martes, 18 de noviembre de 2008

EL RECUERDO DEL COMBATE DE LA VUELTA DE OBLIGADO Y LA ANTIGUA Y LA NUEVA HISTORIA OFICIAL

Por SILVIO H. COPPOLA


La navegación de los ríos interiores de un país, es soberana del estado ribereño y sometida a las reglamentaciones que el mismo dicte. Tal principio era plenamente vigente en el siglo XIX y lo sigue siendo aún. Por defenderlo, en relación a los ríos Paraná y Uruguay, el 20 de Noviembre de 1845, fuerzas de la Confederación Argentina, al mando del general Lucio Mansilla y según lo ordenara Juan Manuel de Rosas, como Gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, vallaron el Paraná a la altura de la Vuelta de Obligado (proximidades de San Pedro), enfrentándose con las fuerzas navales conjuntas de la Gran Bretaña y de Francia, envueltas en actos de fuerza y piratería contra las naciones más débiles. Si bien la defensa fue derrotada por la superioridad de los armamentos, la feroz resistencia patriota, disuadió a los invasores de volver a intentar el paso del río. Lo que quedó reconocido formalmente al poco tiempo merced a los tratados firmados con Gran Bretaña y Francia. Así se estableció (Tratado Southern-Arana del 24 de noviembre de 1849) que la navegación del río Paraná “...era interior de la Confederación Argentina sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con la República Oriental” y (Tratado Arana-Lepredour mayo de 1850) donde se especifica que la navegación del río Paraná era interior argentina “...sujeta a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con el Estado Oriental”.

Todo esto que había sido logrado con el derrame de sangre argentina, por una ironía de la política, años después y según lo estableció la Constitución Nacional de 1853, fue dejado de lado, estableciéndose que la navegación de los ríos interiores de la República, era “...libre para todas las banderas” (situación que se mantiene vigente y que ni siquiera fue rozada por la reforma de 1949). Puede decirse que esta libertad, tenía destinatarios ciertos en Gran Bretaña y en Francia e incluso en el Brasil, lo que al poco tiempo trajo la enorme calamidad de la Guerra del Paraguay. Al respecto se interrogaba Arturo Jauretche ¿si la navegación, que era exclusivamente nuestra pasó entonces a ser libre, qué ganamos con el cambio? Indudablemente fue una claudicación a cambio de nada, una capitis diminutio para los derechos soberanos de nuestro país, acabándose así con la navegación propia de cabotaje y la construcción ribereña de embarcaciones, amén de la sensación de postración de un sentir nacional.

Dado que la historia oficial liberal anatematizó la figura de Rosas y a todo lo relacionado con su gobierno, sus logros y sus políticas fueron denostadas y olvidadas, como se ignoró y abandonó el recuerdo del Combate de la Vuelta de Obligado. No obstante eso, en 1955, había un monolito y unas cadenas simbólicas en el lugar. Las que fueron destruidas en ese año por los libertadores en el gobierno, época de la inventada y falaz Línea Mayo-Caseros. Fueron los últimos estertores de la historia oficial de entonces. La que ha ido cayendo en el olvido y entre muchas otras cosas, se ha producido la reivindicación histórica de aquellos que la merecieron por su actuación. Y así y en pos de la verdad y la justicia, la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, entronizará en un nuevo aniversario del Combate de la Vuelta de Obligado, dentro de dos días, en el “Salón de pasos perdidos” de la misma, la figura de Juan Manuel de Rosas, preclaro defensor de la soberanía nacional.

No obstante, como actualidad y pese a los engaños y a las mentiras que hemos sufrido los argentinos con las historias oficiales, no puede menos de señalarse la dedicación y el entusiasmo que pone el actual gobierno y sus paniaguados, en crear una nueva historia oficial, relativa particularmente a la década de 1970, donde en forma maniquea todos los buenos están de un lado y todos los malos del otro. Reivindicando de hecho la actuación de grupos elitistas, que poco se diferenciaban de aquellos que los combatieron. Parece así que la Historia nada enseña y que las pasiones políticas son más fuertes y permanentes que cualquier propósito de unión y progreso de los argentinos.

LA PLATA, noviembre 18 de 2008.

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