lunes, 3 de noviembre de 2008

¿QUIÉN EL ENEMIGO DE SU EMPRESA?

En las películas de suspenso, siempre el asesino es el menos uno lo espera… porque si uno espera que el asesino sea el que aparece en primera instancia como tal, no es una película de suspenso, sino de acción. En la Empresa ¿puede suceder lo mismo? Desde esta óptica, es que analizaremos un secreto empresario que nadie conoce: ¿en qué medida es dañada la marcha de la Empresa?

 

Por Emilio Nazar Kasbo

diariopregon@gmail.com

 

El suspenso es prolongar innecesariamente el desenlace, creando una tensión en quien absorto presta atención al relato. El suspenso es algo pensado, premeditado, que exige un esfuerzo intelectual contemplativo. ¿Hay suspenso en su Empresa? ¿O es directamente una película de acción?

 

La primera piedra

“Alguien está haciendo mal el trabajo en la Empresa -dijo un Directivo-, y tendremos que tomar medidas”. Pero como Jack el Destripador, iremos por partes en el análisis que permitirá que develemos un sorprendente secreto empresario.

Resulta ser que había una mujer de mal vivir, según relata un importante Libro, y que según las normas y costumbres de su sociedad debía ser apedreada. Todas las personas estaban dispuestas ya a hacerlo, rodeada la mujer que ya se preparaba para morir. Justo en ese momento llegó Jesucristo, y ejerció la función de abogado defensor de una persona de comprobada culpabilidad y mientras escribía algo dijo solamente una frase mientras: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Así desde el más anciano hasta el menor debieron abandonar la ejecución, y la mujer recibió la obligación de no reincidir de su mismo abogado: “vete, y no peques más”. ¿Qué tiene esto que ver con mi Empresa? Puede preguntar algún desprevenido lector. Bien, vayamos al grano entonces, como dijo un productor de maíz.

En el mundo Empresario, cuando hay problemas siempre la culpa es ajena. ¿Los números andan mal? Echemos al contador. ¿La producción disminuyó? Echemos al gerente de planta. Y así, la Empresa se convierte en un nido de acusaciones recíprocas de supervivencia ante los saltos imprevistos que se deben sortear en el mundo de la Economía. Y quien da la orden es generalmente quien tiene la autoridad para ello.

 

El responsable

Pero ¿quién será capaz de poner en el banquillo de los acusados a las propias autoridades? Es que por más “desarticulada” que se conciba la Empresa, siempre hay un “líder” de quien depende todo el funcionamiento, para bien o para mal. ¿Cuántos son los que se animan a informar al “líder” de que algo no anda bien? ¿Cuántos son los que se animan a informar al “líder” que él misno no anda bien en algún aspecto?

La obsecuencia es la vía más fácil. Palmada en el hombro: “señor Jefe, yo obedezco órdenes, la responsabilidad no es mía”. Listo: queda así desentendido el que ejecuta de la fuente de decisión.

Lo que convierte en complicada la situación son las tareas no corregidas. Al no advertirse un error en el rumbo, es posible que el Invencible Titanic acabe inicialmente averiado contra un témpano. ¿Pero quién advertirá al “líder”, a ese que “sabe hacer las cosas” de que está equivocado?

En esto, existen cualidades psicológicas que cierran la vía de comunicación o la abren. Pero son cualidades que dependen del mismo Jefe. Por ejemplo: la capacidad de hacer caso omiso a alabanzas, de escuchar las críticas incluso las más despiadadas, de buscar motivaciones y sustento a las críticas propias que se escuchan, de apertura al diálogo con los demás en un tono franco y sincero… Mas no todo el mundo es así.

Muchos Jefes consideran a la crítica, a toda crítica (confundiendo incluso la constructiva con la destructiva), como algo subversivo y nocivo al buen orden y marcha del emprendimiento según los parámetros que ellos mismos han dispuestos. Si el rumbo es equivocado, cuando explote la situación se verá, pero mientras tanto todo se siente como tranquilo y sin sobresaltos.

 

Somos limitados

Es claro que no hablamos de insultos, ni de críticas destructivas. El hecho de difamar a alguien para que se vaya del puesto y que alguien inferior ocupe el cargo es algo muy trillado en las películas, con ideas extraidas muchas veces de la realidad, como para que tengamos que dar casos concretos y prácticos. Lejos está esta situación de la temática que abordamos.

El Directivo que no tiene capacidad de averiguar cuáles son sus fallas, y de tomar las medidas necesarias para enmendarlas, terminará haciendo mal sus labores y renuncia a la innovación positiva para la mejora del trabajo. Cuando el Directivo mira la Empresa, muchas veces se olvida que él forma parte de ella, y justamente se ubica en la cima de la pirámide jerárquica o del centro del que salen o al cual confluyen las diversas actividades.

Esta mirada del Empresario que no se ve involucrado en la Empresa, en sus fallas y en sus virtudes, es el tema de nuestro artículo. El Empresario que no mira más allá, que no piensa en la Empresa “cuando yo no esté”, no piensa verdaderamente en un futuro más que en el propio, tiene una motivación egoísta e individualista que acaba con una finalidad más trascendente de la Organización.

Por eso, el secreto es que el Empresario se cuestione: “¿será verdad que yo soy un enemigo de la Empresa?” Y como en el cuento de suspenso, ahí recién empieza el trabajo de develar algo extraño: si el sospechoso era al final la misma víctima…

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