalmente, vender al país, sin perjuicio de que la deuda externa llegara ya a niveles insostenibles, aumentando un 125% en su mandato. La corrupción envolvió todo y en eso estuvimos entre los países más adelantados del mundo. La crisis nos iba envolviendo y su gobierno fue reemplazado por otro, nada más que prometiendo decencia. Ya con sólo eso nos conformábamos los argentinos. Solamente con no robar durante dos años saldríamos adelante, como afirmara un destacado elemento del gobierno saliente.

Pero seguía la pendiente democrática y pronto los nuevos tuvieron que irse, literalmente volando. Ahora tenemos los argentinos una especie de pareja real, que se elige a si misma y que con la complaciente entrega de los demás poderes, hace su política, si tal puede llamarse a sus actos de gobierno, buscando reunir cada vez más poder. Y no sólo en lo que se refiere a sus facultades, sino también a tener bajo su arbitrio todos los fondos posibles que proporciona el país en cuanto a impuestos, regalías, derechos, contribuciones y recursos del pueblo todo. Teniendo la facultad de disponer de las sumas adecuadas, se logran adhesiones, se imponen voluntades, se compran votos, se ganan elecciones.
En eso estamos. Lamentablemente es la democracia que supimos conseguir. ¿Definimos entonces esta moderna democracia? No, me parece mejor establecer qué entendemos los argentinos por democracia: Democracia debe ser aquél gobierno de iguales para iguales, donde las elecciones no sean una trampa para incautos, donde se respeten todas las opiniones, donde se privilegie la instrucción y la salud de la población, donde los recursos del estado sean repartidos equitativamente, donde haya trabajo para todos, donde nadie se sienta excluido, donde no haya ni miseria ni pobreza, donde el peor de los delitos sea la corrupción.
Podríamos seguir, pero los últimos detalles quedan para cada uno de nosotros los argentinos.

LA PLATA, diciembre 10 de 2008.

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